Charlas de Quincho
Si nadie muere en las vísperas, como decía un expresidente, todos se empeñan hoy en que eso sea veraz: a tan poco de las elecciones, ni el oficialismo ni la indistinta oposición hacen movimientos que puedan, para un lado u otro, torcer lo previsible.
En todo caso, tal como lo probó un opíparo quincho en el sindicato de porteros, engalanado por Amado Boudou, lo que sí busca el oficialismo es reforzar distritos díscolos, como el de la Capital. Del otro lado de la Gral. Paz, el gobernador Scioli lució más distendido, y deportivo; y con igual nivel de tranquilidad se celebró, en el fogón de Gabriela Michetti, un cónclave PRO-radical. De todo lo que se habló le contamos al lector. Y terminamos con quinchos elegantes, en uno de los cuales se tributó la despedida a una legendaria mecenas de las artes. Veamos.
El único testimonio de que en tres semanas el país elige nuevo Gobierno es la andanada de avisos de campaña, que parecen todos cortados por el mismo patrón, expresiones de deseos con subtítulos y suspenso en cada spot hasta el final como para que el público adivine de qué partido se trata, algo que contribuye a la confusión porque, salvo alguna leyenda extravagante, los dichos podrían suscribirlos todos los candidatos. Las distintas tribus aprovechan la molicie con la que transita esta rara campaña para dedicarse a cultivar nichos de votos, convencidos todos de que la pelea es por posiciones legislativas porque el ticket mayor ya lo resolvió el público en las primarias del 14 de agosto. La megaencuesta en que consistieron esas elecciones ha producido en todos los dirigentes una sensación de alivio porque -por primera vez en su vida- les resolvió el desvelo perpetuo que tuvieron siempre acerca de qué ocurrirá en el futuro.
Tener por descontado ya un resultado los ha aliviado de angustias porque han quedado liberados de las dudas sobre el futuro, que es sobre lo que siempre montaron sus posiciones. Es una rareza de tantas de la política argentina, que ha inventado esto de elecciones con resultado cantado. Hay en los dirigentes además otra razón para el alivio, pero que, por inconfesable, nadie reconocerá nunca. Es el que produjo en todos la sentencia de absolución a Carlos Menem en el caso de las armas. Ni aun quienes fueron críticos ácidos del expresidente en este affaire dejan de reconocer por lo bajo que es una sentencia liminar porque dio por tierra con sobreseimientos a una causa muy politizada y que en el nivel mediático en el que se tramitó durante 16 años había condenado a los imputados. Eso les hace pensar que si a Menem, criticado por todos especialmente en la prensa, no lo condenaron, será difícil que eso ocurra en casos menos demonizados por la prensa. Es una especie de amnistía general que, claro, nadie reconocerá como un beneficio colectivo para los políticos que se despiertan todas las mañanas y se desayunan tomando los diarios con manos temblorosas para conocer a quién ejecutaron ese día.
Cristina de Kirchner, distante como nunca de la campaña proselitista, ya mandó a decir que sólo hará actos de gestión hasta el viernes, cuando comienza la veda para corte de cintas en campaña, y que navegará en paz hasta el 23 de octubre. No la terminan de convencer de que haga un acto gigante de cierre en algún estadio; cree que cualquier desliz puede perjudicar su camino tranquilo a la reelección. El fin de semana se fue a Río Gallegos con algunas carpetas para resolver lo que todos esperan: el armado del nuevo gabinete después del 10 de diciembre. En el centro del estilo Kirchner está aventar las rencillas internas entre funcionarios y lo último que haría la Presidente es alimentar peleas por puestos que quedarán vacantes con la salida de funcionarios hacia bancas legislativas. Por eso se analiza en Olivos hacer el anuncio de los elencos antes del 10 de diciembre y apenas se conozcan los resultados del escrutinio definitivo, es decir después del 7 de noviembre. Sabe que en las oficinas públicas se levantan apuestas, pero en realidad nadie conoce nada acerca de esos cambios, salvo el polémico Guillermo Moreno, quien le adelantó esta semana que pasó a un grupo de empresarios que lo visitó, que probablemente deje la Secretaría de Comercio el 10 de diciembre y pase a ocupar la Administración de Medios (el ex COMFER) que dejará Gabriel Mariotto para ser vicegobernador de Buenos Aires. «Pero no se ilusionen -ironizó ante ese grupo de hombre de negocios- va a venir aquí alguien que hará lo mismo que yo». Al resto de las especulaciones mejor no darle cabida en estos quinchos que se caracterizan por dar información que nadie nunca desmiente.
