Charlas de Quincho
Iniciamos los quinchos de hoy con el insólito festival de cumpleaños acumulados la primera quincena de enero, entre los que nos detenemos en uno clave, y público, el del gobernador de Buenos Aires...
Nota extraída del diario Ámbito Financiero
... Con más detalle examinamos uno privado, el de Juan Carlos Mazzón, de apenas una treintena de invitados, donde se analizó el inquietante futuro electoral de este año. Nos vamos de allí a Punta del Este, a las dos últimas fiestas de la temporada, ofrecidas por Cristiano Rattazzi y el matrimonio Valeria Mazza-Alejandro Gravier, respectivamente (en una temporada, obviamente, flaca y deprimente para los argentinos no dolarizados). De allí a la más adecuada para políticos Mar del Plata, la celebración del centenario del Ocean Club con un seleccionado de exministros. Cerramos, como es habitual, con un refinado quincho de artistas. Veamos.
Alguien que maneje las mancias adivinatorias deberá desarrollar en algún momento alguna hipótesis sobre el destino fatal que tienen en la política quienes son concebidos por sus padres en las tibiezas del otoño y festejan su cumpleaños hacia esta altura del año. El 9, día que el país -de un lado y del otro- reservaba para la fiesta de la llegada de la fragata Libertad a Mar del Plata, terminó en una miríada de fiestas, algunas privadas, otras más públicas, para celebrarle el cumpleaños a un malón de dirigentes que nacieron ese día: Julio Alak, Aníbal Fernández, el jefe de los espías Héctor Icazuriaga, el matarife de Estado Alberto Samid, el declinante Hugo Moyano, el ecológico Juan José Mussi, para citar a algunos. En pocas horas acumularon fiestas el sábado y ayer Enrique Meyer, ministro de Turismo, Juan Carlos Mazzón y, en el cumple de más relieve, Daniel Scioli, para no agregar ágapes ya reseñados como el del justice Eugenio Zaffaroni, a quien acompañaron Amado Boudou y un seleccionado de sus colegas de la Justicia, como el camarista Alejandro Slokar y su secretaria letrada Romina Zárate, una de las damas más agraciadas de la familia judicial. Como corresponde al personaje, lo más lucido de esta interminable lista de fiestas, que ponen a prueba la mirada quinchesca para seguir qué ocurrió, se dijo, se vio y se ocultó en cada una de ellas, lo aportó el gobernador de Buenos Aires, quien tiene los 13 de enero de todos los años el punto más alto de su temporada de proselitismo, que incluyó un primer festejo el mismo 9 de enero cuando reunió a familiares y pocos amigos en el hotel Hermitage para honrar el cumpleaños de Samid pero que terminó con los primeros brindis por el cumpleaños propio.
Esa misma noche algunos cumpleañeros que habían acompañado a Cristina de Kirchner se divertían en el avión que los llevaba de regreso a Buenos Aires, un pasaje en el cual algunos invitados del extranjero -embajadores- tuvieron la oportunidad de asistir a un retablo de la intimidad del oficialismo, en ese chárter de Aerolíneas Argentinas representado por ministros y secretarios. En la intimidad de la cabina, además de los saludos a Alak y a Icazuriaga, se rieron todos de las chanzas de Guillermo Moreno dirigidas a Axel Kicillof por la austeridad del catering, apenas unas gaseosas y unos sándwiches de miga. Esta es la austeridad de la nueva Aerolíneas, se reía el secretario de Moreno, señalando al viceministro de Economía quien no tuvo otra salida que sumarse a las risas. Otros repasaban historias menores pero divertidas sobre los destinos que la política fuerza en los dirigentes. El blanco del escarnio fue esa noche el dirigente de Libres del Sur Humberto Tumini, quien hoy recorre la provincia junto a Alfonso Prat Gay y Victoria Donda buscando votos para una alianza entre Hermes Binner y un sector de la UCR. «¡Se divorció de la mujer para casarse con la suegra!», saltaba uno, al recordar que Tumini justifica esa pirueta en que él apoyaba a los Kirchner pero que cuando Néstor decidió ser presidente del Partido Justicialista había llegado a un colmo intolerable para su paladar y su conciencia. Eso ocurrió -y de ahí esta rememoración hiriente- después de que en 2001, con su grupo Patria Libre, formó parte del llamado Polo Social que llevó a elecciones al sacerdote Luis Farinello y que hizo entrar como legisladores a hoy kirchneristas como Alicia Castro
-renovó entonces la banca de diputada nacional que había ganado en 1997 en las listas de Graciela Fernández Meijide por la Alianza UCR-Frepa-so-, Francisco «Barba» Gu-tiérrez -intendente hoy de Quilmes e inventor en 2009 del método de las listas testimoniales que le hicieron perder la elección a la dupla Kirchner-Scioli-, y el economista Daniel Carbonetto. Uno de los más informados de esos entresijos recordó que esa lista del Polo Social fue en realidad un ardid armado por Eduardo Duhalde desde el PJ provincial para abrir una ventanilla por izquierda y lo prueba, dijo, que en aquellos distritos de la provincia de Buenos Aires, en donde no pudo armar listas, presentó como propia la del PJ oficial al que poco después repudiaba como lo peor de la política para lanzarse a una disidencia sin red que lo llevó adonde está hoy. Nadie avanzó en más comentarios porque, si se ahonda en esos pases, la radiografía que puede salir de la dirigencia sería poco edificante. Era mejor seguir con los sándwiches y gaseosas, ya calientes, del catering del avión.
