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Castigados o aliados, el método K de vínculo frío con gobernadores

*Por Pablo Ibáñez. Olivos se volvió zona vedada. Tras la muerte de Néstor Kirchner, son contadas las ocasiones en que un cacique entró a la residencia. Parece una anécdota pero esa veda señala un método: el que Cristina de Kirchner estrenó y aplicará en su relación con los gobernadores.

En Balcarce 50 hablan de «trato protocolar» o de «vínculo frío». Se refieren a lo mismo: Cristina dialoga con los jefes provinciales sin los modos amigables, aun en la batalla, que tenía su esposo. «Habla lo justo y necesario. Y siempre pone distancia», explican.

Ese hábito, dicen los operadores K, se mantendrá si la Presidente logra su reelección en octubre. «Ningún gobernador es hombre de consulta para la Presidente», avisan en Casa Rosada y arriesgan, desde esa certeza, que no sumará a ningún mandatario al gabinete.

Se cita un fundamento retroactivo: Cristina, pero antes Kirchner, desecharon sentar a un gobernador en la fórmula presidencial de 2011, sidecar con el que fantasearon José Luis Gioja (San Juan), Sergio Urribarri (Entre Ríos) y José Alperovich (Tucumán).

Con más contundencia sonó Jorge Capitanich y luego se deslizó que podría ser tentado como ministro. En 2008, cuando renunció Alberto Fernández, el chaqueño fue sondeado por los Kirchner pero se excusó. Aquel episodio podría ser un bumeran envenenado.

A pesar de aquel ruido en el currículum, Capitanich es mencionado en el pelotón de mandatarios que la Casa Rosada considera leales: allí figuran Gioja, Urribarri, Alperovich, el formoseño Gildo Insfrán, el santiagueño Gerardo Zamora y el misionero Maurice Closs.

En un segundo anillo aparecen Luis Beder Herrera (La Rioja), al jujeño Walter Barrionuevo -heredero de Eduardo Fellner a quien devolverá el cetro- y el pampeano Oscar Jorge, que había iniciado trámite jubilatorio pero la rabieta de Carlos Verna lo devolvió al ring.

Se incluye en ese club a Daniel Peralta, de Santa Cruz, que recuperó una dosis de calma: aunque

hace tiempo Cristina avisó, que no permitiría ni internas ni colectoras, sufrió una guerrilla del kirchnerismo local que jamás lo aceptó como su jefe real.

Curioso: la tierra K parió un gobernador complejo mientras que Chubut, donde gobernó un anti-K, gestó un mandatario que se sometió a una transfusión política: Martín Buzzi, de la mano de Carlos Eliceche y del empresario Lázaro Báez, consiguió la Green Card para habitar el ultrakirchnerismo.

Anillos

En zona gris está Daniel Scioli. Se asegura que Cristina construyó un vínculo más cordial que el que tenía su marido pero por cuestiones de coyuntura el trato es pendular. Subyace el dilema sobre si la Presidente considera al bonaerense un «continuador» del modelo.

Peor está José Manuel de la Sota -que negoció con Cristina compartir listas en la provincia pero luego rompió ese acuerdo- quien volteó la lista de diputados nacionales del PJ cordobés gesto que, dicen en Gobierno, no borra los destratos anteriores.

Sobre el «Gallego» anticipan tiempos complicados, con extrema frialdad de la Presidente, que interpretó como una «traición» no sólo el armado de las listas sino que tras la elección provincial no haya respaldado su candidatura en las primarias: De la Sota dio libertad de acción y llamó a votar por Cristina, Eduardo Duhalde o Alberto Rodríguez Saá.

A Juan Manuel Urtubey se lo mira, desde siempre, con recelo por sus constantes gestos de diferenciación. Por una tragedia, la relación ganó fluidez: a raíz del crimen de las jóvenes francesas en Salta, la Presidente hablaba a diario con el gobernador para seguir las novedades de la causa.

En Gobierno interpretan que Urtubey no se despegará del kirchnerismo al menos por dos años. Se trata de un planteo habitual sobre los peronistas ambiguos: si el Gobierno no tropieza y Cristina se mantiene sólida en la opinión pública, no tomarán distancia.

Otro sobre el que llueve ácido es Ricardo Colombi. Era el más K de los primos radicales de Corrientes (el otro es Arturo, el exgobernador), pero decidió apostar por Ricardo Alfonsín y perdió. Ahora busca un atajo para regresar pero está freezado y urgido: tiene abstinencia de fondos nacionales.

Monocolor

Cristina se prepara para gobernar con un mapa que considera, prácticamente, monocolor: pronostica que sólo Mauricio Macri y Claudio Poggi, candidato de los Rodríguez Saá en San Luis, serán opositores abiertos y que, al menos en los primeros dos años, no lo harán con ferocidad.

«Capital y San Luis van a ser dos islas», graficó un funcionario K que oficia de enlace con los gobernadores.

La definición detona una incógnita: ¿Cómo imagina el Gobierno el vínculo con el socialista Antonio Bonfatti, que reemplazará a Hermes Binner en Santa Fe? «Con Bonfatti esperamos tener una mejor relación que la que tuvimos con Binner que fue buena», avisan.

Con matices y reservas, al santafesino lo empardan con Fabiana Ríos, de Tierra del Fuego que ganó como ARI pero por necesidad y en busca de tranquilidad luego negoció con la Casa Rosada.

De otro jardín ideológico pero con un derrotero similar, aparece Felipe Sapag de Neuquén.

En Balcarce 50 anotan a Ríos como una neo K luego de que Roxana Bertone rechazó la sugerencia de la Presidente de sellar una alianza para ganar en segunda vuelta. «Si no lo hace, va a perder», se dice que diagnosticó Cristina.

En el sur más próximo, todavía Patagonia, sospechan un triunfo de Carlos Soria en Río Negro -en otros tiempos, ferozmente enfrentado con los Kirchner- desplazando a César Barbeito, el candidato del radical Miguel Saiz. Sea cual fuere, alardean, el gobernador será K.

Se espera, además, que una victoria de Francisco «Paco» Pérez en Mendoza mejore la accidentada convivencia con Celso Jaque. Aunque viene de ese núcleo, Pérez tiene un nexo con los ultra K: Diego Bossio, titular de la ANSES, oficio de lazarillo para amigarlo con la Casa Rosada. Lucía Corpacci, que ganó Catamarca, llegó con esa cobertura y formará parte del olimpo de los preferidos. Como dominará la combustión interna del PJ catamarqueño es otra cuestión.