¡Arde Tele!
Carmen Valdés, la hija de Don Ramón, y la intimidad de su papá en "El Chavo del Ocho"
Habló de todo: su supuesto romance con "Doña Clotilde", las acusaciones de adicción a las drogas y la relación de su padre con sus compañeros de elenco.
En una entrevista, Carmen Valdés, hija de Ramón Valdés, Don Ramón. Uno de los personajes más emblemáticos y queridos de la vencindad de El Chavo del Ocho, “Mi papá ha traspasado el corazón de las personas, está por todos lados”.
Rodeada de muñecos y recuerdos de su padre, a 32 años de su partida, Valdés lo homenajea en una charla con Teleshow y revive la historia de un hombre que trascendió fronteras.
El actor que brilló en la recordada vecindad del Chavo llevaba más de dos décadas en la pantalla grande cuando Roberto Gómez Bolaños lo convocó para su proyecto. “Mi papá lo traía en la sangre”, dice ahora una de sus diez hijas, “el que lo invitaba a las películas era su hermano Germán Valdés, Tin Tan. Es una dinastía, llevaba la actuación en las venas”, explica orgullosa.
En la entrevista también se refirió al desacuerdo entre Televisa y el Grupo Chespirito que borró de todas las pantallas del mundo a la entrañable tira: “Se va a solucionar. Estamos hablando de dinero, es un programa exitosísimo y nos dan la alegría, la risa y el humor que nos inyecta a todos”, dice entusiasmada.
—¿Cómo fue ser hija de “Don Ramón”?
—Una maravilla. Un personaje reconocido, con gran fama, con una catapulta que tuvo en el programa de Roberto Gómez Bolaños. Cuando estaba con él, viviendo todo ese amor de la gente, cómo se le acercaba, cómo le preguntaba, cómo lo querían tocar y conseguir un autógrafo… En esa época nada de celulares, entonces era conseguir en un papel. Haberlo vivido es un recuerdo hermoso.
—¿No te daba celos el tener que compartir a tu papá con tanta gente?
—Al contrario, iba de la mano de mi papá -hablo de más pequeña, que a lo mejor no entendía muy bien- y sabía que era famoso, pero de repente ¡que se acercaran tantos niños! Él me soltaba la mano, obviamente sin descuidarme, para poder firmar. Era una cosa linda. Jamás sentí celos, decía “¡Uau, todos quieren estar con mi papá! Es mío (risas), yo lo tengo todo el tiempo”.
—¿Alguna vez le pediste un autógrafo?
—Sí, por supuesto. Por esa misma escena que veía cada vez que salía con él a donde fuéramos, un día que llegamos a la casa, dije: “Oye papá, todas las noches autógrafos, quiero el mío. Dame mi autógrafo”. Sonrió y se me quedó viendo, no me dijo nada, se fue, entró con una fotografía y empezó a escribir. “Con todo el amor que un padre puede sentir por una buena hija. Tu papá, Rondamón”, firmó, como El Chavo le decía.
—Está en tus redes sociales.
—Exactamente. Ahí la pueden encontrar, tanto en Twitter como Instagram, @carmenvaldesjul. Todas las fotografías inéditas que me nació del alma compartir porque el Don Ramón es de todos, pero la parte de padre, de hijo, de esposo, de hermano, de amigo, casi nadie la conoce. En estas redes estoy tratando de compartir pedacitos de la vida de mi papá, todas esas facetas.
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—Tu papá es un personaje muy querido por el público pero también por sus propios compañeros. Roberto Gómez Bolaños cuando lo convoca era un gran admirador de él...
—Hay unas cuatro entrevistas en las que la persona que está con él le dice: “¿Quién era tu personaje favorito de los que tú creaste?” y siempre ha dicho: “Ramón Valdés, nadie me ha hecho reír como él”. Lo admiraba. Eso es una cosa del maestro, el genio de genios que fue Chespirito, creador de este maravilloso programa. Él mismo reconocía el talento y ese humor que tenía tan natural. Además, lo dejaba hacer porque ese Don Ramón de El Chavo del 8 también estaba en la casa, él era igual con jeans, con una playera, con un gorrito, con una personalidad muy afín a la del personaje. Ramón Valdés, el de la vida real, a pesar de que tuvo esa fama y alcanzó a tener cantidades muy buenas de dinero, muchas posibilidades económicas, nunca se elevó del piso. Siempre fue humilde, sencillo, un ser hermoso.
