Charlas de Quincho
La Presidente y dos regresos: al sur -tras los vaivenes de las cenizas- y al Twitter. Mezcló confesiones con una disculpa, y volvió anoche para tomar parte del acto por la AMIA.
En todos los quinchos se habló de la elección porteña, que tendrá segunda vuelta porque el Gobierno quiere en la Ciudad un piso del 28% para las presidenciales. El candidato que ganó la primera vuelta, por su parte, asordinó festejos porque quiere trabajar en superar los votos que sacó hace cuatro años en segunda vuelta. De todos modos, en una reunión de 500 empresarios que aportaron fondos para el balotaje explicó risueñamente por qué no ganó en la primera. En La Rural, en tanto, volvió la animación con mesas de todo tipo. En una de ellas se recordó a un militante (de verdad) del PJ. Veamos.
Que Cristina de Kirchner pueda viajar a Santa Cruz, hábito interrumpido por las columnas de cenizas que van y vienen, es una novedad, pero menor en relación con un dato que registraron sólo quienes se trasnochan en el tiki-tiki del teléfono o la computadora: volvió a ser una voz en el Twitter. El miércoles deslizó un «Hola. No escribía desde el 26 de octubre, en El Calafate. Él, desde el sillón, miraba TV y me decía ¡Otra vez con eso!». Desde entonces (fue un día antes de la muerte de Néstor Kirchner) había delegado ese canal en secretarios que subían sólo información oficial que el público ya conocía. En el sur cumplió con los rituales del luto, que compartió con una visita a la tumba de su amigo «Cacho» Vázquez («testigo de nuestro casamiento. Un amigo del alma», twitteó ayer, y hasta se permitió una disculpa inédita en esta presidente, dirigida a Ricardo Lorenzetti, presidente de la Corte, cuya presencia dijo no advertir en el acto de apertura de Tecnópolis del viernes: «En las fotos vi al Dr. Lorenzetti, presidente de la CSJN. En el revuelo de gente y cámaras, no lo distinguí. Sorry, lo hubiera anunciado».
¿Usará esta vía Cristina para adelantar sus pasos, tan complicados en el tiempo que viene? Tiene decisiones serias hasta el 14 de agosto -primarias- y también hasta octubre. Por ejemplo, irá este año en septiembre a Nueva York a la Asamblea de la ONU. Ése ha sido el foro predilecto de los Kirchner desde 2003 para sus pronunciamientos en materia internacional. Pero hasta ahora no se sabe nada de ese viaje. Nueva York, ha dicho siempre, era la ciudad predilecta de su marido, y quienes la rodean la ven con poco ánimo de visitarla, aunque pierda la oportunidad de mostrarse con mandatarios de todo el mundo y de dar el discurso anual sobre cuestiones globales. Los Kirchner se impresionaron cuando le escucharon decir a Lula da Silva que en las encuestas la mayoría de la gente no respondía con detalles sobre sus actos de Gobierno, pero que esa misma mayoría decía recordar las fotos que se sacaba en sus viajes por el mundo. Acá el temperamento y el luto -lo sigue respetando en la vestimenta- colisiona con la razón de Estado, por la cual los mandatarios tienen a veces que elegir porque representan al país.
En estas lucubraciones emprendió anoche el regreso de Santa Cruz para estar hoy en el acto de la AMIA, donde le han asegurado que en los discursos no habrá críticas al Gobierno, pero sí para Evo Morales, por haber tolerado la visita de un ministro del Gobierno iraní, buscado por la Justicia argentina para indagarlo por su responsabilidad en el atentado a la mutual judía. Esa seguridad la tuvo durante la semana como resultado de una trama fina de conversaciones con Wa-shington, en donde instigó esas críticas un grupo de legisladores antichavistas que intentaron desplegar cuestionamientos a la Argentina por sus relaciones con el régimen declinante de Caracas.
Se rió al enterarse de la despedida del secretario de Asuntos Hemisféricos, el chileno-americano Arturo Valenzuela, que vuelve a la facultad después de una agria relación con Buenos Aires. Este Valenzuela se lamentó de que en la Argentina lo critican por sus dichos y hechos -entre ellos le atribuyen que Barack Obama se saltease la etapa argentina en su última visita a la región- y de que en su propio país se lo cuestiona por ser débil con el Gobierno de Chávez. La autora de esas críticas es la diputada cubano-americana Ileana Ros-Lehtinen, que representa a la Florida y es una encendida anticastrista que está esperando a la sucesora de Valenzuela en la Comisión de Relaciones Exteriores para tomarle examen de kirchnerismo y de chavismo.