Después del festejo de Samid esa noche del 9, Scioli se fue a su refugio en Tandil, un campo en donde descansa de sus actividades en la costa, adonde se fue explicando que quería estar hasta ayer recibiendo llamados por el cumpleaños, toda una ironía porque en ese refugio no hay casi señal para los celulares, que rebotaban hasta ayer sin poder más que dejar un mensaje. Como además las llamadas quedan registradas en algún lado, mejor que las comunicaciones fueran pocas para que a nadie se le ocurra revisar el arco amplísimo de los saludos. Algo conveniente cuando sobran los curiosos que quieren saber los pasos futuros del gobernador, cuyo entorno transmitió el malestar por lo corta que ha sido la tregua dialéctica con la Presidente, quien incluyó al gobernador entre quienes debían explicar el destino de sus ahorros personales. Eso lo obligó a revelar que tenía poco más de u$s 200 mil en una caja de ahorros del Banco Provincia. Una justificación hiriente para sus críticos que uno de sus allegados completó con algo de sarcasmo: hay u$s 8.000 millones en el sistema financiero, ¿qué son u$s 200 mil en ese océano y qué sentido tiene haberlo señalado al gobernador? Por cierto que hubo orden de silencio y un blindaje de sus actividades para que no se filtre más ese ánimo. Por eso el festejo del cumpleaños fue ayer público, antes del partido que jugó en Miramar en la final de la copa nacional de Futsal, un grupo de familiares y funcionarios le llevó una torta con velitas para agotar allí los fastos. Se la acercó su mujer, Karina Rabolini, y acompañaron Alberto Samid, Gustavo Marangoni, el médico Alfredo Cahe, Cristina Álvarez Rodríguez, los intendentes de Miramar, Patricio Hogan, y de Balcarce, José Echeverría, Rodolfo Manini Iriart, diputado provincial, Alejandro Rodríguez, secretario de Deportes, Ignacio Crotto, de Turismo, el empresario Florencio Aldrey Iglesias, la prima Lucía Maf-frand, subsecretaria de Políticas para la Integración y, además de una miríada de amigos personales, Hugo Bilbao, director ejecutivo del Organismo Provincial para el Desarrollo Sostenible (OPDS). Después del partido, ducha y todos al avión para estar cerca de medianoche de vuelta en la residencia de La Ñata adonde otro pequeño grupo de familiares extendió, a puertas cerradas, los brindis hasta la madrugada de hoy.
Frente a relieve tan alto, el cumpleaños de Juan Carlos Mazzón en el chalé en donde vacaciona en Playa Grande, debió ser la reunión en torno a un político al que se le atribuye, por el perfil que tiene dentro del peronismo, todo lo bueno y todo lo malo que pasa. Por eso incluyó en la treintena de invitados a la cena apenas un puñado de políticos, entre ellos el apoderadísimo del PJ Jorge Landau y su hijo Mauricio -hoy clave en el Gobierno de «Paco» Pérez en Mendo-za-. El resto, pura familia. Hubo comentarios ligados a la persona del cumpleañero, entre otros la extrañeza porque en diciembre levantó la comida tradicional de todos los años en donde el asesor presidencial suele reunir al padrón de sus militantes, algo que sin tener lema ni sigla representa una agrupación dentro del peronismo que atraviesa a todos los sectores. La decisión la tomó para evitar especulaciones y fabricaciones de prensa que pueden exhibir movimientos que se quieren hoy discretos y que los malintencionados -dicho esto desde el ángulo del «Chueco»- pudieran aprovechar para fabricaciones de prensa y, dicho en mendocino, tratar de rayarle la carrocería, i.e. disputarle espacios y achicarle margen de maniobras en el año que comienza, en donde la capacidad de armado de Mazzón vuelve a ponerse a prueba como cada dos años desde hace tres décadas, en función que ha cumplido para todas las administraciones peronistas.
El centro de todas las especulaciones, obviamente, es lo que puede y debe pasar en la provincia de Buenos Aires, donde la elección legislativa es como siempre la clave de la próxima presidencial, como lo prueba que, para perder o ganar, concentrasen la estrategia Duhalde en 1997 y 2001 -fueron candidatos Chiche González y él, respectivamente, o Kirchner, con Cristina de candidata a senadora en 2005 y él mismo en 2009. Nadie, por audaz que sea, se puede permitir la frivolidad de no jugar todo. Esa lectura se le dio en las mesas de algunos invitados de esa noche, a la frase que dijo Mauricio Macri de que podría ser candidato a diputado nacional por Buenos Aires «si hubiera caos social», como se contó el lunes pasado en estos quinchos que avisó en la comida que mantuvo con su gente en el parador Divisadero de Cariló. Desde ese momento la idea de ser candidato, que hasta entonces se atribuía a una extravagancia disparatada de su primo Jorge, saltó a los titulares. Tanto que la afirmación hizo que acercasen posiciones en torno a la idea del primo Jorge y su adversario en el armado del distrito, Emilio Monzó. ¿Por qué dijo eso Mauricio?, se especula en todas las reuniones. Una respuesta atinada dice que mientras el macrismo no tenga un candidato fuerte en el distrito Buenos Aires, sirve a la estrategia que se diga que Macri es el candidato. Tener un candidato competitivo no depende sólo de lo que pergeñe el PRO: depende de qué candidato presente el kirchnerismo. Si fueran Alicia Castro o Florencio Randazzo, Mauricio lo consideraría porque querría ser el candidato del 50% del electorado que no apoyaría al oficialismo (30/35% de piso) ni al sector Stolbizer-Alfonsín (15% histórico). Si el candidato fuera Sergio Massa o se acercasen más de lo que están Scioli y Francisco de Narváez la pelea se le complicaría al PRO. Por ahora Mauricio deja correr la leyenda de la candidatura pero sólo la aceptaría con un seguro de escrutinio ganador, algo con lo que sueña cualquier político.
