Caster Semenaya se coronó en los 800 metros y avivó la polémica por su aspecto de hombre
Se colgó la medalla de oro en una carrera sin equivalencias
Nota extraída de Lanacion.com
En la última recta ya se había vuelto imparable. Y cuando cruzó la meta exhibió unos bíceps que estallaban, en una actitud que avivó la polémica sobre el hiperandrogenismo que padece. Caster Semenya se proclamó campeona olímpica en los 800 metros y ahora redoblará el gran debate para los próximos años en el atletismo femenino. Sobre todo porque bajó su récord personal hasta 1m55s28/100 y dejó atrás su marca conseguida el mes pasado en la Diamond League, en Mónaco (1m55s33/1000).
Bajo la mirada del Cristo Redentor, la sudafricana encontró un enorme envión en medio de su tormentosa carrera deportiva: se consagró campeona olímpica por primera vez (había sido plata en Londres 2012) y por un momento se olvidó de aquellos fantasmas de su año más difícil, 2009, cuando ganó el oro en el Mundial de Berlín y se vio inmersa en un proceso de verificación de sexo, que la tuvo mucho tiempo apartada de las pistas. Entonces, con apenas 18 años, tuvo que soportar burlas, críticas de sus colegas y la humillación de desnudarse ante un cuerpo médico. En aquella temporada fue suspendida por casi 11 meses, con la opción de volver a competir si reducía el nivel de testosterona a menos de 10 nanogramos por litro de sangre, según lo establecido por la IAAF, a través de una terapia hormonal.
Miró siempre hacia adelante. No desmayó en su intento de ser cada día más grande. Y en la noche templada de Río, Semenya aceleró rumbo a la gloria para superar a Francine Niyonsaba (Burundi, 1m56s49/1000) y la keniana Margaret Wambui (1m56s89/100), otra de las atletas que está en la mira por su aspecto varonil y su estatura de 2 metros.
En la última recta ya se había vuelto imparable. Y cuando cruzó la meta exhibió unos bíceps que estallaban, en una actitud que avivó la polémica sobre el hiperandrogenismo que padece. Caster Semenya se proclamó campeona olímpica en los 800 metros y ahora redoblará el gran debate para los próximos años en el atletismo femenino. Sobre todo porque bajó su récord personal hasta 1m55s28/100 y dejó atrás su marca conseguida el mes pasado en la Diamond League, en Mónaco (1m55s33/1000).
Bajo la mirada del Cristo Redentor, la sudafricana encontró un enorme envión en medio de su tormentosa carrera deportiva: se consagró campeona olímpica por primera vez (había sido plata en Londres 2012) y por un momento se olvidó de aquellos fantasmas de su año más difícil, 2009, cuando ganó el oro en el Mundial de Berlín y se vio inmersa en un proceso de verificación de sexo, que la tuvo mucho tiempo apartada de las pistas. Entonces, con apenas 18 años, tuvo que soportar burlas, críticas de sus colegas y la humillación de desnudarse ante un cuerpo médico. En aquella temporada fue suspendida por casi 11 meses, con la opción de volver a competir si reducía el nivel de testosterona a menos de 10 nanogramos por litro de sangre, según lo establecido por la IAAF, a través de una terapia hormonal.
Miró siempre hacia adelante. No desmayó en su intento de ser cada día más grande. Y en la noche templada de Río, Semenya aceleró rumbo a la gloria para superar a Francine Niyonsaba (Burundi, 1m56s49/1000) y la keniana Margaret Wambui (1m56s89/100), otra de las atletas que está en la mira por su aspecto varonil y su estatura de 2 metros.