—¿Por qué se va de El Chavo?
—Fue una situación un poquito... Bueno, no un poquito, muy lamentable. Eran una familia, se llevaban extraordinariamente todos, pero cuando la relación de Chespirito y Florinda Meza (Doña Florinda) es estable, oficial, ella empieza a tomar algunas atribuciones como dirigir, decir si estaba bien como no, cortar una escena o decir “así no, Ramón” o “haz esto”. Varios años antes de eso, Roberto le daba la libertad a mi papá -libertad apegada a su libreto porque era muy estricto y celoso de lo que él escribía-, pero dentro de ese argumento, le daba toda la libertad de improvisar. Cuando Florinda empieza a tomar esa batuta, ya no lo dejaba hacer. Empezó a hacer una presión y mi papá ya no se sintió a gusto. Entonces, dijo algo así como “qué pasó, qué pasó, vamos ay”, y cuando no se solucionó, “con permisito, dijo Monchito” y mejor. No le gustaban los problemas, era tan apegado a eso que prefirió retirarse a tener un conflicto fuerte con Roberto o con Doña Florinda.
—Muchos actores que fueron parte de El Chavo acuerdan en que algo cambió a partir de vínculo con Florinda Meza. Sin embargo, tu papá es el único que, de alguna forma, continúa siendo dueño del personaje de Don Ramón. No hubo un litigio judicial en ese caso
—El personaje siempre ha sido de Chespirito, ahora de Grupo Chespirito, pero jamás le puso un pero. Lo respetaba y siguieron siendo amigos a distancia, porque ya por el trabajo no se podía, pero siempre hubo cariño y respeto. Vamos a suponer que Roberto hubiera dicho “no puedes usar el personaje”, mi papá lo hubiera podido usar porque se llamaba Ramón en la vida real. No le ponían bigote, no le ponían patillas, no le ponían nada. Era su personaje de humano. Pero lo lindo es eso, Roberto jamás tuvo un sí y un no con mi papá así como con otros compañeros que sí era una característica singular. La Chilindrina no creo que nunca haya ido al súper o al mercado vestida de La Chilindrina. O Quico en la carretera vestido de Quico. Mi papá, sí. Se bañaba, se ponía sus jeans, su playera y su gorrito.
—¿Fue un dolor para tu papá la salida de Carlos Villagrán (Quico) del programa?
—Sí, por supuesto. Fueron amigos entrañables. Carlos, Edgar Vivar (El Señor Barriga y Ñoño)... Edgar Vivar lo quiso mucho a mi papá. Decir que era su mejor amigo es hasta difícil porque mi papá se llevaba... amaba a María Antonieta de las Nieves (La Chilindrina), a Edgar, a Carlos, a Roberto, a la brujita, como le decía él a Angelines Fernández (La Bruja del 71), la amaba como amiga, como persona. Todos querían a mi papá, pero cuando se rompe la situación con Carlos Villagrán, ya estaba inconforme por ciertas tensiones que no me corresponde a mí platicar, y se fue atrás de él. Va pegada una situación con la otra. Le dolió mucho porque hacían una mancuerna, como todo mundo lo reconoce, extraordinaria. Mi papá y Quico eran unos personajes muy sobresalientes. No quiero decir que sean los mejores, para muchos sí, para otros no, pero era una sal y pimienta única. Le daban un sazón a ese programa muy, muy grande.
—Tu papá volvió en algún momento, ¿tenía la esperanza de que las cosas cambiaran?
—Se encontró con Roberto y platicaron y parecía que iba a estar todo como antes. Cuando regresa mi papá, feliz, él amaba el programa, su trabajo en esos foros, las giras, resultó que no funcionó y volvió a pasar esa lamentable situación. Pues ya entonces sí, partió definitivamente.
—¿Lo entristeció irse?, ¿lo viste triste?