En la costa uruguaya la presencia selectiva de argentinos desdolarizados hace menguar con los días el brillo social de la temporada que, para algunos, termina este fin de semana, después de que hicieran las fiestas de mayor concurrencia. La de anoche, un clásico de todos los años que siempre se considera la última del sector más rumboso del turismo que va a Punta del Este, llevó a empresarios y curiosos, modelos peronistas y, como viene ocurriendo en los últimos años en el Uruguay, a muy pocos políticos (los que van del oficialismo, como Héctor Icazuriaga o Carlos Zannini, se protegen de las miradas). Fue como siempre en Tequila, con Cristiano Rattazzi de anfitrión en nombre de su empresa, saludado por Sebastián Eskenazy, Beatriz Nofal, Cecilia Zuberbühler, Eduardo Amadeo, Clarisa Stol, Pablo Roemmers, Ricardo Fiorito, Luis Ribaya -del Banco de Galicia-, Marcela Tinayre y Marcos Gastaldi, entre otros. Como en todo año electoral y con mayoría de argentinos, hubo apuestas sobre lo que pasará, pero nada dominó más que el análisis entre hombres de negocios sobre la declinación de las inversiones argentinas en el Uruguay. Los brokers han transmitido un tono bajísimo de operaciones de compra y venta de tierras, la crema del negocio y que tracciona la actividad por encima de los alquileres, que son apenas la espuma. «Hay corvinas, se ven, pero no pican, no sé si es la carnada, la tanza o la caña, pero nadie pica», ilustró uno de los principales desarrolladores con sede en José Ignacio. Los argentinos no pueden mover dólares, creen, y quien lo hace no está llevándola al Uruguay. Ese país ha debido reforzar la vigilancia sobre los capitales que invierten desde que se le dio la calificación de «investment grade». Hace un año hubo ya advertencias del G-20 sobre esos negocios y Uruguay ha redoblado los controles, por lo menos para distinguir entre el dinero que se considera el «negro bueno» (elusión, evasión, ahorros) y el «negro malo», o sea el que procede del lavado del crimen internacional, corrido de otros países como Brasil, de donde migran organizaciones mafiosas como consecuencia de la guerra del Gobierno de ese país con bandas por exigencia de la FIFA y el Comité Olímpico para resguardar la seguridad de las próximas olimpíadas y de la copa de fútbol.
La otra gran fiesta «de cierre» en la costa uruguaya se hizo con invitaciones majestuosas e importantes medidas «anticolados». Fue la fiesta de blanco de Chandon en Finca Valeria el viernes a la noche que contó con sólo unos muy selectos 300 invitados. Todos respetaron religiosamente el «dress code»: blanco total. Nada «blue», la tonalidad de moda en los mercados financieros.Los primeros invitados llegaron cerca de las diez de la noche, y fueron recibidos por Valeria Mazza y Alejandro Gravier, los anfitriones de la casa. Junto a ellos, Sol Beckermann y Ramiro Otaño. Había que trasponer dos controles previos exhibiendo invitaciones (precintos y calcos en autos). Después de estacionar, carritos de golf llevaban invitados a la finca. La ambientación, de Javier Iturrioz, incluía mucha iluminación turquesa en las paredes y en la pileta, naranja en los arreglos de flores y en la iluminación de palmeras; verde y velas en la pérgola de entrada. Armaron pequeñas balsas de madera en la pileta con fraperas y flores. Quien primereó en la llegada fue Manuel Antelo y su mujer Inés Peralta Ramos y enseguida se les sumaron, Dolores Cahen DAnvers y Horacio Mazza; Luciana Aymar y Ana Rusconi. Un amplio living era el elegido para los más calmos, el deck de madero junto a la pileta para los más inquietos. Pudo verse allí bastante movedizos a Anita Álvarez de Toledo, Paola Marzoto, Iván de Pineda y Luz Barrantes. Se sumaron luego Lorena Ceriscioli, Gunilla von Bismarck, Justo Saavedra y Julieta Kemble, Cecilia Zuberbühler, Amelia Sabán, Alicia Fernández, Cristiano Ratazzi, Daniela Urzi, Gonzalo Pieres, Germán Neuss, Rosella y Patricia Della Giovampaola, Augusto Rodríguez Larreta y Julieta Spina, Gabriel Martino (HSBC) con Florencia Perotti; «Guga» y Beatriz Castagnino; «Tato» y Silvina Lanusse, Gabriel Scrimini (fund manager en San Pablo) entre otros. Ramiro Agulla y Delfina Vázquez Maistegui eligieron sentarse en la mesa central del living con amigos. El menú, del chef Fernando Trocca fue primero una mesa fría de zucchinis marinados; ensalada de papas, alcaparras y salmón ahumado; ceviche de camarones; tiradito de pulpo con tapenade; ensalada de duraznos rúcula y muzarela de búfala; carré de cerdo con chutney de tomate y manzana y ensalada de remolacha asada, queso de cabra y naranja. Los platos calientes fueron bolitas de morcilla; empanadas de pollo, maíz y cilantro; fishcackes; rissottocakes; langostinos a la parrilla y croquetas de jamón crudo y bechamel. El principal tuvo un toque bahiano: una tradicional moqueca brasileña de pescado y camarón. El postre vino con aires uruguayos, un típico chajá preparado con merengue, dulce de leche, durazno y mascarpone. Más una mousse de verbena, granita de lima y frutillas. Después de medianoche, cuando ya el dj Chule Bernardo con versiones remixadas de los 70, 80 y música electrónica había logrado llenar el deck con danzarines, comenzaron los fuegos artificiales. Los temas de conversación oscilaban entre el precio del dólar, las propiedades, hasta la salud de Chávez y su repercusión en el precio de los papeles venezolanos. Otras cuestiones ya eran más veraniegas como la menor cantidad de turistas argentinos hasta los férreos controles de alcoholemia de la Policía uruguaya siempre estratégicamente ubicados a la salida de las grandes fiestas. Saben dónde pescar. También, como la mayoría de los asistentes eran padres de adolescentes se hablaba de las andanzas de ese difícil segmento. Todos se juntan poco antes de la medianoche en La Barra, en la bajada Gancedo (por cartel de inmobiliaria en esa esquina) y luego deambulan por la zona para terminar «bajoneando», palabra de moda adolescente que equivale a cerrar la jornada, en Chivitos Rex cerca de las 4 de la mañana. Lo paradójico es que muchos se encuentran a esa hora y en ese lugar con sus padres, también «bajoneando» para desgracia y vergüenza del segmento adolescente.
