Charlas de Quincho
Todo parece girar por estas horas en torno a la candidatura presidencial: hasta en un almuerzo con un ilustre visitante la Presidente habló del tema. También hay inquietud -y se refleja en las charlas- sobre quién la acompañará, quiénes serán los postulantes oficialistas a legisladores y hasta se cuenta el caso de un gobernador que hizo una insólita promesa.
Como es habitual en fines de semana largos, dividimos la entrega de esta sección en dos partes (la segunda, con la edición de mañana). Todo parece girar por estas horas en torno a la candidatura presidencial: hasta en un almuerzo con un ilustre visitante la Presidente habló del tema. También hay inquietud -y se refleja en las charlas- sobre quién la acompañará, quiénes serán los postulantes oficialistas a legisladores y hasta se cuenta el caso de un gobernador que hizo una insólita promesa. Pero no todo es oficialismo: el principal candidato opositor se reunió con expertos venidos de afuera, y el jefe de Gobierno porteño selló la paz con un diputado propio que se resignó a la «lista corta». Veamos.
Al fin habló Cristina de candidaturas, pero lo hizo en términos tan elípticos que dejó más confusión que la que ya había. Fue el lunes pasado en el almuerzo que le dio a Ban Ki-moon, secretario de la ONU, en la Casa de Gobierno. El visitante le comentó: «Parece que los dos estamos ante elecciones, señora». Respondió ella: «Sí, pero la diferencia entre nosotros dos es que usted ya es candidato; en cambio, aquí el Partido Justicialista todavía no ha decidido quién será su candidato a presidente». Suficiente para inquietar las aguas en esa mesa que compartían hombres fuertes, como Daniel Scioli y Jorge Capitanich, señalados por los mirones de la política como quienes saben algo más de lo que admiten. Rieron ante este cruce de frases con carga de ironía, que dejó afuera a un testigo mudo de la mesa, que es José Pampuro, hoy presidente provisional del Senado -un virtual vicepresidente por la migración de Julio Cobos-, que espera alguna señal sobre si renovará la senaduría por Buenos Aires, irá a Diputados o si le ofrecerán, si ganara el oficialismo la reelección para algún peronista, el consuelo de alguna embajada.
Si fuera por él, admitiría ir a Washington, ciudad en la que vivió y cuya embajada acaricia desde hace tiempo. Sabe que en estas horas hay movimientos de nombres en la Cancillería y también que el actual representante, Alfredo Chiaradía, alguna señal ha mandado de que querría otro destino.
Estos diálogos resbaladizos en el quincho más encumbrado que se pueda imaginar hoy -la Casa de Gobierno- dispararon leyendas que los protagonistas se encargaron, con las horas, de desmentir. Capitanich, por ejemplo, se rió de la que le atribuye haberle dicho a su gabinete que debían prepararse para su emigración hacia Buenos Aires. «Soy como Néstor -decía- no hago reuniones de gabinete, así que mal puedo haberles dicho algo sobre eso». Igual el «Coqui» chaqueño es el dueño de un escenario que puede ser el del reconocimiento por parte de Cristina de su candidatura presidencial: tiene previsto que mañana la Presidente lo acompañe, como un seleccionado de gobernadores, en un acto que está agendado por la tarde en la Casa de Gobierno de La Plata. Allí las autoridades del sistema estatal de medios -en donde están Capitanich y también Gabriel Mariotto, señalado como presunto compañero de Scioli en la candidatura a la gobernación- anunciarán el primer gran envío de la polémica ley de audiovisuales, la licitación de 200 emisoras de radio y TV abiertas que están vacantes en todo el país; la mitad irá para los privados y la otra mitad para las entidades sin fines de lucro (universidades, iglesias, sindicatos, ONG de todo pelaje). ¿Es imaginable un retablo mejor para, en un mismo acto, lanzar la reelección? El Gobierno maneja con tanto sigilo estos movimientos que todo puede ser.
Con el mismo sigilo Cristina logró irse a Río Gallegos el viernes, cuando todo parecía en contra por la odiosa columna de ceniza del volcán chileno. Quería pasar el Día del Padre en Santa Cruz; su hijo Máximo había mandado decir que no podía viajar a Buenos Aires; renació de sus cenizas el Tango 01, que partió a media mañana de ese día, después de que la Presidente hubiera atendido la agenda complicada de esta semana, que incluye su presencia hoy en Rosario por el Día de la Bandera, el viaje de Julio Alak (sale hoy) y José Sbatella (se fue el sábado) a México a presentar la nueva ley de lavado -cubre ya 16 de las 49 recomendaciones del GAFI- y la partida hoy de Héctor Timerman a Nueva York a defender la soberanía en Malvinas en el comité de descolonización de la ONU.