—Sí, lamentó mucho, pero no estaba a gusto. Le causaba mucha incomodidad. Prefirió mejor estar con esa tristeza y lamentándose, que tener esa contienda. He hablado todo el tiempo de que mi papá era amoroso, lindo y precioso, pero también era gruñoncito. Era muy apegado al personaje y cuando Don Ramón se enojaba, sí decía uno “aquí me tengo que quedar quietecito”. No tanto que pudiera haber sido una cosa caótica, pero aquí en México decimos “ahí muere, aquí quedan las cosas” y mejor así y no una situación ya más compleja.
—Mucho se habló del vínculo con Angelines Fernández y de la despedida de tu papá el día que falleció
—Tengo el recuerdo grabadísimo en mi mente porque la vi entrando. Estaba el ataúd de mi papá cuando lo estábamos velando y estábamos sentados a un lado en una banca mi mamá, hermanos míos y yo, en la orilla. Cuando volteo, veo venir a Angelines Fernández, me paré para recibirla, pero la vi tan absorta viendo a mi papá que de veras lo entendí y ni siquiera me acerqué. Llegó al pie y permaneció por lo menos dos horas. Lo único que yo le escuchaba es: “Mi roro, mi roro”, muy suavecito. Estuvo ahí con un dolor, en silencio. Se le veía su cara inmensamente triste. Ellos tuvieron una amistad preciosa, muy estrecha, muy linda. Muchos dicen que si ella estuvo enamorada de mi papá en la vida real como en el personaje. No, estaba enamorada de su amigo, de la amistad, del cariño, no como hombre o viéndolo con ilusión de ese amor.
—Hace poco te tocó desmentir en las redes sociales una acusación de un vínculo de tu papá con las drogas. Supongo que debe ser doloroso e indignante a la vez
—Todos sabemos que fue Florinda Meza la que dijo que mi papá tenía esos problemas. Pero, una persona que es adicta o que tiene una debilidad por algún vicio, sean drogas, alcohol, lo que fuera -ella mencionó drogas-, ¿tú crees que podría llevar ese ritmo de trabajo que tenían cuando dejaban grabados tantos programas y se iban a giras larguísimas por Centro, Sudamérica y el Caribe? ¿Tú crees que Roberto Gómez Bolaños iba a permitirlo con los compromisos que traían? Sinceramente, no sé de dónde lo sacó. Además, respondí a ese muchacho, no me acuerdo ahorita su nombre, pero se lo preguntó a Edgar Vivar en una publicación: “Sáquenme de dudas, porque doña Florinda dijo eso”. Pues lo leí y me metí en medio.
—De todas maneras, quien tiene una adicción es una persona que está enferma, y cargar sobre un adicto está mal. Ahora, hacer una acusación a alguien que no está para defenderse es por lo menos cuestionable
—Con la verdad, porque pudieras esconder algo, pero no. Por eso le contesté a ese muchacho. “No lo era, viví con él 27 años”, es lo que le puse. “Lo hubiera sabido”. Cuando se hacían comidas en la casa o cuando íbamos con alguien, le gustaba tomarse su copita como a cualquiera, eso ni modo. Le gustaba el cigarrito, lo hemos visto en los programas, y en las reuniones se tomaba sus traguitos, ¿por qué no? Pero de eso a lo que ella acusó a mi papá, ¡Dios mío!, fue indignante. ¿Cómo alguien se atreve a hablar de alguien ya fallecido? De alguien que no se puede levantar. Volvemos a su frase, “no te doy otra nomás porque estoy descansando”. Pero yo sí puedo (risas). Con respeto, porque mi papá nos dejó un legado hermoso que fue “La venganza nunca es buena, mata el alma y la envenena”. En un momento, inclusive, queríamos actuar legalmente contra esa acusación. Nos llegaron llamadas de abogados “que te represento”, “que puedes sacar mucho dinero”, pero ¿sabes qué nos hizo retroceder? Vimos en todas las redes sociales y en las notas cómo los fans le contestaban y no tuvimos que hacer nada. Nos preocupaba que cambiara la manera de pensar de las personas por esa frase tan incómoda, pero no pasó así.