No se quedó atrás Mar del Plata en fiestas sociales con más políticos, algo que domina en el verano y distrae mucho la mirada quinchesca, que quería más actividad pesada y, quizás canalla, pero que es donde brota la realidad política. En la misma noche en que Mazzón festejaba lo suyo, un seleccionado de exministros se sentaba en el comedor de la sede playera del Ocean Club, el más tradicional de la costa, para festejar los 100 años de su creación. Eran un exministro de Fernando de la Rúa, Nicolás Gallo, otro que lo fue de Eduardo Duhalde, Jorge Vanossi y uno que estuvo con Carlos Menem, Oscar Camilión. Junto a otros 500 invitados se entregaron también a cruzar datos, pero más especulaciones, sobre si sigue la película política; algunos decían ya haberla visto, otros que tenía final cierto, otros final abierto, otros que se podía cortar. Devoraron las bandejas del catering venido de Buenos Aires y fueron escuchados, entre otros, por los empresarios Luciano Miguens, Martín Cabrales, Diego Videla (Banco de Galicia, que fue presidente del club), el exjuez Manuel Silva Garretón y entre otros el exconvencional conservador Hilario Muruzábal (fue constituyente en 1994 por las listas de Luis Patti y es una celebridad de lo que queda de la Unión Conservadora), además de una cantidad de apellidos tradicionales del club (mucho Alvear, Chopitea, González Alzaga, Taquini, Blaquier, etc.). La estrella, que se quedó hasta el baile de la madrugada, la diva Mirtha Legrand, que ha sido habitué de los tres clubes de elite de Mar del Plata, el Ocean, el Golf y el Yatch. Los tres, brindaron todos, han recibido una renovación de la concesión de sus balnearios por otros 20 años. La casa está en orden. Y no sólo en esos recónditos refugios sociales, porque escuchamos allí que Luis Barrionuevo viene de ganar el torneo interno de Acantilados Golf Club para la categoría de 10 de hándicap. Después del triunfo pasó a militar en la de 9 de hándicap y ya entrena como un profesional porque el fin de semana que viene debuta en la Copa de Oro de Acantilados. En cualquier momento salta a las grandes ligas, o sea al Golf Club.
No faltará nunca en estos quinchos el cierre con las más finas artes. Es con el cuento del almuerzo para unos pocos invitados especiales en el Museo Nacional de Bellas Artes, el director de la institución, Guillermo Alonso, en donde presentó «Papeles modernos. De Toulouse-Lautrec a Picasso». La exposición de dibujos y obras gráficas, curada con sabiduría por Ángel Navarro, pone ante los ojos de todos, la riqueza patrimonial del museo oculta durante años. Entre los 80 trabajos de Picasso, Bracque, Klee, Rodin y Modigliani, figura el célebre afiche Tolouse Lautrec de fines del siglo XIX, cuando el mundo entero se sorprendía con el descaro de las bailarinas Moulin Rouge. El menú, a cargo del coleccionista y empresario gastronómico Javier Caínzos, comenzó con unas ensaladas de hojas verdes y gajitos de frutas (pelados) y luego, el consabido pollo con aderezos crocantes. María Pimentel (Artinfex), contaba en el bello y flamante salón de relax, acerca de la colección extraordinaria de grabados de Durero hasta Tiépolo que proviene de Italia, y que llegó a La Plata por encargo de Jorge Telerman, presidente del Instituto Cultural de la provincia de Buenos Aires. Desde luego, Pimentel invitaba a ver la muestra, también curada por Ángel Navarro, quien aclaró con especial énfasis que ya concluyó su trabajo para el Museo Fortabat.
Santiago Bengolea, Norberto Frigerio y Guillermo Alonso celebraron el postre, una tarta de frutos rojos con cremas y helados, y también festejaron el reciente arribo al museo de una pintura excepcional de Antonio Berni, que compró la institución por más de dos millones de pesos. Con alrededor de 25 obras cumbre de Berni en su acervo, el Bellas Artes tendrá una sala especial para el gran maestro rosarino. Dato que cobra relevancia cuando llegan los extranjeros y piden ver su trabajo. Ahora, «cuando pregunten por Berni, se podrá mostrar algo más que fotografías», dijeron. El joven artista Francisco Amatriain habló sobre la muestra que prepara en la sede de la galería Praxis del barrio Chelsea, en Nueva York. Su pintura es hiperrealista, más real que lo real, estilo que aman los estadounidenses. Enero está signado por grandes proyectos, como el del Malba, que proyecta una extensa ampliación para mostrar el arte comprado (y a buen precio) en estos últimos años. Así nos enteramos que varios de los 700 artistas organizados que repudiaron, «por coercitivo», el pedido de donación de sus obras del Museo de Arte Moderno porteño, agacharon la cabeza y terminaron por entregarlas sin que les pagaran ni siquiera el flete. Junto con los deliciosos petits fours y el café, llegó la gran pregunta: «¿Quién será el artista enviado por la Argentina a la Bienal de Venecia? Y, ¿quién se hará cargo de la curaduría en el pabellón cuyo alquiler costó casi dos millones de euros?». Aseguraron entonces que «el artista no será Santoro, sino Nicola Costantino». No obstante, también se dijo que el poder del sector cultural es una parodia del poder real, el del Gobierno, y antes de cometer el pecado de hablar, la opción casi obligada es esperar que desciendan las órdenes.
Vamos a terminar con un chiste de modelos. Varias chicas que se dedican a esta profesión compartían una casa, y decidieron revestir las paredes con tapices que les habían regalado. Como la tarea no parecía ofrecer demasiadas dificultades, la encaran ellas mismas. Una de las modelos va a la ferretería y vuelve con una bolsa de clavos. Se sienta en el piso, junto a la ventana, y comienza a examinar los clavos. Saca uno de la bolsa, lo mira y lo tira por la ventana. Saca otro, y lo mismo; un tercero corre el mismo destino. Al vigésimo clavo arrojado al vacío, una de sus colegas y compañeras de cuarto se acerca y le dice:
-¿Por qué estás tirando los clavos por la ventana?
-Porque están defectuosos...
-¿Y cómo sabés que están defectuosos?
-Porque si los saco de la bolsa y miran hacia mí, están defectuosos...