En la soledad de Gallegos, Cristina se dedicó también a atender cuestiones personales en su casa de la calle Mascarello y a una visita recoleta, apenas acompañada por un custodio y un arquitecto de la empresa de Lázaro Báez, a las obras de construcción del mausoleo que se está montando a marchas forzadas en un terreno del cementerio de la capital santacruceña cedido por la municipalidad, en donde descansarán, después del 28 de octubre, los restos de Néstor Kirchner. Paseó por las obras que están sobre los fondos del cementerio y que se alza por sobre los otros panteones y tumbas, recibió explicaciones del arquitecto que designaron para acompañarla en la visita del sábado, y dedicó unos minutos a visitar el actual panteón en donde están temporariamente los restos del expresidente. No la acompañó ningún familiar y después de una visita que no duró más de una hora se recluyó en su casa. Las tribulaciones del cargo, más el duelo por la muerte de Néstor, no le han permitido a Cristina, según sus entornistas, dedicarse a montar esa casa que después de todo es su domicilio real.
Sus escuderos en la campaña se dedicaron, como todos los fines de campaña, a cultivar nichos de votos en distritos donde el kirchnerismo tiene que ocuparse en serio si quiere sacar la mayoría de los legisladores en disputa. Es lo que hizo Amado Boudou el sábado, cuando apareció en el escenario de una de las cenas típicas del sindicalismo criollo, la que todos los años organizan los Santa María, caciques del gremio de los porteros, para festejar con miles de afiliados el día de esa ciencia, que también es un arte, de la portería de edificios. Esta vez la fiesta se trasladó a un salón en Costa Salguero, abandonando la costumbre de años anteriores de hacerla en La Rural. Hace un par de años, para disgusto del organizador, se le apareció el dueño de casa, Francisco de Narváez, y saludó como si fuera un novio. Eran otros tiempos y los Santa María orbitaban con otros proyectos; igual esa presencia del «Colorado» motivó la salida del salón de varios kirchneristas, entre ellos un ministro que aprovechó a pasar a un local contiguo de La Rural en donde se hacía una cena de la Policía Federal y fue también bienvenido. En realidad el gremio de los porteros se mantiene siempre en el mismo lugar; presume de ser clave en la gobernabilidad de la Capital Federal y es cortejado por todas las fuerzas políticas. En este turno, es la base del proyecto del kirchnerismo de hacer una buena elección en la Capital que haga rentable el hecho de arriesgar nada menos que al viceministro de Economía en la cabeza de la lista.
La presencia de Boudou motivó que todo el peronismo porteño se agolpase en las mesas más cercanas a la principal, en donde lucieron, además del ministro, Carlos Tomada, Feletti, Daniel Filmus, Juan Manuel Olmos, Roberto Secundino Digón (del tabaco y de Boca), el legendario «Oso» Carlos Monti, organizador de las más recordadas comidas del peronismo, Juan Pablo Schiavi, Raúl Garré (hermano de la ministro Nilda y jefe de su gabinete en Seguridad); el sindicalista de los empleados públicos Andrés Rodríguez, Eduardo Valdez (exjefe de gabinete de la Cancillería); Guillermo Oliveri, secretario de Culto y enlace entre la Cancillería y el Congreso; las candidatas María del Carmen Bianchi (esposa del cónsul en Miami Miguel Talento, que además ronca fuerte en el PJ porteño pese a la distancia), y Mara Brauer (se postula de la mano de Filmus), Fernando Grill y «Juanchi» Zavaleta (escuderos de Boudou en Economía), Martín Olmos y su madre «Keli» Olmos y otros personajes como la legisladora porteña Silvina Pedreira que representa a Víctor Santa María nada menos que en nueve comisiones de ese cuerpo, en donde la suelen señalar como la clave para que los dictámenes que pide el PRO tengan aprobación. Maldades que dicen de ella, y su jefe, y que siempre negarán.