Presentes en ese rico almuerzo a Ban Ki-moon en Casa de Gobierno, estos ministros trataron de recoger algo de información sobre lo que ocurrirá esta semana porque el viaje les hará perder el folklore del cierre de candidaturas. Sólo se llevaron chanzas que incluyen enigmas, sobre la confesión de un gobernador peronista que pelea este año su reelección ante la propia Cristina. Le dijo: «Si pierdo, no me vas a tener que fusilar porque antes yo me suicido». Con pareja amargura escucharon las bromas sobre la última fecha del campeonato de la AFA, todo un alarde de argentinismo porque hizo más atractiva la pelea por el descenso que por quién se llevó la copa. Todo un espejo del alma criolla de competencias en donde son más divertidos los perdedores que los ganadores, como el show de Tinelli, un espectáculo de bailarines en el que ganan los que peor bailan y son eliminados -por el voto popular- quienes lo hacen mejor. Lo más divertido de esas bromas es la que dice que el equipo de River estuvo concentrado en la planta de Volkswagen porque querían aprender cómo se hace un gol. O la que lamenta que si ese equipo desciende, sólo habrá clásico en Boca en amistosos o en la copa de verano, porque el público no se va a creer que River-Boca Unidos (equipo de la B) pueda ser un clásico verdadero.
Antes de partir, la Presidente alcanzó a tomar un café con su canciller, nada que ver con candidaturas, a menos que se consideren como tales los relevos en cargos diplomáticos. Aunque los nombres se reservan con tanto secreto como las candidaturas a vices o a legisladores, el Gobierno piensa desencadenar en el próximo mes una andanada de designaciones en embajadas vacantes, todas destinadas a funcionarios de la Cancillería, en especial jóvenes que han sido ascendidos o lo serán para estos nombramientos. En ese café hubo risas sobre las especulaciones de los mirones sobre la acumulación de viaje o el silencio twittero de Timerman, algo que maneja el funcionario por las suyas sin indicación presidencial alguna. Los funcionarios que visitan a la Presidente no terminan de entender por qué no habla de su candidatura o por qué oculta quién la acompañará en la fórmula. ¿Lo saben quienes serán candidatos o los sorprenderá a ellos junto al resto del público?
Otra: ¿es posible que la Presidente revise, como se dice Casa de Gobierno que hará, las listas de candidatos a legisladores nacionales de todo el país y de las secciones electorales de Buenos Aires, recién el sábado próximo, fecha de cierre y que es cuando se conocerán? Se trata de centenares de nombres que en alguna carpeta o memoria de PC deben estar, seguramente ya ordenados según lugar en la lista. De otra forma, esa revisión puede ser tumultuosa, apresurada e imperfecta. Eso les hace creer que en realidad ya todo está decidido y que sólo falta el destape para terminar con las especulaciones. Del propio vértice del Gobierno es en realidad de donde salen esas especulaciones, que imaginan a la Presidente eligiendo vice entre tres escenarios: un peronista puro -eso alimenta las leyendas sobre Capitanich, Gerardo Zamora o Sergio Uribarri-, un sindicalista -hoy poco imaginable- o un funcionario- lo que le da oxígeno a la tira de secretarios de Estado que caminan con aire vicepresidencial. La Presidente puede elegir entre esos escenarios a un colaborador en la gestión, a un símbolo de sucesión o buscar una identificación con el peronismo. No es fácil, y eso explica seguramente el silencio más que la psicología barata que sale de plumas que creen que la decisión se hará según humores y temperamentos.
Scioli, que suspendió los deportes por el mal tiempo y por la acumulación de actos del fin de semana, se ocupó de lanzar un dardo claro en esta oscura trama de las candidaturas del oficialismo: apareció junto a los Moyano en un acto de la Juventud Sindical en Mar del Plata y pidió, en público, por una banca de diputado para Facundo Moyano, un hombre criticado por el Gobierno desde el estrado presidencial como autor de «extorsiones» sindicales cuando amenazó con paralizar el país si no le arreglaban un tema empresarial. Sorprendió este gesto del gobernador, que explicó en la necesidad de dar apoyo a este joven por sus condiciones de dirigente y de cerrar filas con el sector sindical. Esa movida marplatense encierra mucha miga política; hace rato que el peronismo de Buenos Aires que se referencia en Scioli decidió no confrontar más con Moyano, dar vuelta ese cañón y usarlo en su favor en la discusión de las listas de candidatos, tema de que hablará en pocas horas más el gobernador con la mesa chica de Olivos que integran, además de Cristina, Carlos Zannini, Héctor Icazuriaga y nadie más.
