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CFK y F de la V

*Por Raúl Acosta. Somos muchos, deberían contarnos bien, los que seguimos creyendo que los sexos no son iguales. Sostenemos que hay cuestiones estrictamente femeninas que determinan las hormonas.

Somos muchos, deberían contarnos bien, los que seguimos creyendo que los sexos no son iguales. Sostenemos que hay cuestiones estrictamente femeninas que determinan las hormonas y a las hormonas no pueden acusarlas de nada. Por algo será.

Seguimos siendo determinantes en el comportamiento de la sociedad los que creemos que una cosa son los hombres y otra las mujeres. Que Juan decida llamarse María es su asunto, pero en un punto exacto ese asunto se complica. Los hombres no parimos. Acompañamos el parto. Búsquele el componente que quiera, agréguele el afecto y la predisposición que se le antoje: no es lo mismo. Ni siquiera con la castración y/o la implantación, según se quiera, ay, y se desee, el asunto se altera. Nada, que sigue igual, hay diferencias finales. Culturalmente se asume la igualdad. Es un fenomenal y loable intento.

La genética, los caracteres antropológicos y las caderas acomodadas de otro modo después del parto aún están presentes. Cuando mira los huesos el anatomopatólogo y/o antropólogo aún somos hombres o mujeres, no las dos cosas a la vez.

Nacidas en Argentina, en el siglo XX dos mujeres fueron verdaderamente famosas aquí y en el mundo. Evita y Mafalda. En el siglo XXI hay dos. Una internacional, la otra local. Cristina Fernández de Kirchner y Florencia de la V. No son iguales, sin embargo se parecen.

Comportamiento femenino. Desde un origen u otro el alma femenina puede asomar. El alma se esconde donde quiere y aparece cuando se le antoja. Es otra cosa. Cuando uno quiere ser mujer, pues termina siéndolo. Punto. No son iguales. O si. Según se mire la nuez de Adán y el aparato reproductor o el comportamiento.

Roberto Carlos (Tito) Trinidad, chaqueño, es Florencia de la V. que ríe, llora y se emociona como mujer. Vamos, que hasta en el documento es mujer. Cristina Elizabet Fernández de Kirchner lo es. Ambas lo son, qué embromar.

Las mujeres, culturalmente hablando, tienen comportamientos similares, en sitios y circunstancias semejantes. Los comportamientos son resultado de la educación, la herencia, el carácter, el medio ambiente: cultura, que le dicen. Eso las diferencia. Punto y aparte. No es lo mismo una mujer en el fondo de Bangladesh, adentro de Sicilia, cerca de Alaska, en mitad del Amazonas que en una calle de Barracas al sur una noche de verano. No es lo mismo.

Hay cosas predecibles en el comportamiento femenino. La primera la "imprevisibilidad". Nadie sabe, ciertamente, la reacción siguiente. Eso enamora (tanto) a los hombres. La segunda la imprescriptibilidad. Un vestido copiado, una mala maniobra, un gesto, una traición: la mujer no olvida. El alma femenina entiende la eternidad de modo cotidiano. Los desaires a una mujer remiten a los pactos de San José de Costa Rica. No prescriben. Una pluma al viento. La canción sigue viva.

Menospreciar el sexo puede confundir. Señores: CFK como F de la V son femeninas, así se comportan. A qué otorgarles la dureza de la testosterona derramada a lo bestia. No la tiene o no la quiere; no la necesitan. Las define la milonga de Mastra y Caruso, éxito de la orquesta de Héctor Varela, década del ‘50"... Que no puedo, que quien sabe, que esta noche, que mañana..." No es una casualidad, apenas una descripción.

Una mujer sabe que el tiempo (¿perdido?) en el cuidado del cabello no es el de Proust. Existe. Que un cabello mal teñido o peor decolorado resiente la imagen. Ubica al tailleur que va con tales zapatos. Que el cinturón ancho acomoda las caderas. Ah, las caderas y ese físico español de guitarra (española). Una mujer no saldrá con ojeras ni con el bozo sobre el labio, cuando la progesterona decaiga. Una mujer entiende de celulitis y de calcificación, de los calores y los ardores. Sabe que cuando se terminan los folículos de Graaf las cosas cambian, cambian para siempre. Que el aceite lubricante no es Castrol, no solamente Castrol. Es del alma femenina una frase inigualable: ¿qué me pongo? Esa frase deja al varón en la más ridícula posición. Una mujer jamás pregunta para que le respondan. ¿Qué vas a pensar de mi? Ojo, no responder.

Cuando una mujer pregunta ¿de dónde venís? debe saberse: está dispuesta a perdonar. Si no hay perdón ni pregunta, se marcha o cambia la cerradura.

Si una mujer dice "ay, no doy más" que se embrome quien le cree.

Las mujeres, como género, como conducta de género, son definitivas. Absolutas. No te quiero más. No me olvidaré nunca. Andate para siempre. Sin meterme en sicologismos digo: saben que cuando se embarca en serios asuntos es conveniente llegar a su final. Las mujeres saben parir. Sostienen que no es fácil. Conviene creerlo.

Los politólogos enfrascados en populismo si, populismo no, en peronismo de grasitas o de zurdería vocinglera, en liberalismo escondido y anacrónico o el país como libre empresa, están subestimando al género. Están ofendiendo a la maternidad y agrediendo al eterno femenino.

Observemos a Florencia de la V, un chaqueño trocado en rutilante estrella del espectáculo en Argentina, con marquesinas propias, telenovela donde se enamoraban de ella (los hombres) y el documento para votar, ahora en un padrón único. Todo es posible cuando una mujer se empeña. Florencia nació varoncito, pero sus comportamientos son definitivamente femeninos. Tiene caprichos, veleidades, llora, se encabrita, se ríe y se retuerce. Lleva pancarta: ante todo soy mujer. No ha sido fácil, para ella, casarse de blanco, con tapas en las revistas del corazón. Yo estoy seguro, tengo la íntima convicción que si un día, Dios no lo permita, a Florencia de la V el amor de su vida la abandona cantaría boleros, entendería los versos de Joaquín Sabina en una de las canciones serias que ha escrito.

Si es fácil entender, en el caso más extremo del femenino inmortal (estoy refiriéndome a F de la V) que el amor todo lo cambia, todo lo puede y que el alma (femenina) tiene su sitio como dice la biblia al referirse al viento: donde quiere; conviene preguntarse qué cruel escondrijo de nuestros miedos aparece con CFK. Qué oscura razón nos nubla el alma y no advertimos que es una mujer, que no es más que una mujer dolorida, que hace seis meses se le murió el marido, su mitad en enojos y alegrías, que ella nunca, pero nunca, desde jovencita, hizo nada sin la decisión compartida, que hace seis meses que deambula indecisa, sola por donde sea, casa, lecho, avión o país. Que esta vez si, ella deberá decidir por ella. Y por tantos, claro.

Por un camino rarísimo, esforzado, F de la V alcanzó su estatura de mujer. CFK arrancó su vida desde el sitio al que le costó llegar al trémulo muchacho chaqueño. CFK debería dejar que la luz se vaya un atardecer, en Olivos, y cantar, tararear como rezando, un poema, cuatro versos, un poco.

... Porque una casa sin ti es una embajada. El pasillo de un tren de madrugada. Un laberinto sin luz, ni vino tinto. Un velo de alquitrán en la mirada.

Qué puede pasarle al país de malo. Nada. De bueno algo. Una mujer recuperada en su estatura, sobre sus tacos altos. Algo es algo.