En ese paquete de comentarios globales que le pasaron a Cristina el fin de semana están incluidas las cuitas de Ricardo Alfonsín en la organización de un viaje de campaña por los Estados Unidos, que lo tiene a Dante Caputo como «tour operator». Como es diputado nacional, el Gobierno alguna mano logística le tiene que dar, aunque sea el viaje de campaña de un adversario de Cristina en las elecciones. Alfonsín ya ha conseguido una «photo opportunity» con Bill Clinton y una serie de reuniones con «inversores» de Washington y Nueva York. Ya le han avisado que no lo recibirán funcionarios -esperaba un saludo con Hillary Clinton- porque no suelen hacerlo con candidatos en año de elección. Es el pretexto que dio el Gobierno norteamericano para que Obama no pisase la Argentina: que no visita países en año electoral.
Pero por debajo de estas peripecias casi privadas de la Presidente, los quinchos de la semana transcurrieron en medio de un gran diván de terapia e interpretación del resultado de las elecciones porteñas del domingo pasado, de las cuales todos quieren sacar alguna lección. Hasta quienes la perdieron por casi 20 puntos han tenido que fatigar los micrófonos para decir lo obvio: que Daniel Filmus irá al balotaje el 31 de julio. Las razones se han dicho, pero hay que retenerlas para entender lo que viene: 1) el kirchnerismo quiere un piso mayor del 28% para las primarias del 14 de agosto en la Capital; 2) Filmus no es un bonzo y no se bajará so riesgo de entrar a la historia como el hombre que abandonó una pelea. Lo hostigan sus adversarios políticos para desgastarlo, pero también de su tropa lo esmerilan. Dentro de la alianza que lo sostuvo el domingo hay quienes querrían sacarlo del juego para el futuro porque sigue siendo el mejor dirigente de ese sector, una especie de Lula que pierde dos elecciones, pero que en el futuro podría ganar. Sufre el esmeril del peronismo al que no ha querido en la campaña y que le canta la marchita en el peor momento para recordarle que lo que tiene es por ellos. Son pejotistas que quisieran sacarse esa mochila que les cargó Néstor Kirchner de tener que ir debajo de un Carlos Heller o un Filmus a quien siguen considerando un «entrista» ex PC que les roba su destino.
Igual ha logrado Filmus apoyos para el 31 que le permiten superar esa soledad del derrotado y con seguro de derrota. Le dio una buena mano Amado Boudou cuando el ministro fue a Santa Fe el jueves a participar de la campaña de Agustín Rossi. Ante varios cientos de empresarios de Rosario que llenaron el comedor del Ros Tower, y junto al candidato a gobernador de su partido, Boudou respaldó que Filmus fuera a la segunda vuelta y reconoció: «Estamos llegando al 28%, lo que es un muy buen piso para las presidenciales también en la Ciudad de Buenos Aires».
El precandidato a vicepresidente concentró la charla ante esos empresarios, claro, en la defensa de la postulación de Rossi. En un discurso que pareció convencer a los empresarios presentes, describió los beneficios que ha recibido esa provincia del fondo sojero y de la política de industrialización. El objetivo no sólo era la defensa de Rossi, sino también un misil a Hermes Binner, que es candidato a presidente contra Cristina. Por eso nacionalizó el discurso cuando ligó a Rossi a la necesidad de que gane la gobernación y que con una Cristina reelecta coloque a esa provincia, en sus palabras, como «el eje del Mercosur». En ese viaje a Rosario, Boudou tuvo como acompañante a Jorge Cura, hijo de la empresaria de catering Martha Cura, que fue compañero suyo de estudios y que fue a buscarlo al aeropuerto y lo despidió al irse. Se ganó al auditorio el ministro y precandidato cuando destacó el rol de la actividad privada de Santa Fe que, dijo, no está acompañada por las políticas de Binner. La intervención del ministro es parte de los apoyos que Rossi recibe en el tramo final de la campaña para la elección clave a gobernador del domingo, de la que participará mañana Cristina de Kirchner y el miércoles Alicia Kirchner.
El ánimo de este sector lo ilustró un activo dirigente peronista mientras conducía su auto ayer rumbo al sur: para un kirchnerista porteño que es de River y vio el partido de la Selección, ésta es una semana negra. «Voy a San Martín de los Andes. ¿Que puede haber cenizas? Es lo de menos».