—En estos años, ¿hablaste con Florinda Meza alguna vez?
—Nunca, ni con ella ni con Roberto. Nunca pudimos tener una plática, una convivencia, jamás se dio. Sinceramente, no la buscamos nosotros ni ellos
—¿Creés que Roberto Gómez Bolaños se arrepintió de no ir a la última despedida de tu papá?
—Cuando hay una relación tan linda como ellos la tuvieron y el trabajo tan armonioso como fue siempre antes de esta situación, lo único que te queda son recuerdos dulces y la amistad estrecha. No sé exactamente por qué no fue, he oído diferentes situaciones, pero la que haya sido, creo que Roberto sí se llegó a lamentar de no haber ido a despedirse de él.
—Son esas cosas en las que no hay una segunda oportunidad...
—No la hay. La guardó en su corazón. Hubiera sido genial que hubiera venido.
—¿Quién fue el verdadero Ramón Valdés?
—Don Ramón, el de la vida real, a pesar de que tuvo esa fama, a pesar que alcanzó a tener cantidades muy buenas de dinero, muchas posibilidades económicas, nunca se elevó del piso. Él siempre fue humilde, sencillo. Un ser hermoso. Ayudaba a la gente y siempre se entregaba como tal, como padre, como hijo, como hermano. Muy querido por toda la gente con la que se relacionaba. Él siempre tuvo tiempo para todas las personas. Realmente un ser extraordinario de verdad.
—¿Qué diría el verdadero don Ramón si viera que, a más de 30 años de su partida, el cariño de la gente sigue intacto?
—Vivió la fama increíble, con un público a llenos totales en las giras, en todo. Él sabía de esa fama, pero han pasado 32 años. Si él viera hoy, se asombraría porque no creo que él haya pensado que el programa haya sido tan perdurable en casi 50 años desde que empezó El Chavo del 8 y El Chapulín. Diría “¡uau!, me siguen queriendo, me siguen admirando”. Sería una gran sorpresa súper agradable para él. Además, del mismo grupo extraordinario que son todos, él resalta. En Argentina han hecho una encuesta de “¿quién es tu personaje más querido?” y Don Ramón, ¡híjole!, se los lleva. No nos deja de sorprender que lo vivimos cada día. Imaginate para él, sería hermoso.
Rodeada de muñecos y recuerdos de su padre, a 32 años de su partida, Valdés lo homenajea en una charla con Teleshow y revive la historia de un hombre que trascendió fronteras.
El actor que brilló en la recordada vecindad del Chavo llevaba más de dos décadas en la pantalla grande cuando Roberto Gómez Bolaños lo convocó para su proyecto. “Mi papá lo traía en la sangre”, dice ahora una de sus diez hijas, “el que lo invitaba a las películas era su hermano Germán Valdés, Tin Tan. Es una dinastía, llevaba la actuación en las venas”, explica orgullosa.
En la entrevista también se refirió al desacuerdo entre Televisa y el Grupo Chespirito que borró de todas las pantallas del mundo a la entrañable tira: “Se va a solucionar. Estamos hablando de dinero, es un programa exitosísimo y nos dan la alegría, la risa y el humor que nos inyecta a todos”, dice entusiasmada.
—¿Cómo fue ser hija de “Don Ramón”?
—Una maravilla. Un personaje reconocido, con gran fama, con una catapulta que tuvo en el programa de Roberto Gómez Bolaños. Cuando estaba con él, viviendo todo ese amor de la gente, cómo se le acercaba, cómo le preguntaba, cómo lo querían tocar y conseguir un autógrafo… En esa época nada de celulares, entonces era conseguir en un papel. Haberlo vivido es un recuerdo hermoso.
—¿No te daba celos el tener que compartir a tu papá con tanta gente?
—Al contrario, iba de la mano de mi papá -hablo de más pequeña, que a lo mejor no entendía muy bien- y sabía que era famoso, pero de repente ¡que se acercaran tantos niños! Él me soltaba la mano, obviamente sin descuidarme, para poder firmar. Era una cosa linda. Jamás sentí celos, decía “¡Uau, todos quieren estar con mi papá! Es mío (risas), yo lo tengo todo el tiempo”.