A pocos metros de ese quincho presidencial, en la modestia del comedor de la jefatura de Gobierno porteña, se cuecen las habas de la oposición. Allí hicieron lo más parecido a una paces, en torno al menú de catering que suele servir el anfitrión, Mauricio Macri y Federico Pinedo. Salió de ese largo almuerzo una decisión que no sorprendió: Pinedo será candidato a diputado nacional del PRO porteño en lo que llaman los periodistas una «lista corta», o sea que no irá colgada a ninguna nómina presidencial. Todo un desafío para este legislador conservador que es la víctima principal de la caída del proyecto nacional macrista, porque lo obliga a una elección a todo pulmón sin que ninguna otra lista o aliado lo ayude.
En ese almuerzo hubo ajustes de cuentas, en particular por los armados que ensaya en la provincia de Buenos Aires el primo del jefe de Gobierno, Jorge, que son de una confusión supina y pueden terminar con gente del PRO colgada de la lista de Ricardo Alfonsín, como es el caso de Cristian Gribaudo y otros macristas, como estuvo a punto de ocurrir con el propio Pinedo si hubiera aceptado ser diputado de las listas duhaldistas. Esto, le confirmó Pinedo en esa reunión a Macri, no ocurrirá porque se la juega solo. Lo único que quiere es que le admitan la elección de la dama que irá con él como segunda, que no viene de la política pero que posee enorme prestigio social en la Ciudad. Pinedo ya tiene el nombre pero se lo guarda; tampoco quiere que el resto de la lista de diputados nacionales sea una ambulancia de los macristas que se quedan sin cargo el 10 de diciembre. ¿Lo dejará Macri? Como la discusión pareció llegar a un límite, dedicaron el resto de la larga reunión a un debate sobre la forma de que el PRO llegue a ser un partido orgánico, que las próximas candidaturas las resuelva en internas auténticas y que logre un perfil que le permita lograr alianzas de manera más eficiente. Pinedo, que como conservador conoce el interior del país, sostiene la idea de que el PRO tiene que moverse en Buenos Aires y Capital, donde han fracasado hasta ahora en hacer alianzas, con la cintura que en el resto de los distritos en donde hizo alianzas.
Macri venía de reunirse el jueves a solas con Graciela Camaño, candidata a gobernadora de Buenos Aires en la tira duhaldista, en donde le impuso detalles de su único proyecto: ganar las elecciones y conservar el poder en el distrito. Todo lo demás es subsidiario y eso le quedó claro a la candidata, que se dispone a pelear una gobernación sin que le duela perder. «Me vienen bien dos años en mi casa para volver como diputada en 2015», le dijo a Felipe Solá la mañana anterior, quien ya la fichó para que en ese caso sea su asesora en la banca que el exgobernador conservará dos años más en el Congreso. En estas reuniones que mantiene, Camaño descarta la leyenda de que el Gobierno pueda lograr un fallo judicial para frenar las primarias del 14 de agosto, dado que ninguno de los partidos disputará nada por lo menos en lo que hace a presidente.
«Para suspender las primarias hace falta una ley y en el Congreso no hay votos para eso», explica. ¿Y un amparo judicial de un juez amigo? Eso, replica, no alcanza porque una de las claves de esa ley de primarias es la exigencia de que los candidatos saquen, para poder competir en la primera vuelta, el 1,5% de los votos emitidos el 14 de agosto. Si se frena la ley, se suspende ese piso, lo que haría imposible la primera vuelta sin exigencias. Por eso hace falta una ley que, dice Camaño, no saldrá.
Esta leyenda sobre la suspensión de primarias tiene autor en estas horas: lo dijo Ricardo Alfonsín desde una tribuna en San Justo, sin dar ninguna explicación de cómo sería. Repitió lo mismo en el quincho que improvisó el sábado a la noche en el Buenos Aires Grill, a pocos metros de su departamento de la avenida Santa Fe, adonde llevó a probar delicias de parrilla -las que le permite su tratamiento para no fumar, o sea que puede comer lo que quiera- al amigo americano que lo asesora, Michael Kullisheck. Este es el auxiliar del pollster Michael Axelrod, que circula como el principal coach de campaña de Barack Obama y que acercó a su equipo el encuestador Germán Esponda, que no se despega nunca de Ricardo. En esa cena escucharon las reflexiones del candidato Esponda (que es un experto en marketing bancario que viró a la política desde que se sumó al equipo de campaña), Javier González Fraga, Raúl Borrás (h), Guillermo Hörst y el entrerriano Naldi Caminos, entre otros.
