Caso Santiago Maldonado: abrazo virtual
Asistimos a raíz de la desaparición de Santiago Maldonado, de la reacción más palpable de las redes sociales, que han dejado de ser virtuales.
Las redes sociales nos mantienen conectados con conocidos y extraños, nos permite debatir y opinar de todo. Acorta distancias geográficas. Nos informa y nos desinforma. Nos quita tabúes y nos expone. Detrás de un nombre falso o real, en el avatar de cada usuario solo hay una mínima información, sin embargo las palabras, las imágenes, hablan de quién está detrás del teclado. Así podemos imaginar cómo piensa, que siente, a que le teme aquel otro usuario virtual.
En muchas ocasiones el anonimato convierte a un tuitero en un acosador, o un violento verbal serial.
Pero no es la generalidad, sin embargo es lo que trasciende.
Mucha gente que jamás se hubiera cruzado en la vida real, se conocieron y mantienen una relación virtual. Otros se animaron a más y atravesaron la pantalla para darse la oportunidad de escucharse, olerse y tener una relación personal y corpórea.
Pero hace una semana, Twitter se convirtió en el eco más sonoro replicando miles de veces la preocupación sobre la desaparición de Santiago Maldonado.
Quienes estudian nivel de impacto de un hashtag, los que miden la cuanta gente lee una consigna, los que analizan las reacciones y alcance de la red Twitter, no pueden dejar de sorprenderse por el reclamo masivo en torno al PEDIDO DE APARICIÓN DE SANTIAGO MALDONADO.
Hasta acá podrán los expertos realizar gráficos, curvas que digan los millones de lectores que supieron del reclamo, y podrán catalogar cuales usuarios fueron los más activos, y cuales los más seguidos por este tema.
Pero yo con el permiso de ustedes, quiero ir más allá. Quiero dejar la matemática que mide, quiero alejarme del rigor científico para poder hablar desde casa y como en casa.
Abrir el celular a toda hora y leer la repetida e imperativa súplica firme "Donde está Santiago Maldonado", me conectó con el pasado donde el reclamo se vestía de valiente y solitario pañuelo blanco, donde el silencio era rector y la palabra estaba también desaparecida.
Otra vez el celular de un usuario internacional replicaba el grito escrito en Twitter de miles de personas desconocidas entre sí, de miles de usuarios que no conocían a Santiago Maldonado, y nuevamente mi mirada no leía aquellos tuits, solo me daban calma.
Porque no vamos a ver multiplicarse las caras o siluetas en pancartas, porque no volveremos a recorrer las calles de nuestra propia historia, porque nunca más la lista trepará los 30.000.
Porque no sólo hay una gran mayoría de la sociedad que entendió con sangre que aún sangra, que es INADMISIBLE QUE EL ESTADO SE MANEJE FUERA DE LA LEY, DESAPARECIENDO CIUDADANOS, sino porque es una ciudadanía difícil de engañar y difícil de callar.
Porque están las redes para dar avisos, para disparar alertas, para derribar falsas noticias, para exponer operetas, para darle voz y el coraje de exigir a aquellos que aún temen al compromiso, o que por sus respetables razones no pueden dar la cara, pero dan su apoyo a esta búsqueda desesperada de SANTIAGO MALDONADO.
Vuelvo a abrir el celular, en la red social, leo a famosos e ignotos pedir, insistir y no aflojar con esta causa que NO ES POLÍTICA, y que ya traspasó fronteras.
Especialmente generó que las manos que escriben por Santiago Maldonado salten el teclado para unirse en un ABRAZO VIRTUAL QUE TIENE TANTA PRESENCIA Y POTENCIA, QUE SE PUEDE SENTIR.
Por eso esta vez las redes sociales se trascendieron a sí mismas, y se humanizaron como nadie nunca lo pensó, solo resta SABER DONDE ESTA SANTIAGO MALDONADO, el resto está ganado.