Caso Nisman: Stiuso, Milani y la escritora inglesa que predijo este desastre hace dos siglos
La literatura deja enseñanzas que los ignorantes pasan de largo y por eso ocurre en la Argentina el desastre que dejó la muerte del Fiscal Nisman.
Mary Shelley tenía apenas 18 años cuando en una apuesta con amigos para ver quien escribía la mejor obra de ficción, salió de su pluma un libro fascinante que después Hollywood manipuló para convertirlo en un clásico de terror.
Eran tiempos en que los jóvenes no vivían la imbecilidad selfie, no eran dominados por triquiñuelas lavadoras de cerebro como hoy, entonces leían y escribían. Bien o mal, pero lo hacían.
La obra de la sufrida Shelley (sufrió todo, desde su madre que murió cuando la dio a luz, pero como dice un proverbio masón, tuvo "espalda para soportar y cerebro para pensar") es, la más popular, Frankenstein.
Son esos libros que, como "El viejo y el mar" de Hemingway, tienen detrás de la obra una metáfora de la realidad. La del gran Ernest ("Yo no estoy borracho, decía, es el mundo que tiene tres copas de menos") fue reflejar la desigual lucha entre fuertes y débiles.
Frankenstein se trata de un experimento en el cual se crea una especie de engendro humanoide con restos de cadáveres al cual con una descarga eléctrica se le concede vida a un monstruo que termina destruyendo a su creador. Stephen King dio el mismo mensaje en su obra "Cementerio de Animales", traer a la vida lo que ha muerto no es gratuito.
Así son las historias de monstruos en la literatura. Pero en la Argentina actual no pasan cosas muy diferentes.
El Gobierno, con ese síndrome que todo lo sabe y todo lo domina, está literalmente siendo devorado por monstruos que no fueron creados por ellos, pero que sí los alimentaron creyendo que así se beneficiaban.
Son sólo dos personajes que parecen haber salido de la pluma de Shelley, uno es el ex SIDE "Jaime" Stiuso y el otro un personaje de bajísimo perfil que Cristina se empeño en erigirlo Jefe del Ejército, el General Milani.
Son hombres entrenados en la peor escuela del espionaje discipulados por criminales de la CIA que actuaron en los peores genocidios del Continente. Es cierto que el espionaje para tener éxito de conseguir información sensible para los gobiernos muchas veces debe actuar ilegalmente, y por lo general fuera de cualquier denuncia judicial para evitar la filtración informativa. Ya se sabe que la Argentina no es un prodigio judicialmente.
Pero Stiuso y Milani les servían a Néstor y Cristina como el monstruo de Shelley toleró al doctor que lo había creado y cuando logró independizarse lo devoró. Los alimentan, les dan todos los gustos, miran para otro lado cuando acumulan fortunas sin poder justificarlas y después reciben la mortal embestida y cuando se quieren dar cuenta pasa lo de hoy: el Gobierno se cava solito su propia fosa.
Los Copani, Freyre y otros incontinentes verbales del oficialismo tienen la particularidad de cavar la tierra con sus lenguas. Un caso para el estudio de futuras generaciones de psiquiatras.
Era patético ver hace unos días a un periodista del oficialismo hablar del medio millón de dólares que gastó Wanda Nara en carteras y zapatos. ¿Y tu Presi Navarro? Porque quien tiene que dar cuenta de su fortuna es Cristina, no Nara.
Esta gente se olvidó de Frankenstein, se olvidó que la historia del Titanic no es ciencia ficción y hasta aquella estrofa con que la gran banda "Vox Dei" comenzaba su tema "Presente": "Todo concluye al final nada puede escapar... todo tiene un final, todo termina".
Así es la vida inexorablemente. Pero terminar con dignidad es algo que no es patrimonio de los gobiernos nuestros. Dignidad nunca, pero fortunas incomportables todos.
Stiuso y Milani son dos personajes que describió la joven escritora inglesa hace dos siglos. Se están tragando a un gobierno que sigue escuchando tocar a la orquesta del barco que se hunde.
Aplauso, medalla y beso al recuerdo de Mary Shelley...