—¿Alguna vez le pediste un autógrafo?
—Sí, por supuesto. Por esa misma escena que veía cada vez que salía con él a donde fuéramos, un día que llegamos a la casa, dije: “Oye papá, todas las noches autógrafos, quiero el mío. Dame mi autógrafo”. Sonrió y se me quedó viendo, no me dijo nada, se fue, entró con una fotografía y empezó a escribir. “Con todo el amor que un padre puede sentir por una buena hija. Tu papá, Rondamón”, firmó, como El Chavo le decía.
—Está en tus redes sociales.
—Exactamente. Ahí la pueden encontrar, tanto en Twitter como Instagram, @carmenvaldesjul. Todas las fotografías inéditas que me nació del alma compartir porque el Don Ramón es de todos, pero la parte de padre, de hijo, de esposo, de hermano, de amigo, casi nadie la conoce. En estas redes estoy tratando de compartir pedacitos de la vida de mi papá, todas esas facetas.
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—Tu papá es un personaje muy querido por el público pero también por sus propios compañeros. Roberto Gómez Bolaños cuando lo convoca era un gran admirador de él...
—Hay unas cuatro entrevistas en las que la persona que está con él le dice: “¿Quién era tu personaje favorito de los que tú creaste?” y siempre ha dicho: “Ramón Valdés, nadie me ha hecho reír como él”. Lo admiraba. Eso es una cosa del maestro, el genio de genios que fue Chespirito, creador de este maravilloso programa. Él mismo reconocía el talento y ese humor que tenía tan natural. Además, lo dejaba hacer porque ese Don Ramón de El Chavo del 8 también estaba en la casa, él era igual con jeans, con una playera, con un gorrito, con una personalidad muy afín a la del personaje. Ramón Valdés, el de la vida real, a pesar de que tuvo esa fama y alcanzó a tener cantidades muy buenas de dinero, muchas posibilidades económicas, nunca se elevó del piso. Siempre fue humilde, sencillo, un ser hermoso.
—¿Por qué se va de El Chavo?
—Fue una situación un poquito... Bueno, no un poquito, muy lamentable. Eran una familia, se llevaban extraordinariamente todos, pero cuando la relación de Chespirito y Florinda Meza (Doña Florinda) es estable, oficial, ella empieza a tomar algunas atribuciones como dirigir, decir si estaba bien como no, cortar una escena o decir “así no, Ramón” o “haz esto”. Varios años antes de eso, Roberto le daba la libertad a mi papá -libertad apegada a su libreto porque era muy estricto y celoso de lo que él escribía-, pero dentro de ese argumento, le daba toda la libertad de improvisar. Cuando Florinda empieza a tomar esa batuta, ya no lo dejaba hacer. Empezó a hacer una presión y mi papá ya no se sintió a gusto. Entonces, dijo algo así como “qué pasó, qué pasó, vamos ay”, y cuando no se solucionó, “con permisito, dijo Monchito” y mejor. No le gustaban los problemas, era tan apegado a eso que prefirió retirarse a tener un conflicto fuerte con Roberto o con Doña Florinda.
—Muchos actores que fueron parte de El Chavo acuerdan en que algo cambió a partir de vínculo con Florinda Meza. Sin embargo, tu papá es el único que, de alguna forma, continúa siendo dueño del personaje de Don Ramón. No hubo un litigio judicial en ese caso
—El personaje siempre ha sido de Chespirito, ahora de Grupo Chespirito, pero jamás le puso un pero. Lo respetaba y siguieron siendo amigos a distancia, porque ya por el trabajo no se podía, pero siempre hubo cariño y respeto. Vamos a suponer que Roberto hubiera dicho “no puedes usar el personaje”, mi papá lo hubiera podido usar porque se llamaba Ramón en la vida real. No le ponían bigote, no le ponían patillas, no le ponían nada. Era su personaje de humano. Pero lo lindo es eso, Roberto jamás tuvo un sí y un no con mi papá así como con otros compañeros que sí era una característica singular. La Chilindrina no creo que nunca haya ido al súper o al mercado vestida de La Chilindrina. O Quico en la carretera vestido de Quico. Mi papá, sí. Se bañaba, se ponía sus jeans, su playera y su gorrito.
