Cayó 300 metros y se levantó sonriente
Se trata de un alpinista británico que sobrevivió a una increíble caída y, a pesar de haber perdido la consciencia, se incorporó por sus propios medios, y sonrió.
Su nombre es Adam Potter y practica al cinismo desde hace muchísimo tiempo. Sin embargo, es noticia recientemente por haber sufrido una terrible caída de una montaña de 300 metros y salir ileso.
En declaraciones al New York Times, expresó que “estaba sobre la espalda y empecé a dar vueltas; intentaba hundir mis manos en el suelo pero llegué a lo alto de una pendiente abrupta y caí al vacío”. “Cuando empecé a caer, pensé: ‘Este va a ser uno grande; va a doler’”, dijo este escocés de Glasgow de 36 años.
Asimismo, añadió que tuvo tiempo de lamentarse por la posibilidad de perderse el viaje al Himalaya: “Estaba pensando sobre mi viaje para escalar el Everest; pensaba que esto iba a poner punto final a la expedición”. A su vez, y luego de lanzarse por tres precipicios consecutivos de unos 100 metros cada uno, cuenta: “acabé por detenerme, arrastrando pies y manos; probablemente mi gran mochila me frenó”.
Una vez incorporado, perdió brevemente la consciencia y, al volver en sí, estaba desorientado y no recordaba nada: “Pensaba que quizás habíamos sido alcanzados por una avalancha y que mis amigos podían estar en dificultades también”, cuenta.
Por eso, sacó el mapa y estaba estudiándolo cuando llegó el helicóptero del equipo de rescate advertido por sus compañeros.
En declaraciones al New York Times, expresó que “estaba sobre la espalda y empecé a dar vueltas; intentaba hundir mis manos en el suelo pero llegué a lo alto de una pendiente abrupta y caí al vacío”. “Cuando empecé a caer, pensé: ‘Este va a ser uno grande; va a doler’”, dijo este escocés de Glasgow de 36 años.
Asimismo, añadió que tuvo tiempo de lamentarse por la posibilidad de perderse el viaje al Himalaya: “Estaba pensando sobre mi viaje para escalar el Everest; pensaba que esto iba a poner punto final a la expedición”. A su vez, y luego de lanzarse por tres precipicios consecutivos de unos 100 metros cada uno, cuenta: “acabé por detenerme, arrastrando pies y manos; probablemente mi gran mochila me frenó”.
Una vez incorporado, perdió brevemente la consciencia y, al volver en sí, estaba desorientado y no recordaba nada: “Pensaba que quizás habíamos sido alcanzados por una avalancha y que mis amigos podían estar en dificultades también”, cuenta.
Por eso, sacó el mapa y estaba estudiándolo cuando llegó el helicóptero del equipo de rescate advertido por sus compañeros.