Salvo el baile del domingo en el escenario de Costa Salguero, Mauricio Macri amortiguó la estridencia de los festejos por la victoria del domingo. Le sobra para celebrar, pero está también forzado a hacer un buen balotaje que lo asegure por lo menos con el porcentaje de votos que sacó en la segunda vuelta de 2007. Superó en tres puntos el número de aquel año en la primera y la obligación ahora es mostrar que sigue manteniendo los apoyos del domingo y que puede superar el 60,94 de aquel balotaje. Le acercan encuestas que le dicen que superará ese número, pero ya nadie cree mucho en esos pronósticos después de que ninguna de las empresas acertó los resultados del domingo ni, menos aún, la formidable diferencia que sacó. El tamaño del resultado despierta fantasías en cualquiera, tanto que en varias sesiones de terapia entre macristas aumentan quienes dicen que fue un error no adelantar la elección local, asegurar la reelección y presentarse después a las presidenciales. Los más extremos aventuran más: si el macrismo representa lo que se cree, hasta pudo mandar de candidata a Gabriela Michetti, que habría ganado, y se pudo reservar él la candidatura mayor. Claro que son argumentaciones con el diario del lunes, cuando se conoce lo que pasó y hacen fila quienes se atribuyen las razones del éxito.
Mucho de esto se vio el jueves a la noche -a la misma hora en que hablaba Boudou en Rosario- en el hotel Hilton de Puerto Madero, en la cena del llamado G-25, un club político que alienta el ministro macris-ta de Educación, Esteban Bullrich, y que tiene como propósito alentar el ingreso de jóvenes a la política. Esta vez la urgencia era más apremiante: recaudar fondos de campaña para el balotaje. Eso le costó a más de 500 empresarios $ 1.500 el cubierto para compartir un momento con el propio Macri, que se perdió, por llegar casi una hora tarde, la frase de Bullrich en el discurso de presentación: «Nosotros somos los asquerosos, cada vez somos más», lindeza del ministro para homenajear a Fito Páez. Habló después el ministro de Transportes, Guillermo Dietrich, que se dice surgió de ese G-25, quien contó cómo lo habían llamado a la política, tema sobre el cual también discurrió Macri cuando tomó el micrófono para contar anécdotas de la campaña y levantar la copa con otra frase para reír: «Los vecinos de la Ciudad me recuerdan todos los días que habríamos ganado sin balotaje si no hubiera sido por las ciclovías».
Se leyó un mensaje de saludo de Michetti, ausente sin explicar por qué. Lo contamos aquí: la diputada fue una de las víctimas de la violencia de la campaña. En un acto en Villa Lugano, hace dos semanas, fue abordada por tres voluminosas militantes macristas que forcejearon sobre ella con el noble propósito de sacarse una foto con Gabriela, con tanta vehemencia que le hicieron volcar la silla de ruedas y dieron con la dama por el suelo. Cuando se repuso, registraba un fuerte dolor en un tobillo, al que la sufrida diputada no le dio ninguna importancia, ni cuando viajó después a Lima (Perú) a dar una conferencia, ni en los tres días que pasó en Machu Picchu. Cuando volvió, ya sobre la elección del domingo, el dolor era insoportable; le hicieron una placa y le diagnosticaron una fractura en ese tobillo. Por eso va en silla de ruedas y con una bota de yeso: «El colmo del parapléjico -se ríe sabiamente Michetti cuando lo cuenta-: ¡en silla de ruedas y enyesada!».
En las cincuenta mesas que ocuparon, los empresarios se entretuvieron con un menú de salmón ahumado con hojas verdes, cordero con miniprovoleta y soufflé de papa (de principal) y un postre de trufa de chocolate con frambuesas. Compartieron la charla dirigentes macristas como Marina Klemensewickz, Emilio Monzó, Pablo Walter, Juan Pablo Piccardo, Francisco Irarrazábal; los funcionarios Guillermo Montenegro, Jorge Lemus, Diego Santilli, Francisco Cabrera, Daniel Chain, Néstor Grindetti, Andrés Ibarra, Eugenio Burzaco, y los legisladores Cristian Ritondo, Federico Pinedo, Jorge Macri, Paula Bertol, y, entre otros, Enzo Pagani, con un lote de hombres de negocios. Entre ellos, Juan Bruchou, Alejandro Tamer, Enrique Duhau, Matías Castro Cramwell, Jorge O'Reilly, Miguel Tornquist, etc. Hubo larga sobremesa sobre obviedades (la crisis de River, si el destino de la Selección en la Copa América influirá en las elecciones, etc.) y también sobre viscosidades de la campaña. Una de ellas puede traer cola, porque advierte sobre la actuación de uno de los asesores top de campaña de Macri, que podría estar trabajando también para un candidato radical en Córdoba. ¿Conflicto de intereses? La política es un conflicto de intereses. A quienes se lo preguntaron, Macri justificó su demora en llegar en que a la misma hora, en el hotel Panamericano, se hacía una cena de la fundación del tenista David Nalbandian. Había pasado a saludar y la dejó en la mesa cabecera a su candidata a vice, María Eugenia Vidal. Esta ministra debió, en ausencia de Macri, abordar los remates benéficos que buscaron conmover el bolsillo de invitados como Guillermo Stanley, Jorge Sánchez Córdoba, Luis Caputo y, entre otros, el expuma Hugo Porta y el presidente del Banco Ciudad, Federico Sturzenegger.