La otra chica se queda mirando a la de los clavos un instante, y le dice con sorna:
-¡Estúpida! ¡No te das cuenta de que son para las paredes del otro lado!
... Con más detalle examinamos uno privado, el de Juan Carlos Mazzón, de apenas una treintena de invitados, donde se analizó el inquietante futuro electoral de este año. Nos vamos de allí a Punta del Este, a las dos últimas fiestas de la temporada, ofrecidas por Cristiano Rattazzi y el matrimonio Valeria Mazza-Alejandro Gravier, respectivamente (en una temporada, obviamente, flaca y deprimente para los argentinos no dolarizados). De allí a la más adecuada para políticos Mar del Plata, la celebración del centenario del Ocean Club con un seleccionado de exministros. Cerramos, como es habitual, con un refinado quincho de artistas. Veamos.
Alguien que maneje las mancias adivinatorias deberá desarrollar en algún momento alguna hipótesis sobre el destino fatal que tienen en la política quienes son concebidos por sus padres en las tibiezas del otoño y festejan su cumpleaños hacia esta altura del año. El 9, día que el país -de un lado y del otro- reservaba para la fiesta de la llegada de la fragata Libertad a Mar del Plata, terminó en una miríada de fiestas, algunas privadas, otras más públicas, para celebrarle el cumpleaños a un malón de dirigentes que nacieron ese día: Julio Alak, Aníbal Fernández, el jefe de los espías Héctor Icazuriaga, el matarife de Estado Alberto Samid, el declinante Hugo Moyano, el ecológico Juan José Mussi, para citar a algunos. En pocas horas acumularon fiestas el sábado y ayer Enrique Meyer, ministro de Turismo, Juan Carlos Mazzón y, en el cumple de más relieve, Daniel Scioli, para no agregar ágapes ya reseñados como el del justice Eugenio Zaffaroni, a quien acompañaron Amado Boudou y un seleccionado de sus colegas de la Justicia, como el camarista Alejandro Slokar y su secretaria letrada Romina Zárate, una de las damas más agraciadas de la familia judicial. Como corresponde al personaje, lo más lucido de esta interminable lista de fiestas, que ponen a prueba la mirada quinchesca para seguir qué ocurrió, se dijo, se vio y se ocultó en cada una de ellas, lo aportó el gobernador de Buenos Aires, quien tiene los 13 de enero de todos los años el punto más alto de su temporada de proselitismo, que incluyó un primer festejo el mismo 9 de enero cuando reunió a familiares y pocos amigos en el hotel Hermitage para honrar el cumpleaños de Samid pero que terminó con los primeros brindis por el cumpleaños propio.
Esa misma noche algunos cumpleañeros que habían acompañado a Cristina de Kirchner se divertían en el avión que los llevaba de regreso a Buenos Aires, un pasaje en el cual algunos invitados del extranjero -embajadores- tuvieron la oportunidad de asistir a un retablo de la intimidad del oficialismo, en ese chárter de Aerolíneas Argentinas representado por ministros y secretarios. En la intimidad de la cabina, además de los saludos a Alak y a Icazuriaga, se rieron todos de las chanzas de Guillermo Moreno dirigidas a Axel Kicillof por la austeridad del catering, apenas unas gaseosas y unos sándwiches de miga. Esta es la austeridad de la nueva Aerolíneas, se reía el secretario de Moreno, señalando al viceministro de Economía quien no tuvo otra salida que sumarse a las risas. Otros repasaban historias menores pero divertidas sobre los destinos que la política fuerza en los dirigentes. El blanco del escarnio fue esa noche el dirigente de Libres del Sur Humberto Tumini, quien hoy recorre la provincia junto a Alfonso Prat Gay y Victoria Donda buscando votos para una alianza entre Hermes Binner y un sector de la UCR. «¡Se divorció de la mujer para casarse con la suegra!», saltaba uno, al recordar que Tumini justifica esa pirueta en que él apoyaba a los Kirchner pero que cuando Néstor decidió ser presidente del Partido Justicialista había llegado a un colmo intolerable para su paladar y su conciencia. Eso ocurrió -y de ahí esta rememoración hiriente- después de que en 2001, con su grupo Patria Libre, formó parte del llamado Polo Social que llevó a elecciones al sacerdote Luis Farinello y que hizo entrar como legisladores a hoy kirchneristas como Alicia Castro
-renovó entonces la banca de diputada nacional que había ganado en 1997 en las listas de Graciela Fernández Meijide por la Alianza UCR-Frepa-so-, Francisco «Barba» Gu-tiérrez -intendente hoy de Quilmes e inventor en 2009 del método de las listas testimoniales que le hicieron perder la elección a la dupla Kirchner-Scioli-, y el economista Daniel Carbonetto. Uno de los más informados de esos entresijos recordó que esa lista del Polo Social fue en realidad un ardid armado por Eduardo Duhalde desde el PJ provincial para abrir una ventanilla por izquierda y lo prueba, dijo, que en aquellos distritos de la provincia de Buenos Aires, en donde no pudo armar listas, presentó como propia la del PJ oficial al que poco después repudiaba como lo peor de la política para lanzarse a una disidencia sin red que lo llevó adonde está hoy. Nadie avanzó en más comentarios porque, si se ahonda en esos pases, la radiografía que puede salir de la dirigencia sería poco edificante. Era mejor seguir con los sándwiches y gaseosas, ya calientes, del catering del avión.
