Charlas de Quincho
Señales que salen desde Olivos y comienzan a configurar el panorama político próximo, como las candidaturas en dos distritos clave y el fin de una supuesta pelea entre amigos que se cerró.
También estuvimos en La Boca, donde un candidato se mostró (feliz) con amigos y familia, pero no fue exhibido por la TV oficial. En relación con ese mismo evento, hubo un tweet poco simpático para el relator oficial. Otro postulante a gobernar el distrito porteño salió a buscar pizza por el centro y halló votantes. Un grupo de radicales, como es tradición en esa fuerza, reivindicó con una comida una figura cuyo lustre mayor ya se esfumó. Veamos.
Esperaban algunos un Olivos inactivo después de que Cristina de Kirchner -con comunicado firmado con médicos, algo que le dio a la noticia un suspenso añadido- suspendiese el viaje al Paraguay, al que después de todo tampoco fue Dilma Rousseff, aguando la fiesta del Bicentenario guaraní. Pero desde esos cuarteles en donde la Presidente se protegió de otro episodio de lipotimia (ésa fue la razón que dieron los médicos presidenciales), salieron las señales más fuertes que preparan lo que ocurrirá en horas. Primero, un pedido de reserva del teatro ND, santuario de los actos proselitistas del peronismo porteño, administrado por el publicista sin cargo «Pepe» Albistur, para un acto el miércoles adonde se presume que festejará el elegido por Olivos para ser candidato a jefe de Gobierno en la Capital. Eso hace presumible que la noticia la destapará Cristina entre hoy y mañana, después de arbitrar entre los escenarios -contradictorios entre sí- que le acercó Carlos Zannini para alimentar la decisión.
La otra señal fuerte la podríamos describir como «Yenga para Massa» -por aquel juego sofovichiano de retirar de a poco los cubos que sostienen una torre, hasta que se derrumba-, es decir, acompañar el retiro en cuotas de apoyos que el kirchnerismo hizo durante la semana que pasó al proyecto del intendente de Tigre, de darle una simulación de pelea a Daniel Scioli en las primarias a gobernador de Buenos Aires. A eso le pondrán el moño los dos protagonistas en un café que se tomarán para mostrar que aquí no pasó nada.
Desde ese encierro la Presidente siguió el programa de vuelos de su canciller, que no pisa la oficina desde hace semanas -salvo para la firma y alguna recepción- y que pasará el próximo mes también en el avión. Sus contradictores dicen -sin prueba alguna- que Cristina quiere tenerlo afuera como castigo. Pero como hay Twitter global, eso queda en las intenciones de menoscabarlo. Héctor Timerman, que ayer se encontraba en Roma después de estar el sábado en los festejos sin Cristina por el Bicentenario del Paraguay, sigue el dictamen del brasileño Celso Amorim, quien le dijo cuando asumió: «Un canciller sólo tiene que ir a su país para informar a su Presidente o al Congreso. El resto del tiempo tiene que estar viajando». Hoy seguirá a la capital italiana para la reunión de los países que quieren ampliar el Consejo de Seguridad de la ONU pero sin sillas permanentes (algo que intenta Brasil desde hace años, para sentarse para siempre en representación del continente).
Vuelve y se va a Rusia, adonde cerrará con Julio De Vido acuerdos energéticos y de otro tipo, entre ellos uno clave: el reconocimiento de Rusia como «economía de mercado», algo que facilitará el comercio de ese país con el resto del mundo. Sigue París para una cumbre de la OCDE, después se va a México con Cristina y regresa a Italia para la fiesta de los 150 años de la unificación y para recibir el predio permanente en la Bienal de Venecia, sigue a El Salvador para cumbre OEA y termina casi un mes en California, adonde acompañará el lanzamiento de un satélite construido por el Invap que hará la NASA para que orbite por el espacio. Nadie cree que Timerman se suba a ese satélite, embalado por la fruición viajera que ya lo debe haber convertido en el primer beneficiario del sistema de millaje. También entre los suyos, Cristina comentó detalles de la visita del ministro de Comercio de China, quien además de acompañar anuncios de ventas de aceites reprimidos de soja, le contó detalles tecnológicos a la Presidente, como las características del iPhone 5, que ya le presentaron al ministro porque se construye en China en el más cerrado secreto, salvo para funcionarios de ese nivel.