Boda judía ortodoxa en el Tattersall: se casaron la hija de Tzví Grunblatt, rabino jefe de la congregación Jabad Lubávitch, y el hijo del rabino Iossi Raychik, de Nueva York. Este religioso tenía a su cargo una fundación que se encargaba de sacar chicos de Ucrania, de la región de Chernobyl, donde las criaturas -décadas más tarde- siguen naciendo con deformidades provocadas por la radiación que quedó del estallido de su planta nuclear en abril del '86. Raychik falleció el año pasado, muy joven, y el «jatán» (novio) dio un largo y emocionado discurso en recuerdo de su padre en el rezo previo al casamiento.
Grunblatt también inspira múltiples obras benéficas; una de las que cobró mayor notoriedad por estos días es la Fundación Ieladeinu, que se ocupa de chicos en situación de riesgo provenientes de hogares deshechos por la violencia o la droga. Por eso, entre los invitados estuvo el ministro de Salud, el tucumano Juan Manzur, que se enamoró de Ieladeinu («nuestros chicos», en hebreo), le da toda la ayuda que puede y se hizo muy amigo del rabino. Manzur y su esposa se fueron antes de que empezara el baile («tengo gente citada»), y admitió que había estado antes en varias fiestas judías «pero nunca algo tan emocionante, de tanta espiritualidad como esta». El ministro estaba tocado con una kipá tejida multicolor, propia del movimiento judío reformista.
También se los vio bailando -junto con unos 400 invitados varones y 300 mujeres, muchos de ellos llegados horas antes desde Estados Unidos- al ex candidato a jefe de Gobierno Jorge Telerman; al presidente de la AMIA, Guillermo Borger; al gran rabino de la Argentina Shlomo Ben Hamú; al petrolero Miguel Szwarzbaum; a los constructores Ricardo Bercovich, Mario Silberstein, Luis Percul y Ernesto Lerner; al hotelero Rafael Garfunkel y al supermercadista Eduardo Pochinki.
Como es tradicional en estos enlaces, hombres y mujeres compartieron la ceremonia pero la cena y el baile se desarrollaron con ambos géneros separados por un gran biombo de tul. Telerman, entre freilaj, sher y otros ritmos igual de jasídicos, contó que acababa de encontrarse con Horacio Rodríguez Larreta pero no dio detalles de su conversación con el jefe de gabinete de Mauricio Macri. Seguramente al oído del profano sonará curioso que en lugar de un video de los novios, en plena fiesta se haya proyectado un discurso de Menachem Schneerson, el último rebe (sabio) de Lubávitch, que falleció hace 17 años. Fue el único momento del casamiento en que se interrumpió el ambiente absolutamente festivo.
Como ocurre todos los años, políticos y empresarios van convirtiendo los comedores de la Rural en la sede de sus reuniones más o menos conspirativas y en una vidriera para mostrarse, algunos de ellos, en campaña. El viernes, en el Central, ya había mesas con disidentes (hoy, vueltos a amigar) de la UIA, como Luis Betnaza y José Ignacio de Mendiguren (criadores, además de caballos de cuarto de milla), Inés Lafuente (hija de Amalita de Fortabat) al frente de una mesa en la que estaba Norberto Peruzzotti, otra de la directiva de la Rural con Hugo Luis Biolcati. En otra, el empresario Saúl Rothstein introducía al periodista de temas de negocios mexicano Alberto Padilla, conocido por su larga trayectoria en la CNN, quien se presentaba como hijo de ganaderos de Monterrey, por las mesas que ocupaban Iván de Pineda, Adolfo Rodríguez Saá, «Tato» Lanusse, Juan Pablo Maglier, Carlos Blaquier, entre otros.