La cena fue multitudinaria y dio para más de un corrillo, pero todos con tema dominante: el futuro del PJ en la Capital Federal. En noviembre próximo vence el mandato de las autoridades y la orden que viene de arriba (Olivos) es que haya una lista única para la nueva cúpula. La gravitación creciente de Boudou despierta en muchos la idea de que podría ser él el nuevo presidente de esa formación, pero quienes lo escuchan todos los días frenan esas presunciones. Si Bou-dou es vicepresidente, afirman, lo último que querrá -sea el proyecto que tenga en lo político para el futuro- será anclarse en un distrito. y menos en la Capital, que es un calvario perpetuo para el voto peronista. Igual todos reconocen que el liderazgo a que se someten hoy los justicialistas del distrito respecto del ministro es un envión que en campaña es muy conveniente. Por su peso junto a la Presidente, además, sirve de pantalla para movimientos por debajo que, sin ese padrinazgo, serían más costosos. Por eso, hasta nuevo aviso, los peronistas del distrito dirán que Boudou es el jefe informal del peronismo porteño. Esto ya tiene sus consecuencias. Por ejemplo, la ausencia en la cena de los Santa María de los dirigentes identificados con la agrupación La Cámpora. Estaban invitados pero hicieron notar que no iban a esa cena. Para algunos esa agrupación no tiene existencia formal, ni sede ni autoridades visibles, salvo la referencia a Máximo Kirchner, que vive en Santa Cruz, y cuando se producen estas algaradas masivas como la cena del sábado en Costa Salguero, queda más en evidencia que es más un símbolo de pertenencia para dirigentes sueltos del kirchnerismo que un grupo político convencional.
No muy lejos de estas especulaciones entre políticos, porteños y mirones de la política, Daniel Scioli trató de retorcer su método de avanzar hacia adelante con su agenda de actos por los partidos de Buenos Aires, como forma de disipar otras especulaciones venenosas que buscan alejarlo de su compañero de fórmula Mariotto. No sabe de dónde surgen esas que cree son fantasías y las remite a la angustia de los periodistas por llenar huecos vacíos; si no hay una interna, crearla para ver cómo reaccionan los implicados. Ante las publicaciones del fin de semana fue cortante con quienes le acercaron respuestas para dar ante esas presunciones de peleas internas. «Acá no hay internas, y si hay una interna, echo a alguien y se terminó». ¿La consigna? Lealtad sin obsecuencia, insiste entre bromas y veras. Muchos de los observadores de Scioli no terminan de entender que es un personaje de la política que entiende que su método es infalible: nunca hablar de políticas, evitar internismos y acumular millajes récord en actos y visitas a municipios (cada semana visita a más intendentes, de a treintenas). Otra característica es que Scioli dice hacia afuera lo mismo que en la intimidad; por eso parece a prueba de «WikiLeaks», porque nunca lo pescarán en una contradicción. Con ese ánimo acumuló actos en el conurbano y, de paso, partidos de fútbol en su residencia de La Ñata, el viernes con un equipo de La Matanza, el sábado con un equipo de estrellas que le acercó al «Pipa» Gancedo y ayer con amigos. Por supuesto que juntó victorias de su equipo de Los Piqueteros de la Villa La Ñata, con quienes se rió sobre las leyendas de peleas en su espacio. Terminó esa jornada futbolera con la visita del campeón olímpico de ciclismo Walter Pérez, que será el abanderado de la delegación argentina a los Panamericanos de Guadalajara, que estaba entrenando en unas calles cercanas a la residencia del gobernador que reciben el nombre de Camino de los Remeros. Este Pérez vio luz, entró, le sacaron fotos y siguió con el fatigoso entrenamiento que los gendarmes no les dejan practicar a los ciclistas en las autopistas. Les hacen la boleta como a cualquier conductor que se sale de la ley.
