CGT-Gobierno, peligro de una relación rota
Las diferencias entre la Presidente de la Nación y el secretario general de la CGT pueden generar inconvenientes al resto de los argentinos.
Sucede que en marzo comenzarán las discusiones paritarias por incrementos salariales y ya se anticipan planteos duros de parte del sector sindical.
La historia del justicialismo está muy ligada a la del movimiento obrero. En su momento, el propio Juan Perón calificó al sindicalismo como la columna vertebral del Movimiento Nacional Justicialista y la relación se mantuvo sin variantes a lo largo de los años.
Sin embargo, durante un gobierno peronista esa situación se rompió: fue cuando el entonces ministro de Economía, Celestino Rodrigo, anunció una serie de medidas conocidas como "el rodrigazo", que consistían en una devaluación del 150 por ciento y aumentos del 180 por ciento en las naftas y del 100 por ciento en los servicios públicos y, como contrapartida, un aumento de salarios del 45 por ciento.
Los sindicatos nucleados en la CGT rechazaron la medida y declararon el primer paro general que se hiciera contra un gobierno peronista. Esa presión logró un aumento promedio de los salarios del 180 por ciento lo que, combinado con las medidas de Rodrigo, elevaron la inflación en la Argentina a niveles nunca vistos y debilitó aún más la ya muy compleja gestión de María Estela Martínez de Perón.
A partir de allí y con la recuperación de la democracia, el sindicalismo volvió a trabajar codo a codo con el justicialismo y hasta aceptó, por omisión, medidas inconcebibles para un gobierno peronista, como las privatizaciones impulsadas por Carlos Menem.
Cuando el peronismo volvió al poder con Néstor Kirchner, continuó con el acercamiento al sector sindical, aunque en esta oportunidad buscó a un hombre que se enfrentó al menemismo: el camionero Hugo Moyano. La relación fue aceitada y le permitió al líder de los camioneros sumar un poder individual impresionante, similar o superior al que en su momento supo tener el metalúrgico Lorenzo Miguel.
Con la anuencia del Ministerio de Trabajo, que no actuó en determinadas circunstancias, Moyano avanzó inclusive sobre otras entidades gremiales, mientras paralelamente lo hacía sobre el sector político, logrando la vicepresidencia del justicialismo en la provincia de Buenos Aires.
Con el fallecimiento de Néstor Kirchner, la situación cambió sustancialmente en la gestión de Cristina. El alejamiento fue cada vez más pronunciado y el primer reflejo de esa relación deteriorada se observó en la conformación de las listas de candidatos. Luego, con Cristina triunfante, el avance sobre el camionero fue evidente. Aseguró que no aceptaba el "chantaje" y la "extorsión", en directa referencia al titular de la CGT, mientras paralelamente le iba bajando iniciativas impulsadas por la central obrera, como la participación en las ganancias de las empresas.
La reacción del camionero no se hizo esperar, rechazó los calificativos, renunció a su cargo en el justicialismo, exigió el reintegro de dinero de las obras sociales e insistió en que, en las discusiones paritarias, plantearán el porcentaje de aumento que reflejan los supermercados y no el INDEC.
Al no existir oposición el poder actual está en manos del Gobierno y el restante grupo fuerte se centra en el sector cegetista que conduce Hugo Moyano. Una situación complicada y preocupante para la Argentina en razón de que, pasadas las Fiestas y las vacaciones, en marzo comenzarán las discusiones por los aumentos salariales en paritarias. Los reclamos desmedidos pondrán en peligro algunas actividades agrícolas, como sucede con el campo en Mendoza, donde para los productores los salarios constituyen hasta el 70 por ciento de sus costos.
No se trata entonces de establecer si quien tiene la razón es la Presidenta de la Nación o el líder cegetista. Cada uno da sus razones para el planteo, pero el hecho concreto y real es que lo que está en juego es gran parte del futuro de los argentinos en el corto y mediano plazo.