La decisión del nombre del candidato porteño, creen los tres postulantes -Amado Boudou, Daniel Filmus, Carlos Tomada- la Presidente ya la ha tomado y la guarda «in péctore» para acumular fuerzas en el público estirando la noticia. Los papeles que le han acercado alimentan, sin embargo, distintas opciones. Un escenario dice que Filmus fue el mejor competidor en un balotaje contra Mauricio Macri, pero con una diferencia mínima, dentro del error muestral. O sea, un escenario para la ansiedad hasta el último momento. La base de esta opción es lo que pasó en 2007, cuando el senador entró a la segunda vuelta y polarizó, aunque para perder, acumulando votos de todos los sectores del antimacrismo. Filmus fue ministro de Néstor Kirchner, pero ha acumulado facturas en Olivos, desde rechazar una extravagante candidatura testimonial a diputado por Capital hasta negarse en el Senado al proyecto de ley de inventario de glaciares que quería Olivos, con tan mala fortuna que ese voto le dio el triunfo a la oposición.
El otro escenario es que favorece la elección de Boudou con el argumento de que si hay que sacarle votos a Macri (60% en 2007) el mejor candidato es este ministro en quien se referencian adhesiones de sectores moderados que si migran del macrismo no van a ir directamente a Filmus. En una segunda vuelta Boudou, dice esta doctrina, sería mejor challenger contra Macri, el actual jefe que busca la reelección. Una parte de los votos de Filmus en 2007, agrega este documento a favor del ministro, se los ha llevado Pino Solanas y no los va a devolver ahora, con lo cual se debilita más la hipótesis a favor del senador. De Carlos Tomada no hay mucho documento pero sí mucho follaje de campaña; sesionó el viernes en el café El Histórico (en la ex Biblioteca Nacional de la calle México) y escuchó el informe de uno de sus estrategas sobre la visita que hizo a los cuarteles de Boudou. Con eso basta para entender por qué el «in péctore» de la Presidente no parece albergar el nombre del ministro de Trabajo, que igual sigue haciendo campaña hasta última hora olvidando que es funcionario; por eso llega y se va de los actos acompañado por una caravana de autos de custodia (tres, que se suman al que usa él).
Boudou amagó con muchos cierres de campaña en el fin de semana, pero el que más entusiasmo le acercó a su comando es la caminata improvisada que hizo el sábado a la noche por la calle Corrientes. Había estado en el hotel Bauen acompañando un acto del Partido Intransigente, que le dio su apoyo pero nada de comer. Ya era la hora de la cena y se le ocurrió al ministro salir a buscar un lugar. Arrancó en Callao y le gustó lo que veía; la gente lo paraba, le pedía fotos. Se detuvo en el complejo de La Plaza y arreciaron los abrazos y apretujones. Pero la pizza no aparecía; estos apretujones de campaña son el alimento del candidato, pero sus acompañantes querían que terminase. En eso, llegó hasta el Obelisco, adonde un parroquiano le gritó: «¿Sos Boudou, el del cartel?», señalando a una gigantografía que luce en ese paseo. Arrastrado por sus acompañantes lo embutieron en el Palacio de la Pizza, a la altura de Esmeralda, en donde recién pudo sentarse y abatir una margarita con tomates naturales.