Menos afectados por el destino de las urnas el 23 de octubre, algunos opositores encontraron tiempo en esa descansada campaña para el entretenimiento sin prisa, por ahora, política. Gabriela Michetti encendió la parrilla del patio de su casa en la calle Pasco para unos choripanes que propinó a un grupo de amigos para un recital insólito, el que dio el trío criollo que conduce el empresario sojero Gustavo Grobocopatel y que integran dos violeros de Carlos Casares. El repertorio es de milongas camperas y estilo y bastante del repertorio de Atahualpa Yupanqui, ejecutado con máxima ortodoxia para deleitar, entre otros, a los radicales Ernesto Sanz y Oscar Aguad, el economista Ernesto Kritz -experto en pobreza y otros indicadores que gustan a la oposición- el economista radical Ricardo Arriazu, el banquero Jorge Brito (h) y, entre otros amigos, la actriz Leonor Benedetto, además del novio de la diputada Juan Tonelli y del candidato a legislador porteño por el PRO, también economista, Rogelio Frigerio. Aunque la cita se justificó sólo en una celebración de amistad y la música, el grupo devanó las posibilidades de la oposición en futuros turnos electorales. La amistad de Michetti con Aguad y Sanz es toda una transversal que alientan como superadora de peleas entre partidos. Se suelen encontrar en las reuniones del RAP (Red de Acción Política), una ONG que intenta estar por encima de las formaciones tradicionales y que integran algunos peronistas como el salteño Juan Manuel Urtubey. Michetti es una de las encargadas junto a Humberto Schiavoni y Emilio Monzó, del armado nacional de la candidatura de Mauricio Macri en 2015, proyecto que ya está largado. Sanz fue, en su momento, el promotor de una alianza de la UCR con Macri que frustró Ricardo Alfonsín cuando dijo que Macri era su límite. Defraudó ese dictamen con su peregrina alianza con Francisco de Narváez quien, en punto a ideología, significa algo muy parecido al jefe porteño. Debió estar en esa cena-recital el candidato PRO a diputado nacional Federico Pinedo, que desde el miércoles está reponiéndose de una dolencia que recién hoy lo tendrá de nuevo en funcionamiento.
Sanz se fue de allí a «tierra santa», que es como designa él a Mendoza. Tenía que estar ayer en el principal acto de campaña para todos los candidatos de su distrito, el aniversario de la ciudad en donde él vive, San Rafael. Esa fiesta, un magnífico asado para centenares de invitados, juntó al candidato del kirchnerismo «Paco» Pérez -a quien el viernes le hizo coaching en persona Juan Carlos Mazzón, quien se juega todo al triunfo de este postulante que acompañó a Cristina de Kirchner a Nueva York hace diez días-, al radical Roberto Iglesias y al conservador Luis Rosales, que va con una lista que mezcla al partido Demócrata, al PRO y a los Rodríguez Saá. Estaba, claro, el gobernador saliente Celso Jaque, quien fue el único político que habló junto al presidente de la cámara de comercio local. No hubo micrófono para nadie más siguiendo la tradición de esa fiesta que se quiere apolítica pero que esta vez fue una vidriera de campaña. Los radicales festejaron el retorno a los actos del reelecto intendente de la capital provincial, Víctor Fayad, a quien muchos de sus correligionarios ven como demasiado amigo del Gobierno pero que al final termina siendo un radical K que trabaja para la UCR. También celebraron que Iglesias haya terminado imponiendo el debate sobre el corte de boleta para escapar al demonio de Alfonsín, de quien cree que puede ser víctima ante otras chances presidenciales. Como en otros casos en otros distritos, la consigna es que Cristina ya fue electa y que ahora lo que falta es decidir al gobernador. El kirchnerismo, por su lado, descree del efecto de estas invitaciones al tijeretazo y cree que podrá retener a Mendoza para el peronismo. Esta pelea mendocina es divertida por los ingredientes que tiene; es el distrito de Cobos, que se fue al kirchnerismo y regresó, del presidente del comité nacional de la UCR y también de un Iglesias que cumpliría algo inédito en las últimas décadas, que un gobernador repita mandato años después -Mendoza es un distrito en el cual está prohibida la reelección en mandatos sucesivos-. Entre las mesas de ayer en San Rafael, unos y otros se reconocían en los brindis como protagonistas de una de las únicas peleas cabeza a cabeza en un distrito grande. «Estamos militando como cuando teníamos 20 años», coincidieron peronistas, radicales y conservadores.
