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Caso Manuela: doble vara para pensar el mismo hecho

Algunos afirman que no tuvo cuidado, otros que no debería por qué tenerlo. ¿Aplicamos criterios parejos para analizar el caso?

El lenguaje, según algunos autores, sirve para nombrar lo que existe concretamente en el mundo, para etiquetar las cosas, los fenómenos. Basta con colgarles un cartel que indique qué son, cómo son y por qué son así. Esta postura elimina cualquier margen de filtro, de capacidad de modificar y/o pensar sobre aquello que no es dado, que ya está rotulado y explicado

¿Qué pasa con esos fenómenos que pueden ser pensados desde dos "carteles" completamente distintos? ¿Qué cartel le "colgamos" a cada hecho y por qué?

El caso de Manuela, la joven violada por un taxista el sábado pasado a la madrugada mientras volvía a su casa luego de haber salido de un boliche bailable, presenta una doble categorización que, además de contradecirse entre sí, puede hacerse extensiva a la mayoría de este tipo de casos.

En este en particular, como en tantos otros, interviene una doble vara, un doble criterio para medir y analizar el mismo hecho que deja al oyente estupefacto, porque en definitiva es difícil que quede clara la postura del hablante: ¿Manuela fue víctima o un poco "se la buscó"?

Según ciertos criterios, una joven (¡tan joven!) no debería estar sola en la calle a esas horas de la madrugada, no debería estar saliendo de un boliche bailable, no tan lejos de su casa, no así vestida (¡mucho menos así vestida!). ¿Se durmió en el taxi? Impensable. ¿Por qué se durmió? ¿Sólo estaba cansada?

"Mirá, nena. Yo trabajo sólo de día porque ya estoy grande, pero mis compañeros que trabajan de noche me dicen que ven cada cosa. Que las chicas jovencitas hacen cualquier cosa, que suben en cada estado", comentó un chofer de taxi al ser consultado sobre el caso de Manuela. Ante tal suspenso, entonces, la pregunta clave: "¿Entonces era de esperar que le pase esto a esta chica?" "¡Para nada! No digo que se le merezca, pero también, quedarse dormida, en ese estado".

Ahora bien, según esta postura (que representa una especia de opinión pública no expresada a viva voz por políticamente incorrecta; ante la que cualquier feminista tendría más de un argumento que anteponer), Manuela no fue estrictamente una víctima, sino más bien una ficha en una tablero en el que ella misma hizo todos los movimientos previos para llegar a donde estaba, a donde estuvo. No se lo merecía, pero...

Hasta aquí posturas conocidas, más o menos aceptadas y dichas. ¿Qué tiene este caso de particular, cuál es su doble vara? El señor chofer de taxti continuó, a modo de personificación del discurso circulante, con su exposición: "Pero claro, al final al que denunciaron era boliviano. Insisto, ¡cómo estaría esta chica para no darse cuenta que el chofer que la llevaba era boliviano!".

¿A qué se refiere esta nueva categoría? ¿Las fichas se mueven distinto si el violador, el victimario, que hasta hace un momento según el discurso del señor era "victimario, pero..." es de nacionalidad boliviana? ¿Asume Manuela nuevamente la categoría de víctima, sin peros?

Lo que plantea este doble criterio que expone el taxista entrevistado es que existe una rotulación para las partes del caso que depende, en definitiva, de otras categorías preexistentes: si la "víctima" es una joven de 20 años que salió de un boliche bailable a las 6 de la mañana, está caminando sola, quizás con algunas copas de más (aunque verdaderamente esto no importa, porque se da por sentado que efectivamente la chica estaba borracha, aunque no lo estuviese y simplemente estuviese cansada) y sube a un taxi y se queda dormida, su agrupamiento bajo la categoría "víctima", rotularla con ese nombre, no es del todo preciso según este imaginario común. La categoría de victimario, entonces, también entra en duda.

Pero si el "victimario" es un hombre de mediana edad de origen boliviano las dudas en su categorización desaparecen al instante, dejando a la chica, ahora sí, libre de adversativas: víctima a secas.

¿Qué es, en definitiva, más violento? ¿Otorgar algo de responsabilidad a una joven ante semejante vejación de su integridad física y mental o dejar de sentenciarla a la duda por el simple (y parece que no tan irrelevante dato) de que su agresor pertenece a una categorización aún más "grave" que la suya propia?