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Caso Noble Herrera: ADN negativo

El resultado de los tests evidencia que la causa de los hermanos Marcela y Felipe Noble Herrera fue manipulada políticamente.

La verdad ha encontrado al fin el espacio de formalización pública que siempre debió haber tenido en un caso de identidad de notable interés general. La Justicia ha confirmado, en efecto, en dos de los tres exámenes ordenados por la jueza federal Sandra Arroyo Salgado, que los perfiles genéticos de Marcela y Felipe Noble Herrera no coinciden con los de las familias demandantes en la causa por supuesta filiación seguida contra ambos ni con los de desaparecidos en 1975 y 1976.

El caso Noble Herrera quedará registrado por largo tiempo en la memoria colectiva de los argentinos. Quienes siguieron la causa entendieron desde siempre su grado de politización y que la consiguiente manipulación de los derechos humanos han estado en el origen de una campaña de hostigamiento personal con inauditos niveles de injusticia y arbitrariedad.

De a poco se fue advirtiendo que se estaba frente a dos hermanos sometidos a una situación de acoso, vejamen y vergüenza sin límites. Si este fenómeno que pareciera haber llegado a su fin es increíble, hay muchos más para confirmar que la prepotencia del oficialismo y de grupos políticos y sociales afines puede cruzar cualquier frontera con tal de alcanzar sus subalternos objetivos. Desde la persecución y hasta la amenaza de cárcel para los economistas que contradicen los datos fraudulentos que el Gobierno presenta sobre las estadísticas públicas, hasta la industrialización de los derechos humanos y su conversión en sinecura de múltiple y rentable propósito. El caso de los hermanos Noble Herrera ha sido explotado al máximo y a la sombra del conflicto desatado entre el gobierno de Néstor Kirchner y el Grupo Clarín.

Las dos personas alrededor de quienes prosperó el torbellino judicial y mediático al que no dan crédito hombres veteranos y responsables del Derecho, cargaban, desde el primer momento, con el interrogante de no saber quiénes son sus padres biológicos. Desde la expresión de un incondicional amor filial hacia la madre adoptiva, Ernestina Herrera de Noble, no han podido ser insensibles, sin embargo, a la pesadilla que los abrumó, primero, en tiempos del menemismo, y que terminó por adquirir, si cabía, los grados más extremos de ensañamiento en los gobiernos del matrimonio Kirchner.

Frente al drama humano de la magnitud del que comentamos habrá que decir, empero, que nada asombra a esta altura. Ni siquiera que el ex presidente Menem vaya a ser candidato a senador por La Rioja por el kirchnerismo, que lo acusó por años de haber destruido el país a pesar de haber sido sus mentores parte conspicua de los vilipendiados años noventa y que a su jefe, Néstor Kirchner, el propio Menem en términos sugerentes lo hubiera señalado, cuando pocos se atrevían a insinuar una crítica al Gobierno, como practicante de uno de los comportamientos peor entrazados en la cultura nacional: la usura.

En el caso particular de Felipe, la madre adoptante lo había recibido de la Justicia en un acto formal y sin vicios, aun cuando la madre biológica del menor hubiera podido ocultar o deformar datos. Ha sido ése un hecho muy poco mencionado por los vocingleros enemigos de la familia Noble.

Ocho años atrás, Marcela y Felipe habían ofrecido de manera voluntaria la entrega del material genético necesario para que fuera debidamente comparado con los de las familias Lanascou-Miranda y Gualdero-García. Estos se habían presentado como querellantes en la causa con el objetivo de reivindicar supuestos lazos de sangre. Esas dos familias se opusieron por años a aceptar la entrega efectuada por los hermanos Noble Herrera. Apelaron así en sede judicial con tal propósito todas y cuantas veces estuvo al alcance de ellos, aun ante resoluciones de altos tribunales de la Nación. Ahora se puede comprender sin márgenes de error que el fin perseguido era no cerrar el episodio y dejar vivo el reclamo por el tiempo que conviniera.

¿Quién se ocupó, entretanto, del sufrimiento de los dos hermanos?

Es obvio que con aquellas conductas ambas familias querellantes y también, por supuesto, dolientes y víctimas ellas mismas de la violencia irracional, olvidaron que los hermanos Noble Herrera son por igual víctimas de las derivaciones de un tiempo aterrador en la Argentina. Pero, además, que lo son de una explotación política de esa situación como no se ha conocido nada igual desde la restauración democrática de 1983.

Es esto último lo que ha hecho posible que el caso fuera manipulado por intereses que nada tienen que ver con los más nobles propósitos en la búsqueda de la verdad. Sería, pues, deseable que las personas y grupos que fogonearon con alevosía el drama de los hermanos Noble Herrera puedan hacer al menos introspectivamente un acto de contrición por los daños ocasionados a dos jóvenes inocentes. Sería una forma de recuperar nuevas gentes para la Argentina que quiere ponerse moralmente de pie y seguir la marcha hacia adelante.