¿Cómo no va a creer que gana con ese entusiasmo callejero? Lo mismo debe haber pensado Macri cuando ayer apareció en un palco de la Bombonera para un día de suerte, triunfo ante River con gol de Palermo. Se mostró con políticos (Marcos Peña, Enzo Pagani, Daniel Angelici, Andrés Ibarra) y familia, algo que no se vio por TV, que eligió mostrarlos al presidente del club, el kirchnerista Jorge Amor Ameal y al ministro Florencio Randazzo -antes, cuando las emisiones las hacía otra empresa, sólo se mostraba a Francisco de Narváez-, y aprovechó los festejos como si fueran para su candidatura. Se enteró twitteando que el resultado había herido a los enemigos; el testimonio más duro fue el mensaje que colgó de esa red Luis DElía, que dijo: «River perjudicado por el árbitro Loustau. @CFKargentina (un pedido a Cristina de Kirchner) echalo a Marcelo Araujo duhaldista bostero de m.... Aguante River y Almeyda carajo».
Macri venía de anunciar el fin de semana el nombre de María Eugenia Vidal como su compañera de fórmula. La decisión la amasó durante días y terminó -como ocurre cuando un cacique elige entre uno de la tribu- con el enojo de los descartados en la elección. El jefe de Gobierno hizo la habitual ronda de café antes de resolver algo en sedes originales, por ejemplo, dialogando con aliados y consejeros en su auto mientras lo trasladaban de un acto a otro (hubo un circuito entre el Jardín Botánico y el barrio sur) o con interminables charlas telefónicas. Terminó plegándose al consejo de su asesor ecuatoriano, Jaime Durán Barba, recogido también de interminables «focus groups» (consultas a grupos cerrados sobre ideas y personas) que dice algo así: 1) la vice tiene que ser mujer porque ablanda la dureza del perfil de Macri ante el público. Acá perdieron los postergados Diego Santilli y Hernán Lombardi). 2) Vidal ayuda a responder a los mayores reproches que recibe Macri en su gestión que son los relacionados con el desarrollo social y la pobreza.
Las mujeres de número dos en las elecciones porteñas le han dado suerte a quienes ganaron. Aníbal Ibarra la tuvo a Cecilia Felgueras (otro cuadro del PAMI ligado como Vidal a Horacio Rodríguez Larreta) y Macri ganó con Gabriela Michetti. ¿Por qué Macri iba a quebrar esa cábala? Terminó enojando al sector peronista de sus seguidores, que escucha mucho a Duhalde, que reinstaló su comando en el club San Juan. Esta fracción empujaba por Santilli con el argumento de que poner un vice peronista servía a dos propósitos: 1) lanzar una señal para las elecciones nacionales y romper el aislamiento del macrismo en el distrito; 2) robarle al kirchnerismo un sector de los votos peronistas que se han resistido siempre a apoyarlo a Filmus por su pasado comunista. Se alimenta también este sector de los mensajes que salen del club San Juan que dicen que Duhalde puede ser quien reciba los votos que dejó vacantes la salida de Macri de la pelea presidencial. Eso no termina de convencerlo a Macri de acercarse al peronismo, ganado hoy su corazón como parece por el ala más gorila del macrismo, y frena el proyecto de respaldar una fórmula presidencial Solá-Michetti o Solá-Federico Pinedo, cuya conveniencia el exgobernador bonaerense trató de explicarle en persona (y en vano) durante la semana a Macri. Espera más bien alguna forma de referencia en otra fórmula en ciernes: Duhalde-Redrado.
Yenga para Massa. El anuncio de este diario hace dos viernes parecía adelantar una guerra fiera para el gobernador, pero en una semana le sacaron todos los apoyos. Eso endureció la agenda de Daniel Scioli, quien pudo escuchar de boca del propio Hugo Moyano: «No me hago cargo de los dichos de Omar». Fue en una cita a solas del gobernador y el jefe cegetista que, menos mal, ocurrió antes de la andanada presidencial contra el camionero del jueves pasado. De esa cita salió Scioli seguro de que no hay apoyos sindicales para el proyecto del alcalde de Tigre de presentarse contra él en la primaria a gobernador. Ya a esa altura, Scioli había aferrado la alianza con el ministro «Cacho» Álvarez, que Massa quería como compañero de fórmula y había bajado a varios intendentes, a los que halagó en un acto en Ituzaingó en la mañana del viernes.