—¿Fue un dolor para tu papá la salida de Carlos Villagrán (Quico) del programa?
—Sí, por supuesto. Fueron amigos entrañables. Carlos, Edgar Vivar (El Señor Barriga y Ñoño)... Edgar Vivar lo quiso mucho a mi papá. Decir que era su mejor amigo es hasta difícil porque mi papá se llevaba... amaba a María Antonieta de las Nieves (La Chilindrina), a Edgar, a Carlos, a Roberto, a la brujita, como le decía él a Angelines Fernández (La Bruja del 71), la amaba como amiga, como persona. Todos querían a mi papá, pero cuando se rompe la situación con Carlos Villagrán, ya estaba inconforme por ciertas tensiones que no me corresponde a mí platicar, y se fue atrás de él. Va pegada una situación con la otra. Le dolió mucho porque hacían una mancuerna, como todo mundo lo reconoce, extraordinaria. Mi papá y Quico eran unos personajes muy sobresalientes. No quiero decir que sean los mejores, para muchos sí, para otros no, pero era una sal y pimienta única. Le daban un sazón a ese programa muy, muy grande.
—Tu papá volvió en algún momento, ¿tenía la esperanza de que las cosas cambiaran?
—Se encontró con Roberto y platicaron y parecía que iba a estar todo como antes. Cuando regresa mi papá, feliz, él amaba el programa, su trabajo en esos foros, las giras, resultó que no funcionó y volvió a pasar esa lamentable situación. Pues ya entonces sí, partió definitivamente.
—¿Lo entristeció irse?, ¿lo viste triste?
—Sí, lamentó mucho, pero no estaba a gusto. Le causaba mucha incomodidad. Prefirió mejor estar con esa tristeza y lamentándose, que tener esa contienda. He hablado todo el tiempo de que mi papá era amoroso, lindo y precioso, pero también era gruñoncito. Era muy apegado al personaje y cuando Don Ramón se enojaba, sí decía uno “aquí me tengo que quedar quietecito”. No tanto que pudiera haber sido una cosa caótica, pero aquí en México decimos “ahí muere, aquí quedan las cosas” y mejor así y no una situación ya más compleja.
—Mucho se habló del vínculo con Angelines Fernández y de la despedida de tu papá el día que falleció
—Tengo el recuerdo grabadísimo en mi mente porque la vi entrando. Estaba el ataúd de mi papá cuando lo estábamos velando y estábamos sentados a un lado en una banca mi mamá, hermanos míos y yo, en la orilla. Cuando volteo, veo venir a Angelines Fernández, me paré para recibirla, pero la vi tan absorta viendo a mi papá que de veras lo entendí y ni siquiera me acerqué. Llegó al pie y permaneció por lo menos dos horas. Lo único que yo le escuchaba es: “Mi roro, mi roro”, muy suavecito. Estuvo ahí con un dolor, en silencio. Se le veía su cara inmensamente triste. Ellos tuvieron una amistad preciosa, muy estrecha, muy linda. Muchos dicen que si ella estuvo enamorada de mi papá en la vida real como en el personaje. No, estaba enamorada de su amigo, de la amistad, del cariño, no como hombre o viéndolo con ilusión de ese amor.
—Hace poco te tocó desmentir en las redes sociales una acusación de un vínculo de tu papá con las drogas. Supongo que debe ser doloroso e indignante a la vez
—Todos sabemos que fue Florinda Meza la que dijo que mi papá tenía esos problemas. Pero, una persona que es adicta o que tiene una debilidad por algún vicio, sean drogas, alcohol, lo que fuera -ella mencionó drogas-, ¿tú crees que podría llevar ese ritmo de trabajo que tenían cuando dejaban grabados tantos programas y se iban a giras larguísimas por Centro, Sudamérica y el Caribe? ¿Tú crees que Roberto Gómez Bolaños iba a permitirlo con los compromisos que traían? Sinceramente, no sé de dónde lo sacó. Además, respondí a ese muchacho, no me acuerdo ahorita su nombre, pero se lo preguntó a Edgar Vivar en una publicación: “Sáquenme de dudas, porque doña Florinda dijo eso”. Pues lo leí y me metí en medio.