Comienza ya la competencia de eventos al iniciarse la temporada alta. El lunes por la noche en el clásico hotel Marriot Plaza hubo 400 personas en torno a una causa benéfica: la cena anual de la Fundación Haciendo Camino, que preside la hija del camarista penal económico y exdirectivo del Jockey Club, Roberto Hornos. Se focaliza en tareas sociales en las provincias de Santiago del Estero -específicamente en Añatuya- y en Chaco. Estaban presentes Alejandro y Bettina Bulgheroni, Saúl Rotsztain, el banquero Jorge Sánchez Córdova, Gustavo Grobocopatel y su esposa (que partieron raudamente a la avant première de la obra teatral «Los Kaplan» que ellos mismos apoyan), Juan Pablo Maglier, el exministro y exsecretario de Energía Carlos Bastos, entre otros. El momento más relevante en lo emotivo fue cuando Catalina Hornos relató con una inusual energía los detalles y las particularidades de la lucha contra la pobreza. Luego comenzaron los remates comandados por Martín Saráchaga de camisetas de Lionel Messi, de distintos clubes de fútbol autografiadas por sus celebridades, del club de polo La Dolfina, una camiseta de Los Pumas autografiada por varios de los jugadores que están ahora en Nueva Zelanda que movilizaron al auditorio. Ese mismo lunes se hizo la Noche Solidaria del Seguro en el Hilton. Hacía allí fueron el superintendente Francisco Durañona, el presidente de la Bolsa de Comercio, Adelmo Gabbi; Carlos de la Vega (Cámara de Comercio) y, por el mundo del espectáculo y el deporte, Soledad Pastorutti, Virginia Elizalde, Guillermo Andino, Ignacio Novillo Astrada, Rolando Schiavi, entre otros. Condujo el evento Sergio Goycochea. Se repitieron subastas de camisetas y hasta se llegó al extremo de que Soledad Pastorutti donó su poncho, con el que recaudaron $ 31.000.
El viernes, en el último piso de una de las tres torres que componen la monumental Terrazas de Portezuelo, Alberto Rodríguez Saá saludó -después de todo es candidato y no puede perder oportunidad alguna de mostrarse afable, como el sábado en el programa de Nicolás Repetto- junto a su novia, Delfina Frers, exmodelo y corredora de automovilismo, a los asistentes un acto de apertura de la llamada San Luis Digital. «¿Va a terminar arreglando con Cristina?», le lanzó un periodista. Se le adelantó al candidato la novia con un «No, imposible». El gobernador fue más allá: «Si la Señora ya ganó, el que es opositor debe tener un solo candidato. Ojo, el candidato va a ser el que elija. ¿Lo digo?, el que elija el señor Magnetto. Y bueno, si al pensamiento único se le permite decir Cristina versus Magnetto, eso se traduce como Cristina o Duhalde, porque Duhalde es Magnetto». Con la comodidad de estar de local, el candidato puntano a presidente, Rodríguez Saá, subrayó lo más que pudo: «Nunca fui amigo de Duhalde». Insistió en un acuerdo con Francisco de Narváez que justificó en estos términos: «Nosotros tenemos una fórmula que fue proscripta. Teníamos la opción de buscar otro candidato para apoyar en Buenos Aires y ese otro, sin dudas, tiene que ser De Narváez y nadie le pidió como contraprestación nada. Ahora, si lo vamos a apoyar, le tenemos que hacer la pregunta: ¿che, no te gustaría apoyarnos en la otra a nosotros?». ¿Y si no gana? «Si no soy presidente, me voy a vivir a las sierras aquí cerquita».
¿Y cuál podría ser su función?, le insistieron: «Nada, nada. Ninguna. Soy muy respetuoso de nuestro candidato a gobernador de San Luis, Claudio Poggi». Trató, como todos los candidatos, de ensayar algo de futurología: «Yo voy a seguir acompañando a la oposición. Tenemos chances de ganar en Mendoza, estamos segundos en La Rioja, y tenemos una buena posición en San Juan. Vamos a tener un buen bloque de legisladores nacionales». ¿Y no teme que Poggi sea un nuevo Martín Buzzi? (sucesor de Mario Das Neves a la gobernación de Chubut que busca nuevos rumbos). «Es problema de él. Él sabrá qué dirección le conviene a la provincia. Yo voy a acatar».
Aunque en estos quinchos no se cuentan noticias ya publicadas, merece una viñeta, por el relieve del hecho, la cena anual de la Asociación de Amigos del Museo de Bellas Artes, que se hizo bajo el lema «Pasión por el arte». Julio Crivelli, el flamante presidente de la Asociación Amigos del Museo Nacional de Bellas Artes, decidió despedir a la ya legendaria Nelly Arrieta, que acaba de renunciar a su casi vitalicia conducción.
La glamorosa fiesta se realizó en el museo, y monseñor Guasta, con su silla de ruedas, le dio la bienvenida a la agasajada. Antes del cóctel, los deberes: la caravana integrada por 400 invitados recorrió las salas recientemente restauradas y pintadas con colores vívidos que acentúan el esplendor del arte que atesora el museo. Los embajadores de Francia e Italia llegaron casi juntos enfundados en sus smokings y se sumaron a las elegantes mujeres, con sus joyas titilantes entre volados de gasas y faldas con media cola de colores tenues.