Ayer parecía frustrado ese proyecto y permitió que el gobernador atendiese su fin de semana sin distracciones: el viernes, entrenamiento de tenis con Ricardo Cano para el desafío mayor con Gastón Gaudio, y ayer fútbol en La Ñata contra un fiero adversario, el equipo integrado por el «Colorado» McAllister, el «Gato» Mignini (ex Chacarita) y Fernando Gamboa (ex Boca). En la sobremesa, poco política, deslizó que esta semana se tomará un café con Massa, de quien dijo es amigo desde hace muchos años y que juntos van a hacer lo que sea mejor para la provincia y para el país. O sea que el capítulo Massa es capítulo cerrado.
Raro caso el de Julio Cobos. Y muy radical desde ya. Dejó la candidatura presidencial que hace un año lo tenía como número puesto, y ganador. Amaga con irse a la casa, y los radicales lo acompañan como si mantuviese ese halo que ya no tiene. Es una característica que diferencia a los radicales de otros partidos y del peronismo antes que otros, adonde el perdedor es expulsado a las tinieblas exteriores. Ocurrió con Raúl Alfonsín, que a pocos meses de dejar (deshilachado) la presidencia en 1989 se convirtió en animador de multitudinarios quinchos de correligionarios que lo habían acompañado en caravana a Chascomús cantando su nombre. Ahora Cobos junta radicales que quieren escucharlo como si nada hubiera pasado, como el jueves en la peña del restorán Lalín que comanda desde hace más de 20 años el exdiputado José Bielicki bajo el rótulo de Grupo Progreso (nació en el club del mismo nombre, pero migraron en busca de mejor, y más barata, gastronomía).
Lo escucharon conspicuos conmilitones como Enrique Olivera, la exvicegobernadora bonaerense Elva Roulet, Julia Constenla (biógrafa de Alfonsín), el constitucionalista de procedencia demoprogresista Félix Loñ, la nonagenaria y emblemática diputada feminista Florentina Gómez Miranda, el candidato a diputado por la Capital y ascendente estrella del nosiglismo Hernán Rossi, Fernando Blanco Muiño, Humberto Bonanata, Héctor Grinspun y Diego Barovero, que concurrieron a «bancar» a su referente acostumbrados a ponerle el pecho a la casi desterrada animadversión que solía despertar el mendocino en territorio alfonsinista.
El almuerzo -ajustado a la economía modesta de un partido con diez años en el llano y escasa expectativa de cambio en ese sentido- consistió en una entrada típica española de fiambres y tortilla, un peceto con papas al horno como plato principal, y un postre consistente en un helado con manzana asada, regados con vinos de la bodega Norton. El vicepresidente ofreció primero un somero relato de vivencias personales, casi una minibiografía explicativa de sus orígenes y cómo accedió al radicalismo que culminó en el casi inesperado estrellato de 2003 al alcanzar la gobernación mendocina y de allí a la fórmula presidencial acompañando a Cristina de Kirchner.
Reiteró su crítica al proceso interno radical para definir el candidato presidencial, finalmente frustrado, porque en su opinión «debilita las posibilidades del partido de presentar una oferta competitiva en la primaria abierta y simultánea de agosto en la que muchos no creían y que yo pienso que es positiva para fortalecer a los partidos como la UCR. Ahora sinceramente no sé cuánta gente irá a votar en el cuarto oscuro si solamente está la boleta de Alfonsín», aunque señaló que con este último mantiene una cordial relación personal y ratificó que lo ayudará en la elaboración de propuestas para que «la Argentina aproveche esta coyuntura extraordinariamente positiva que se presenta pero en la que, si no se atienden las luces amarillas encendidas, podemos tener turbulencias». En las mesas, algunos dirigentes que por primera vez escuchaban a Cobos, quizá motivados por el prejuicio de considerarlo un extraño en un partido donde la genética es determinante, reconocían un discurso propio de alguien que «conoce de gestión y administración».