Había clima de campaña en las charlas, pese a que los candidatos comienzan a abalanzarse sobre la muestra esta semana. Igual, en una mesa de peronistas que buscan fortuna en estas elecciones, hubo brindis por la memoria de Jacinto Gaibur, de cuya muerte se habían enterado en la mañana de ese día. Pintoresco y activo, Gaibur fue vocero de varios caciques del peronismo, como Antonio Cafiero, Julio César Aráoz y Alberto Pierri, entre otros. Animó el exilio en los 70 en Estocolmo, instalando sede en el mítico bar Samborombom, en donde aún hoy se lo recuerda, y protagonizó anécdotas imperdibles, como cuando aceptó ser subinterventor de ATC de Carlos Menem y le preguntaron qué antecedentes tenía. «Soy un experto en televisión, porque miro mucha TV». Resignó ese cargo enojado por la visita de George Bush y los indultos que firmó Menem a exmilitares y exguerrilleros. Se refugió en Tucumán, durante la intervención de Aráoz, que dio como resultado la exaltación de Palito Ortega y el final del bussismo. En los últimos años revistaba en el Congreso, pero salió a la luz con una carta en un diario en la que reclamaba medidas para detener el remate de bienes que fueron de Juan Perón. Aunque militaba en el peronismo disidente, lo llamó Aníbal Fernández por pedido de Cristina de Kirchner para preguntarle qué se podía hacer para evitar la venta. Le respondió que el Gobierno debía confiscar esos testimonios. Esperó hasta el final esa gestión.
Los kirchneristas que miran hacia pasado mañana, más allá de los resultados de circunstancia, también se preparan para la supervivencia. El cierre de las listas dejó posiciones que, creen los beneficiarios, son inamovibles, por eso ensayan ya escenarios para después del 10 de diciembre. Con ese propósito, el diputado Juan Carlos Dante Gullo -quien termina mandato, pero acaba de ganar una banca de legislador porteño- reabrió el quincho de su casa de la calle Cachimayo, el único que cuenta con la certificación de origen de su partido. Invitó a un asado a un grupo de dirigentes con sus hijos para extender testimonios de continuidad. Quiso sentar a los herederos -sus hijos, los de Héctor Timerman (en realidad, su hija Jordana, politóloga), los de Antonio Cafiero, de Paco Urondo y de Ernesto Villanueva, entre otros- para que conocieran, por ejemplo, a Carlos Kunkel y a celebridades de la llamada Cámpora, como Ivo Concurat, Wado de Pedro, «el Cuervo» Larroque y María Luz Alonso, todos anotados en boletas con cargos entrables al Congreso desde el 10 de diciembre.
Gullo y Kunkel actuaron de padrinos de esta nueva singladura, y les prometieron a los futuros -se presume- legisladores que no deberán pagar ningún derecho de piso cuando juren. En otras palabras, que arrancó en esos niveles la negociación para que estos kirchneristas asuman en posiciones importantes en comisiones y otras dignidades. La tradición del Congreso era, hasta el advenimiento del kirchnerismo, que los nuevos diputados debían esperar dos años antes de asumir presidencias de comisiones. Eso ya es historia antigua y sobran casos de quienes, a poco de tomar la banca, lo hacen también en comisiones. Esa tradición de esperar dos años la había quebrado sólo Carlos Menem cuando el peronismo promovió en 1995 a Daniel Scioli, que se iniciaba como diputado, como presidente de la Comisión de Deportes, que pretendía otro legislador que había esperado el tiempo de uso, Fernando Galmarini. Fue uno de los primeros chisporroteos de la pelea entre Carlos Menem y Eduardo Duhalde, padrino entonces del «Pato».
Vamos a terminar con un chiste de la línea fuerte, como nos piden nuestros lectores. Un hombre naugrafa en una isla desierta con un perro y una oveja. Pasan los meses, y el hombre comienza a mirar con cariño a la ovejita; sin embargo, cada vez que se le acerca, el perro le gruñe, le ladra y se interpone entre ambos. El hombre lleva al can al otro lado de la isla, donde pone comida para entretenerlo; regresa corriendo adonde está la oveja, sólo para encontrar al perro custodiándola. Otro día confecciona un lazo con su cinturón, lo ata y vuelve a la carrera a la oveja, pero allí está el can, ladrándole amenazante: cortó la correa con los dientes y llegó antes. Un par de días después, mientras otea el horizonte, ve emerger del agua a una bellísima mujer, obviamente víctima de otro naufragio. La ayuda, le hace respiración boca a boca, la abriga, la pone al lado del fuego, la cuida durante varios días. Cuando la mujer se repone, se deshace en palabras de agradecimiento hacia el hombre y, mirándolo a los ojos y con una semisonrisa húmeda en sus labios, le dice:
-Estoy tan agradecida por lo que hiciste por mí, que podés pedirme lo que quieras...
-¿Lo que quiera?
-Ab-so-lu-ta-men-te lo que quieras...
-¡Bárbaro! ¿No sacarías a pasear el perro?