Caso Ángeles Rawson: un asesinato, tres verdades
La verdad jurídica del caso Ángeles Rawson es la que tiene preso y procesado como autor material del homicidio a Jorge Mangeri, el portero.
Por Mauro Szeta
@mauroszeta
En esa misma verdad, el juez procesó al encargado de edificio por homicidio calificado por alevosía. Entiende el juez Javier Ríos que Ángeles fue atacada por Mangeri en el edificio. Sostiene también que ató a la víctima, para dejarla en estado de indefensión y actuar sobre seguro.
Para el juez, Mangeri actuó sólo y no tuvo cómplices. También acreditó el magistrado, que la pista intrafamiliar no tiene sustento. La prueba medular que incorporó para acusar al portero fue la genética. Es que el ADN del acusado fue detectado en tres uñas de Ángeles.
Toda esta acusación, la dejó asentada en el auto de procesamiento con prisión preventiva, aclarando que es una medida provisoria. Hasta acá, la verdad jurídica. Después está la verdad real.
El caso, si bien parece encaminado, tiene varios puntos sin resolver. A un mes, no se sabe cuál fue el lugar exacto del edificio, cómo fue el ataque, cuándo fue, y sobre todo, no se sabe el por qué. Se sabe que Ángeles, de acuerdo con la autopsia, no fue violada, ni estrangulada. Pero no se sabe por qué el criminal fue tan despiadado con ella, al punto de tirar su cuerpo a la basura y asegurarse su muerte en la compactadora.
Dentro de esta verdad, que tal vez nunca quede documentada en la causa, hay otros datos que no cierran. ¿Por qué a un mes del caso, tanto el padrastro, Sergio Opatowski, como su hijo Axel, nunca fueron llamados a declarar? Es más, de arranque, la investigación apuntó a Opatowski, pero no bien, la fiscal se topó con la pista del portero, desistió de seguir investigándolo, o eso es lo que parece. Con el encargado de edificio detenido aquel 15 de junio, Opatowski, que había sido trasladado a la fiscalía para declarar, jamás llegó a declarar, ni lo citaron luego. Lo concreto es que no fue citado ni él ni su hijo. Posibilidad: que la justicia los siga investigando, y que aún no tenga certezas para dictaminar si son testigos comunes, o imputados de algo.
Lo cierto es que desde que Mangeri quedó preso, su padrastro y la familia materna no hablaron más del caso, y nada se sabe de ellos. Para colmo, el ex juez Héctor Yrimia sumó una hipótesis siniestra al caso, según la cual, Ángeles llegó a su departamento y vio una relación impropia entre Mangeri y alguien de su círculo más íntimo. Siempre de acuerdo con el relato del ex juez, Ángeles se avalanzó sobre Mangeri para frenar esa relación impropia, y ahí lo arañó. Entonces, Mangeri la golpeó y la dejó agónica. El rol que jugó en esta versión la persona que era sometida por Mangeri es una incógnita. Según Yrimia, o bien pudo ser un testigo de todo, o bien, un cómplice en el descarte del cuerpo.
Detrás de estas verdades, está la verdad deseada. Se trata del sospechoso que quieren ver preso, los espectadores. Por su actitud rara, por sus declaraciones extrañas, el padrastro Sergio Opatowski, se ganó todos los boletos del público, desde el arranque. En la causa judicial, de la verdad deseada, no hay nada visible. Lo único de la verdad deseada que se toca con la verdad real, es que el padrastro y el hijastro nunca fueron llamados a declarar en calidad de nada. Y ese, es un dato objetivo al fin. A un mes, un preso; y tres verdades para un mismo asesinato.
@mauroszeta
En esa misma verdad, el juez procesó al encargado de edificio por homicidio calificado por alevosía. Entiende el juez Javier Ríos que Ángeles fue atacada por Mangeri en el edificio. Sostiene también que ató a la víctima, para dejarla en estado de indefensión y actuar sobre seguro.
Para el juez, Mangeri actuó sólo y no tuvo cómplices. También acreditó el magistrado, que la pista intrafamiliar no tiene sustento. La prueba medular que incorporó para acusar al portero fue la genética. Es que el ADN del acusado fue detectado en tres uñas de Ángeles.
Toda esta acusación, la dejó asentada en el auto de procesamiento con prisión preventiva, aclarando que es una medida provisoria. Hasta acá, la verdad jurídica. Después está la verdad real.
El caso, si bien parece encaminado, tiene varios puntos sin resolver. A un mes, no se sabe cuál fue el lugar exacto del edificio, cómo fue el ataque, cuándo fue, y sobre todo, no se sabe el por qué. Se sabe que Ángeles, de acuerdo con la autopsia, no fue violada, ni estrangulada. Pero no se sabe por qué el criminal fue tan despiadado con ella, al punto de tirar su cuerpo a la basura y asegurarse su muerte en la compactadora.
Dentro de esta verdad, que tal vez nunca quede documentada en la causa, hay otros datos que no cierran. ¿Por qué a un mes del caso, tanto el padrastro, Sergio Opatowski, como su hijo Axel, nunca fueron llamados a declarar? Es más, de arranque, la investigación apuntó a Opatowski, pero no bien, la fiscal se topó con la pista del portero, desistió de seguir investigándolo, o eso es lo que parece. Con el encargado de edificio detenido aquel 15 de junio, Opatowski, que había sido trasladado a la fiscalía para declarar, jamás llegó a declarar, ni lo citaron luego. Lo concreto es que no fue citado ni él ni su hijo. Posibilidad: que la justicia los siga investigando, y que aún no tenga certezas para dictaminar si son testigos comunes, o imputados de algo.
Lo cierto es que desde que Mangeri quedó preso, su padrastro y la familia materna no hablaron más del caso, y nada se sabe de ellos. Para colmo, el ex juez Héctor Yrimia sumó una hipótesis siniestra al caso, según la cual, Ángeles llegó a su departamento y vio una relación impropia entre Mangeri y alguien de su círculo más íntimo. Siempre de acuerdo con el relato del ex juez, Ángeles se avalanzó sobre Mangeri para frenar esa relación impropia, y ahí lo arañó. Entonces, Mangeri la golpeó y la dejó agónica. El rol que jugó en esta versión la persona que era sometida por Mangeri es una incógnita. Según Yrimia, o bien pudo ser un testigo de todo, o bien, un cómplice en el descarte del cuerpo.
Detrás de estas verdades, está la verdad deseada. Se trata del sospechoso que quieren ver preso, los espectadores. Por su actitud rara, por sus declaraciones extrañas, el padrastro Sergio Opatowski, se ganó todos los boletos del público, desde el arranque. En la causa judicial, de la verdad deseada, no hay nada visible. Lo único de la verdad deseada que se toca con la verdad real, es que el padrastro y el hijastro nunca fueron llamados a declarar en calidad de nada. Y ese, es un dato objetivo al fin. A un mes, un preso; y tres verdades para un mismo asesinato.