Alfonsín está convencido de que el mapa político que saldrá del 14 de agosto será muy distinto del actual y que comprometerá más que nada al oficialismo, que está obligado a sacar los votos que dice tener en las encuestas. ¿Qué ocurre si Cristina no saca los 40 puntos que dice tener en encuestas, y saca 35, que ya es bueno para ir a la elección? Tendrá que pasarse la campaña explicando qué pasó, lo mismo que le puede ocurrir a Scioli si no saca los 20 puntos que las encuestas le dan por sobre Francisco de Narváez.
En esa reunión con el asesor norteamericano, Alfonsín se dijo atraído por algo que se le escuchó a Patricia Bullrich en un panel del IAEF (Instituto de Ejecutivos de Finanzas) el viernes, que después del 14 de agosto hay que hacer una campaña para que los candidatos que saquen menos votos se sumen a los que saquen más en la oposición. Es decir, admitir desde esa vereda lo que Néstor Kirchner quiso de estas primarias: que fueran la verdadera primera vuelta electoral para detectar, en lo que tendrá de encuesta, apoyos y rechazos sobre los que trabajar en el primer round. Kullishek escuchaba y anotaba (éste es primer viaje que hace junto a Axelrod, que llegó ayer al país) y ha dicho que quieren escuchar explicaciones sobre la realidad política argentina.
¿Ustedes no saben nada? No, responden los estadounidenses, nosotros estamos siguiendo por internet todo lo que pasa, miramos encuestas, y en este primer viaje vamos a hablar con todos. Después, cuando hagamos el diagnóstico, vamos a trazar la estrategia. ¿Habrá tiempo?, se pregunta Ricardo, que recibió al dúo ayer en su oficina, poco antes de atender a otro lenguaraz experto en globalidades de la política, el exministro de Planeamiento de Lula da Silva, Roberto Mangabeira Unger, que se ha querido acercar a los cuarteles alfonsinistas como Lula da Silva quiere acompañar a Cristina de Kirchner en algunos actos de campaña. No les debería llamar la atención, porque estos expertos venidos de afuera prefieren conocer poco del país al que vienen a asesorar a cambio de fortunas de honorarios. Buscan la dialéctica fría de cada situación y recomiendan acciones de confrontación. Si saben mucho del país, temen quedar enredados en discursos confusos, algo en lo que es feraz la Argentina. Todavía le tienen que estar explicando a estos norteamericanos cómo es eso de que Cobos es vicepresidente por el partido del candidato opositor.
En esas reuniones, con parrilla y sin parrilla, Alfonsín se rió de cómo parece condenado a los parecidos. No sólo los que explota con quien fue su padre, al que le usa no sólo los gestos, el bigote y los trajes. También al actor suizo que ilustra los afiches de la calle De la Providence de Ginebra, que parece un sosias del diputado. Llevó el miércoles a cenar al grupo que lo acompañó a la cumbre de la OIT (Gerardo Morales, Miguel Giubergia, Willy Hörst, Jorge Astone e Ivo Holsinger, estos dos son dirigentes de la rama gremial de la UCR), al restorán del Hotel de la Providence, en la calle del mismo nombre y a metros de donde vivieron Jean Jacques Rousseau y Jorge Luis Borges. Cuando entraron, de un par de mesas lo saludaron unos españoles («Alfonsín, Alfonsín») que lo reconocieron; pero el camarero creyó que era el mismo actor de los afiches de la calle y le abrió paso hacia su mesa a los gritos de «¡L'acteur!, ¡l'acteur!».
Vamos a terminar con un chiste aéreo. Una joven azafata, rubia y exmodelo, hace su primer viaje de cabotaje a una ciudad del interior. El avión aterriza, ella sale del aeropuerto, la combi de la compañía la lleva al restorán a cenar y después al hotel donde va a pasar la noche. A la mañana siguiente, el avión está listo par regresar a Aeroparque, el comandante -en el lobby del hotel- pasa lista del personal de a bordo y descubre que falta la rubia y novel azafata. La buscan por todos lados, pero nadie la vio desayunando. Después de varios intentos de llamarla al celular, a alguien se le ocurre hacer el intento llamándola a su habitación. Y la chica atiende, llorando desconsolada. El comandante le pregunta:
-¿Qué te pasó? ¿Por qué no estás lista para el vuelo?
-(snif) ¡Porque no puedo salir de mi cuarto! (snif)
-¿Y por qué? ¿Qué te lo impide?
-¡Es que acá hay sólo tres puertas: una es el baño, la otra es el placard y la tercera tiene colgado un cartel que dice «No molestar»!