Final con quincho artístico. Durante un almuerzo en Módena para recibir a Mari Carmen Ramírez, la teórica más poderosa del arte latinoamericano recién llegada del Museo de Houston, se presentó Julio César Crivelli, sucesor de Nelly Arrieta en la presidencia de la Asociación Amigos del Museo de Bellas Artes. Para hablar ante las poco más de 20 personas reunidas en el encuentro, Crivelli se plantó frente a un micrófono y a un improvisado pupitre cubierto con un mantel negro. La formalidad resultaba excesiva en un ambiente donde todos suelen dialogar como pares, pero las noticias eran importantes: Ramírez dictaría un seminario que colmaría la capacidad del auditorio y, además, se anunció la remodelación del museo con una inversión que ronda los 2 millones de dólares. Crivelli aseguró que los cambios son radicales, pero también confesó que nadie puede afirmar que el público los aprecie.
«¿Cuál será la reacción de la gente cuando se inaugure en junio la planta baja, sin los cuadros del siglo XX que pasaron al primer piso, como la Colección Bemberg y, sobre todo, con colores decididamente estridentes en las paredes, como el verde esmeralda elegido para albergar las pinturas del XVIII y el rojo para de las de Goya?». Esta pregunta formulaba Crivelli y con razón, ya que hay cambios que les cortarán la respiración a los tradicionalistas. El director del museo, Guillermo Alonso, mostraba con alegría y con un espíritu positivo las perspectivas ampliadas y la lujuria del color. Lo rodeaba gente mundana, como Josefina Carlés, Marcela Costa Peuser y Roberto Amigo, conocedores del cambio de criterio acerca de que una caja blanca no siempre es lo mejor para mostrar arte. Entretanto, Mari Carmen Ramírez, que declaró en el New York Times que Frida Kahlo es una mala pintora, hablaba sobre las «vacas sagradas» del arte latinoamericano, entre ellas, Botero.
En otro orden de cosas, pero siempre relacionadas con el arte, se comentó que el Parlamento de Holanda aprobó que la princesa Máxima se convierta en reina si su suegra Beatriz abdica o se muere. Allí se destacó que al igual que Máxima, que tiene una hermana envidiosa, la princesa Catalina tiene una hermana que ganó triste fama aprovechando su casamiento con el príncipe Guillermo. Cuando Máxima llegó de visita con la familia real, Dolores Zorreguieta, su hermanastra artista (hija de la pensadora Marta López Gil) y radicada en Nueva York, realizó una muestra de arte erótico y casi pornográfico en la pizzería Filo. «Pippa» Middleton amenaza romper la imagen idílica de su hermana con la posibilidad de dedicarse al cine porno. Máxima se convirtió en mecenas de su hermana y llevó algunas obras al palacio; Dolores cambió entonces su estética de la mañana a la noche.
Vamos a terminar con un chiste de un grupo que siempre parece dar material para esta sección. Un día en un pueblo de Galicia el comisario decide contratar un ayudante, y se presenta Manolo, no precisamente el muchacho más brillante del poblado. El comisario le dice que, antes de contratarlo, va a hacerle un pequeño test de cultura general. Y pregunta:
- ¿Cuánto es uno más uno?
- ¡Once!
El comisario se queda cavilando, y pese a que no es la respuesta que esperaba, se la da por válida: «Tiene lógica», piensa. Y lanza la segunda pregunta:
- ¿Qué día de la semana empieza con la letra «M»?
- ¡Mañana!
De nuevo, la respuesta no es exactamente la correcta, pero el comisario piensa que Manolo volvió a acertar aún de manera heterodoxa. Finalmente, le pregunta:
- ¿Quién mató al emperador Julio César?
Manolo se rasca la cabeza, piensa un rato y admite:
- Pues que no lo sé...
- Vale, Manolo: vete a tu casa y trabaja en eso...
Manolo, feliz, se dirige a su casa y cuando llega le dice a su madre:
- ¡Madre, madre: no sólo acabo de ingresar a la policía, sino que ya me encargaron investigar un asesinato!