La ambientación de la fiesta estuvo a cargo de Gloria César, en su diseño, dramático y apasionado, todo era rojo, como la sangre. Desde un escenario también rojo, Guillermo Alonso, director del MNBA, pintó con palabras el perfil de la homenajeada, genuina amante de los juegos y disfraces. Acaso para darle el gusto, entre las mesas circulaban sus nietos, María, Milagros y Carlos Blaquier, con máscaras de artistas famosos. Josefina Blaquier cruzó su pelo rubio con pinceles de colores distintos; Pela Hernández mostraba un sombrero que evocaba a Xul Solar; mientras su acompañante optó por ponerse una araña en la cabeza, igualita a la «Mamam» de la artista Louise Bourgeois que se exhibió en la vereda de la Fundación Proa de La Boca. Absorta, y paralizada frente a la araña quedó Adriana Rosenberg, la directora de Proa. Estaban Teresa Bulgheroni, Flavia Martín, Mauricio Wainrot, Gino Bogani, Orly Benzacar, Liliana Porter, Nicolás García Uriburu, María Casado, Alberto Sendrós, Nicola Constantino, María Garciarena, Guido Parissier, Cristina Carlisle, Ricardo Calderón, Magdalena Cordero y los hermanos Neuss, tratando en vano de comunicarse en un salón donde tronaba la música. Recién pudieron hablar durante la comida, entre el lomo y los helados, los entendidos reconocieron que Claudia Caraballo podría convertirse en mecenas del museo, mientras Cristiano Rattazzi y Pablo Roëmmers secreteaban sobre cuestiones políticas. Cuando llegaron los postres, se recordaron las batallas entre Arrieta y algunos directores del museo. «Todo pasó, todo es efímero», observaron con filosofía.
Como faltan globalidades en esta entrega, dirigimos la atención del lector hacia la reunión de 5.000 delegados de todo el mundo en Panamá para participar de la última reunión preparatoria de la Cumbre Mundial sobre Cambio Climático que se hará en Durban, Sudáfrica. Entre ese malón de funcionarios hubo una representación del grupo de los 77+China que coordina la Argentina (es un bloque de 132 países), que se agolpó, con el embajador Jorge Argüello a la cabeza, en el Centro de Convenciones Atlampa. Consumiendo hectolitros de roncola (ron con cola), ron con ginger ale y vinos argentinos, tamales de gallina y cerdo (les llaman en Panamá «sancocho»), los delegados del grupo pudieron escuchar el interés que tiene la Argentina en esa cumbre a la que asistirá, si reelige en el cargo, Cristina de Kirchner para defender la posición del país sobre esta amenaza al planeta, que sostiene que los países desarrollados son los responsables del calentamiento global a la vez que los emergentes son los que sufren las consecuencias. Ésa será la bandera en política exterior de un nuevo mandato kirchnerista, así como lo fue en el primero la pelea por la abolición de las paraísos fiscales.
Vamos a terminar con un chiste de la línea suave:
Un hombre amish (esa comunidad religiosa norteamericana que vive apartada de la sociedad) sale por primera vez a la calle junto con su hijo, y se deciden a visitar un shopping. Asombrados, miran todo lo que se les pone ante los ojos, y en un momento se detienen ante las puertas corredizas de un ascensor.
-¿Qué es esto, padre? -pregunta el chico, maravillado.
-No lo sé -responde el hombre-. Jamás vi algo así en mi vida.
Mientras ambos miran con los ojos muy abiertos el frente del ascensor ven llegar a una anciana caminando lentamente con su bastón. La mujer entra en el ascensor, acciona un botón, las puertas se cierran, y padre e hijo observan cómo unos pequeños círculos luminosos con números, ubicados sobre las puertas, se van encendiendo sucesivamente. Luego, después de que esos mismos círculos se vuelven a iluminar, pero en el sentido inverso, las puertas se abren y sale del interior una rubia espectacular de pechos prominentes.
El chico se queda pasmado y le vuelve a preguntar al padre:
-¿Pero... qué pasó?
-No lo sé -dice el padre, también maravillado-. Pero andá a llamar ya mismo a tu mamá.
A bordo del automóvil, Cristina de Kirchner visita el futuro emplazamiento del mausoleo en el cementerio de Río Gallegos donde reposarán los restos del expresidente.