Después del festejo de Samid esa noche del 9, Scioli se fue a su refugio en Tandil, un campo en donde descansa de sus actividades en la costa, adonde se fue explicando que quería estar hasta ayer recibiendo llamados por el cumpleaños, toda una ironía porque en ese refugio no hay casi señal para los celulares, que rebotaban hasta ayer sin poder más que dejar un mensaje. Como además las llamadas quedan registradas en algún lado, mejor que las comunicaciones fueran pocas para que a nadie se le ocurra revisar el arco amplísimo de los saludos. Algo conveniente cuando sobran los curiosos que quieren saber los pasos futuros del gobernador, cuyo entorno transmitió el malestar por lo corta que ha sido la tregua dialéctica con la Presidente, quien incluyó al gobernador entre quienes debían explicar el destino de sus ahorros personales. Eso lo obligó a revelar que tenía poco más de u$s 200 mil en una caja de ahorros del Banco Provincia. Una justificación hiriente para sus críticos que uno de sus allegados completó con algo de sarcasmo: hay u$s 8.000 millones en el sistema financiero, ¿qué son u$s 200 mil en ese océano y qué sentido tiene haberlo señalado al gobernador? Por cierto que hubo orden de silencio y un blindaje de sus actividades para que no se filtre más ese ánimo. Por eso el festejo del cumpleaños fue ayer público, antes del partido que jugó en Miramar en la final de la copa nacional de Futsal, un grupo de familiares y funcionarios le llevó una torta con velitas para agotar allí los fastos. Se la acercó su mujer, Karina Rabolini, y acompañaron Alberto Samid, Gustavo Marangoni, el médico Alfredo Cahe, Cristina Álvarez Rodríguez, los intendentes de Miramar, Patricio Hogan, y de Balcarce, José Echeverría, Rodolfo Manini Iriart, diputado provincial, Alejandro Rodríguez, secretario de Deportes, Ignacio Crotto, de Turismo, el empresario Florencio Aldrey Iglesias, la prima Lucía Maf-frand, subsecretaria de Políticas para la Integración y, además de una miríada de amigos personales, Hugo Bilbao, director ejecutivo del Organismo Provincial para el Desarrollo Sostenible (OPDS). Después del partido, ducha y todos al avión para estar cerca de medianoche de vuelta en la residencia de La Ñata adonde otro pequeño grupo de familiares extendió, a puertas cerradas, los brindis hasta la madrugada de hoy.
Frente a relieve tan alto, el cumpleaños de Juan Carlos Mazzón en el chalé en donde vacaciona en Playa Grande, debió ser la reunión en torno a un político al que se le atribuye, por el perfil que tiene dentro del peronismo, todo lo bueno y todo lo malo que pasa. Por eso incluyó en la treintena de invitados a la cena apenas un puñado de políticos, entre ellos el apoderadísimo del PJ Jorge Landau y su hijo Mauricio -hoy clave en el Gobierno de «Paco» Pérez en Mendo-za-. El resto, pura familia. Hubo comentarios ligados a la persona del cumpleañero, entre otros la extrañeza porque en diciembre levantó la comida tradicional de todos los años en donde el asesor presidencial suele reunir al padrón de sus militantes, algo que sin tener lema ni sigla representa una agrupación dentro del peronismo que atraviesa a todos los sectores. La decisión la tomó para evitar especulaciones y fabricaciones de prensa que pueden exhibir movimientos que se quieren hoy discretos y que los malintencionados -dicho esto desde el ángulo del «Chueco»- pudieran aprovechar para fabricaciones de prensa y, dicho en mendocino, tratar de rayarle la carrocería, i.e. disputarle espacios y achicarle margen de maniobras en el año que comienza, en donde la capacidad de armado de Mazzón vuelve a ponerse a prueba como cada dos años desde hace tres décadas, en función que ha cumplido para todas las administraciones peronistas.
El centro de todas las especulaciones, obviamente, es lo que puede y debe pasar en la provincia de Buenos Aires, donde la elección legislativa es como siempre la clave de la próxima presidencial, como lo prueba que, para perder o ganar, concentrasen la estrategia Duhalde en 1997 y 2001 -fueron candidatos Chiche González y él, respectivamente, o Kirchner, con Cristina de candidata a senadora en 2005 y él mismo en 2009. Nadie, por audaz que sea, se puede permitir la frivolidad de no jugar todo. Esa lectura se le dio en las mesas de algunos invitados de esa noche, a la frase que dijo Mauricio Macri de que podría ser candidato a diputado nacional por Buenos Aires «si hubiera caos social», como se contó el lunes pasado en estos quinchos que avisó en la comida que mantuvo con su gente en el parador Divisadero de Cariló. Desde ese momento la idea de ser candidato, que hasta entonces se atribuía a una extravagancia disparatada de su primo Jorge, saltó a los titulares. Tanto que la afirmación hizo que acercasen posiciones en torno a la idea del primo Jorge y su adversario en el armado del distrito, Emilio Monzó. ¿Por qué dijo eso Mauricio?, se especula en todas las reuniones. Una respuesta atinada dice que mientras el macrismo no tenga un candidato fuerte en el distrito Buenos Aires, sirve a la estrategia que se diga que Macri es el candidato. Tener un candidato competitivo no depende sólo de lo que pergeñe el PRO: depende de qué candidato presente el kirchnerismo. Si fueran Alicia Castro o Florencio Randazzo, Mauricio lo consideraría porque querría ser el candidato del 50% del electorado que no apoyaría al oficialismo (30/35% de piso) ni al sector Stolbizer-Alfonsín (15% histórico). Si el candidato fuera Sergio Massa o se acercasen más de lo que están Scioli y Francisco de Narváez la pelea se le complicaría al PRO. Por ahora Mauricio deja correr la leyenda de la candidatura pero sólo la aceptaría con un seguro de escrutinio ganador, algo con lo que sueña cualquier político.