—De todas maneras, quien tiene una adicción es una persona que está enferma, y cargar sobre un adicto está mal. Ahora, hacer una acusación a alguien que no está para defenderse es por lo menos cuestionable
—Con la verdad, porque pudieras esconder algo, pero no. Por eso le contesté a ese muchacho. “No lo era, viví con él 27 años”, es lo que le puse. “Lo hubiera sabido”. Cuando se hacían comidas en la casa o cuando íbamos con alguien, le gustaba tomarse su copita como a cualquiera, eso ni modo. Le gustaba el cigarrito, lo hemos visto en los programas, y en las reuniones se tomaba sus traguitos, ¿por qué no? Pero de eso a lo que ella acusó a mi papá, ¡Dios mío!, fue indignante. ¿Cómo alguien se atreve a hablar de alguien ya fallecido? De alguien que no se puede levantar. Volvemos a su frase, “no te doy otra nomás porque estoy descansando”. Pero yo sí puedo (risas). Con respeto, porque mi papá nos dejó un legado hermoso que fue “La venganza nunca es buena, mata el alma y la envenena”. En un momento, inclusive, queríamos actuar legalmente contra esa acusación. Nos llegaron llamadas de abogados “que te represento”, “que puedes sacar mucho dinero”, pero ¿sabes qué nos hizo retroceder? Vimos en todas las redes sociales y en las notas cómo los fans le contestaban y no tuvimos que hacer nada. Nos preocupaba que cambiara la manera de pensar de las personas por esa frase tan incómoda, pero no pasó así.
—En estos años, ¿hablaste con Florinda Meza alguna vez?
—Nunca, ni con ella ni con Roberto. Nunca pudimos tener una plática, una convivencia, jamás se dio. Sinceramente, no la buscamos nosotros ni ellos
—¿Creés que Roberto Gómez Bolaños se arrepintió de no ir a la última despedida de tu papá?
—Cuando hay una relación tan linda como ellos la tuvieron y el trabajo tan armonioso como fue siempre antes de esta situación, lo único que te queda son recuerdos dulces y la amistad estrecha. No sé exactamente por qué no fue, he oído diferentes situaciones, pero la que haya sido, creo que Roberto sí se llegó a lamentar de no haber ido a despedirse de él.
—Son esas cosas en las que no hay una segunda oportunidad...
—No la hay. La guardó en su corazón. Hubiera sido genial que hubiera venido.
—¿Quién fue el verdadero Ramón Valdés?
—Don Ramón, el de la vida real, a pesar de que tuvo esa fama, a pesar que alcanzó a tener cantidades muy buenas de dinero, muchas posibilidades económicas, nunca se elevó del piso. Él siempre fue humilde, sencillo. Un ser hermoso. Ayudaba a la gente y siempre se entregaba como tal, como padre, como hijo, como hermano. Muy querido por toda la gente con la que se relacionaba. Él siempre tuvo tiempo para todas las personas. Realmente un ser extraordinario de verdad.
—¿Qué diría el verdadero don Ramón si viera que, a más de 30 años de su partida, el cariño de la gente sigue intacto?
—Vivió la fama increíble, con un público a llenos totales en las giras, en todo. Él sabía de esa fama, pero han pasado 32 años. Si él viera hoy, se asombraría porque no creo que él haya pensado que el programa haya sido tan perdurable en casi 50 años desde que empezó El Chavo del 8 y El Chapulín. Diría “¡uau!, me siguen queriendo, me siguen admirando”. Sería una gran sorpresa súper agradable para él. Además, del mismo grupo extraordinario que son todos, él resalta. En Argentina han hecho una encuesta de “¿quién es tu personaje más querido?” y Don Ramón, ¡híjole!, se los lleva. No nos deja de sorprender que lo vivimos cada día. Imaginate para él, sería hermoso.
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