En la costa uruguaya la presencia selectiva de argentinos desdolarizados hace menguar con los días el brillo social de la temporada que, para algunos, termina este fin de semana, después de que hicieran las fiestas de mayor concurrencia. La de anoche, un clásico de todos los años que siempre se considera la última del sector más rumboso del turismo que va a Punta del Este, llevó a empresarios y curiosos, modelos peronistas y, como viene ocurriendo en los últimos años en el Uruguay, a muy pocos políticos (los que van del oficialismo, como Héctor Icazuriaga o Carlos Zannini, se protegen de las miradas). Fue como siempre en Tequila, con Cristiano Rattazzi de anfitrión en nombre de su empresa, saludado por Sebastián Eskenazy, Beatriz Nofal, Cecilia Zuberbühler, Eduardo Amadeo, Clarisa Stol, Pablo Roemmers, Ricardo Fiorito, Luis Ribaya -del Banco de Galicia-, Marcela Tinayre y Marcos Gastaldi, entre otros. Como en todo año electoral y con mayoría de argentinos, hubo apuestas sobre lo que pasará, pero nada dominó más que el análisis entre hombres de negocios sobre la declinación de las inversiones argentinas en el Uruguay. Los brokers han transmitido un tono bajísimo de operaciones de compra y venta de tierras, la crema del negocio y que tracciona la actividad por encima de los alquileres, que son apenas la espuma. «Hay corvinas, se ven, pero no pican, no sé si es la carnada, la tanza o la caña, pero nadie pica», ilustró uno de los principales desarrolladores con sede en José Ignacio. Los argentinos no pueden mover dólares, creen, y quien lo hace no está llevándola al Uruguay. Ese país ha debido reforzar la vigilancia sobre los capitales que invierten desde que se le dio la calificación de «investment grade». Hace un año hubo ya advertencias del G-20 sobre esos negocios y Uruguay ha redoblado los controles, por lo menos para distinguir entre el dinero que se considera el «negro bueno» (elusión, evasión, ahorros) y el «negro malo», o sea el que procede del lavado del crimen internacional, corrido de otros países como Brasil, de donde migran organizaciones mafiosas como consecuencia de la guerra del Gobierno de ese país con bandas por exigencia de la FIFA y el Comité Olímpico para resguardar la seguridad de las próximas olimpíadas y de la copa de fútbol.
La otra gran fiesta «de cierre» en la costa uruguaya se hizo con invitaciones majestuosas e importantes medidas «anticolados». Fue la fiesta de blanco de Chandon en Finca Valeria el viernes a la noche que contó con sólo unos muy selectos 300 invitados. Todos respetaron religiosamente el «dress code»: blanco total. Nada «blue», la tonalidad de moda en los mercados financieros.Los primeros invitados llegaron cerca de las diez de la noche, y fueron recibidos por Valeria Mazza y Alejandro Gravier, los anfitriones de la casa. Junto a ellos, Sol Beckermann y Ramiro Otaño. Había que trasponer dos controles previos exhibiendo invitaciones (precintos y calcos en autos). Después de estacionar, carritos de golf llevaban invitados a la finca. La ambientación, de Javier Iturrioz, incluía mucha iluminación turquesa en las paredes y en la pileta, naranja en los arreglos de flores y en la iluminación de palmeras; verde y velas en la pérgola de entrada. Armaron pequeñas balsas de madera en la pileta con fraperas y flores. Quien primereó en la llegada fue Manuel Antelo y su mujer Inés Peralta Ramos y enseguida se les sumaron, Dolores Cahen DAnvers y Horacio Mazza; Luciana Aymar y Ana Rusconi. Un amplio living era el elegido para los más calmos, el deck de madero junto a la pileta para los más inquietos. Pudo verse allí bastante movedizos a Anita Álvarez de Toledo, Paola Marzoto, Iván de Pineda y Luz Barrantes. Se sumaron luego Lorena Ceriscioli, Gunilla von Bismarck, Justo Saavedra y Julieta Kemble, Cecilia Zuberbühler, Amelia Sabán, Alicia Fernández, Cristiano Ratazzi, Daniela Urzi, Gonzalo Pieres, Germán Neuss, Rosella y Patricia Della Giovampaola, Augusto Rodríguez Larreta y Julieta Spina, Gabriel Martino (HSBC) con Florencia Perotti; «Guga» y Beatriz Castagnino; «Tato» y Silvina Lanusse, Gabriel Scrimini (fund manager en San Pablo) entre otros. Ramiro Agulla y Delfina Vázquez Maistegui eligieron sentarse en la mesa central del living con amigos. El menú, del chef Fernando Trocca fue primero una mesa fría de zucchinis marinados; ensalada de papas, alcaparras y salmón ahumado; ceviche de camarones; tiradito de pulpo con tapenade; ensalada de duraznos rúcula y muzarela de búfala; carré de cerdo con chutney de tomate y manzana y ensalada de remolacha asada, queso de cabra y naranja. Los platos calientes fueron bolitas de morcilla; empanadas de pollo, maíz y cilantro; fishcackes; rissottocakes; langostinos a la parrilla y croquetas de jamón crudo y bechamel. El principal tuvo un toque bahiano: una tradicional moqueca brasileña de pescado y camarón. El postre vino con aires uruguayos, un típico chajá preparado con merengue, dulce de leche, durazno y mascarpone. Más una mousse de verbena, granita de lima y frutillas. Después de medianoche, cuando ya el dj Chule Bernardo con versiones remixadas de los 70, 80 y música electrónica había logrado llenar el deck con danzarines, comenzaron los fuegos artificiales. Los temas de conversación oscilaban entre el precio del dólar, las propiedades, hasta la salud de Chávez y su repercusión en el precio de los papeles venezolanos. Otras cuestiones ya eran más veraniegas como la menor cantidad de turistas argentinos hasta los férreos controles de alcoholemia de la Policía uruguaya siempre estratégicamente ubicados a la salida de las grandes fiestas. Saben dónde pescar. También, como la mayoría de los asistentes eran padres de adolescentes se hablaba de las andanzas de ese difícil segmento. Todos se juntan poco antes de la medianoche en La Barra, en la bajada Gancedo (por cartel de inmobiliaria en esa esquina) y luego deambulan por la zona para terminar «bajoneando», palabra de moda adolescente que equivale a cerrar la jornada, en Chivitos Rex cerca de las 4 de la mañana. Lo paradójico es que muchos se encuentran a esa hora y en ese lugar con sus padres, también «bajoneando» para desgracia y vergüenza del segmento adolescente.
No se quedó atrás Mar del Plata en fiestas sociales con más políticos, algo que domina en el verano y distrae mucho la mirada quinchesca, que quería más actividad pesada y, quizás canalla, pero que es donde brota la realidad política. En la misma noche en que Mazzón festejaba lo suyo, un seleccionado de exministros se sentaba en el comedor de la sede playera del Ocean Club, el más tradicional de la costa, para festejar los 100 años de su creación. Eran un exministro de Fernando de la Rúa, Nicolás Gallo, otro que lo fue de Eduardo Duhalde, Jorge Vanossi y uno que estuvo con Carlos Menem, Oscar Camilión. Junto a otros 500 invitados se entregaron también a cruzar datos, pero más especulaciones, sobre si sigue la película política; algunos decían ya haberla visto, otros que tenía final cierto, otros final abierto, otros que se podía cortar. Devoraron las bandejas del catering venido de Buenos Aires y fueron escuchados, entre otros, por los empresarios Luciano Miguens, Martín Cabrales, Diego Videla (Banco de Galicia, que fue presidente del club), el exjuez Manuel Silva Garretón y entre otros el exconvencional conservador Hilario Muruzábal (fue constituyente en 1994 por las listas de Luis Patti y es una celebridad de lo que queda de la Unión Conservadora), además de una cantidad de apellidos tradicionales del club (mucho Alvear, Chopitea, González Alzaga, Taquini, Blaquier, etc.). La estrella, que se quedó hasta el baile de la madrugada, la diva Mirtha Legrand, que ha sido habitué de los tres clubes de elite de Mar del Plata, el Ocean, el Golf y el Yatch. Los tres, brindaron todos, han recibido una renovación de la concesión de sus balnearios por otros 20 años. La casa está en orden. Y no sólo en esos recónditos refugios sociales, porque escuchamos allí que Luis Barrionuevo viene de ganar el torneo interno de Acantilados Golf Club para la categoría de 10 de hándicap. Después del triunfo pasó a militar en la de 9 de hándicap y ya entrena como un profesional porque el fin de semana que viene debuta en la Copa de Oro de Acantilados. En cualquier momento salta a las grandes ligas, o sea al Golf Club.
No faltará nunca en estos quinchos el cierre con las más finas artes. Es con el cuento del almuerzo para unos pocos invitados especiales en el Museo Nacional de Bellas Artes, el director de la institución, Guillermo Alonso, en donde presentó «Papeles modernos. De Toulouse-Lautrec a Picasso». La exposición de dibujos y obras gráficas, curada con sabiduría por Ángel Navarro, pone ante los ojos de todos, la riqueza patrimonial del museo oculta durante años. Entre los 80 trabajos de Picasso, Bracque, Klee, Rodin y Modigliani, figura el célebre afiche Tolouse Lautrec de fines del siglo XIX, cuando el mundo entero se sorprendía con el descaro de las bailarinas Moulin Rouge. El menú, a cargo del coleccionista y empresario gastronómico Javier Caínzos, comenzó con unas ensaladas de hojas verdes y gajitos de frutas (pelados) y luego, el consabido pollo con aderezos crocantes. María Pimentel (Artinfex), contaba en el bello y flamante salón de relax, acerca de la colección extraordinaria de grabados de Durero hasta Tiépolo que proviene de Italia, y que llegó a La Plata por encargo de Jorge Telerman, presidente del Instituto Cultural de la provincia de Buenos Aires. Desde luego, Pimentel invitaba a ver la muestra, también curada por Ángel Navarro, quien aclaró con especial énfasis que ya concluyó su trabajo para el Museo Fortabat.
Santiago Bengolea, Norberto Frigerio y Guillermo Alonso celebraron el postre, una tarta de frutos rojos con cremas y helados, y también festejaron el reciente arribo al museo de una pintura excepcional de Antonio Berni, que compró la institución por más de dos millones de pesos. Con alrededor de 25 obras cumbre de Berni en su acervo, el Bellas Artes tendrá una sala especial para el gran maestro rosarino. Dato que cobra relevancia cuando llegan los extranjeros y piden ver su trabajo. Ahora, «cuando pregunten por Berni, se podrá mostrar algo más que fotografías», dijeron. El joven artista Francisco Amatriain habló sobre la muestra que prepara en la sede de la galería Praxis del barrio Chelsea, en Nueva York. Su pintura es hiperrealista, más real que lo real, estilo que aman los estadounidenses. Enero está signado por grandes proyectos, como el del Malba, que proyecta una extensa ampliación para mostrar el arte comprado (y a buen precio) en estos últimos años. Así nos enteramos que varios de los 700 artistas organizados que repudiaron, «por coercitivo», el pedido de donación de sus obras del Museo de Arte Moderno porteño, agacharon la cabeza y terminaron por entregarlas sin que les pagaran ni siquiera el flete. Junto con los deliciosos petits fours y el café, llegó la gran pregunta: «¿Quién será el artista enviado por la Argentina a la Bienal de Venecia? Y, ¿quién se hará cargo de la curaduría en el pabellón cuyo alquiler costó casi dos millones de euros?». Aseguraron entonces que «el artista no será Santoro, sino Nicola Costantino». No obstante, también se dijo que el poder del sector cultural es una parodia del poder real, el del Gobierno, y antes de cometer el pecado de hablar, la opción casi obligada es esperar que desciendan las órdenes.
Vamos a terminar con un chiste de modelos. Varias chicas que se dedican a esta profesión compartían una casa, y decidieron revestir las paredes con tapices que les habían regalado. Como la tarea no parecía ofrecer demasiadas dificultades, la encaran ellas mismas. Una de las modelos va a la ferretería y vuelve con una bolsa de clavos. Se sienta en el piso, junto a la ventana, y comienza a examinar los clavos. Saca uno de la bolsa, lo mira y lo tira por la ventana. Saca otro, y lo mismo; un tercero corre el mismo destino. Al vigésimo clavo arrojado al vacío, una de sus colegas y compañeras de cuarto se acerca y le dice:
-¿Por qué estás tirando los clavos por la ventana?
-Porque están defectuosos...
-¿Y cómo sabés que están defectuosos?
-Porque si los saco de la bolsa y miran hacia mí, están defectuosos...
La otra chica se queda mirando a la de los clavos un instante, y le dice con sorna:
-¡Estúpida! ¡No te das cuenta de que son para las paredes del otro lado!