Carlos M. Reymundo Roberts: "El Papa y Obama casi ignoraron a Cristina"
El columnista del diario La Nación se refirió a la visita de Francisco a EEUU. El encuentro con la Presidente y Obama.
Extraído del diario La Nación.
Qué honor. El papa Francisco me pidió que lo acompañara a su entrevista con Obama. Es obvio que no lo hizo por mí, sino por Cristina. Era una forma de que estuviera representada en el Salón Oval, al que los gringos le tienen la entrada prohibida. Detestan que vaya alguien con más autoridad que ellos. Yo fui en calidad de vocero. Por supuesto, ya le pasé el informe a Cristina sobre esa cumbre histórica. Después de escucharme, sólo acotó: "Pobres, todavía están muy verdes".
Lo primero que me llamó la atención fue la calidez con la que Obama recibió al Papa. No paró de elogiarlo y de brindarle gestos de cariño y amistad. Apenas entró le dijo: "Es un momento trascendental. Para la Casa Blanca habrá un antes y un después de su visita. Usted es un ejemplo de vida". Francisco no se quedó atrás: "No puedo estar más feliz, querido Barack. Le confieso que cuando conozco a un presidente así, austero, conciliador, democrático, siento un cosquilleo interior. ¡Y no sé por qué!" Obama lo invitó a sentarse.
-Santo Padre, ¿cómo le fue en Cuba?
-Extraordinaria visita. El pueblo cubano me abrió sus brazos, Raúl Castro asistió a todas las misas y con Fidel tuve una charla muy interesante. No ha perdido su gracia. Me dijo: "Un argentino humilde. Voy a tener que creer en Dios y en los milagros, ja ja ja".
-Francisco, tengo que agradecerle su mediación para acercar posiciones con La Habana. Hemos dado un paso fundamental después de tantos años de enfrentamientos. Me pregunto si usted no podrá mediar también en su país, que vive una etapa de división y fractura. ¿Lo ha hablado con la señora Presidenta?
-¡Soy el Papa, no Superman! Ja ja ja. Quise hablarlo... Usted la conoce. Es una mujer impresionante, una estadista, pero no te deja hablar. Yo empiezo con una frase y siempre la termina ella. Ya la recibí cuatro o cinco veces, y parezco su confesor. Ella habla y habla, y yo la escucho. Gran mujer. Le tengo mucho cariño.
-En confianza, ¿fue ella la jefa de Estado que le pidió una audiencia en Cuba y usted no se la concedió, según les reveló a los periodistas durante el vuelo que lo trajo a Washington?
-Gran mujer. Le tengo mucho cariño.
-Usted mencionó a los Castro. En su conversación con ellos, ¿pudo plantearles de alguna forma la conveniencia de liberalizar el régimen, que no deja de ser una dictadura?
-Yo a los autoritarios, a los dictadores, no los pongo en apuros: los acompaño hasta que se van. ¡Nadie es eterno! Me encariñé con Fidel y Raúl.
-Tengo que agradecerle que haya venido a Estados Unidos antes que a su propio país.
-Es que si voy a la Argentina me va a pasar lo mismo que en Cuba: todos me van a preguntar por qué no me reúno con los disidentes. ¡Y son millones!
-A usted lo llaman "el Papa de los pobres" por su gran labor pastoral en los barrios más postergados de la Argentina. ¿Hay mucha pobreza allí?
-Mire, la verdad es que yo recorría permanentemente las villas y veía cada vez más pobres. Y los informes de los obispos del interior sobre el avance de la indigencia y el hambre eran alarmantes. Pero nos quedamos más tranquilos porque para el Gobierno la pobreza no llega al 5%. Tienen ese don de tirar una cifra y aliviarnos a todos.
-¿Podría trazar un paralelo entre Cuba, Estados Unidos y la Argentina?
-Cuba está atravesando una crisis económica y la gente consume muy poco. Estados Unidos es el reino del consumo. Y la Argentina se está consumiendo.
-No quiero desperdiciar esta oportunidad única. Abusando un poco de su generosidad y sabiduría, ¿qué consejos me daría?
-Sinceramente, no soy un buen consejero en cuestiones políticas. Pero conozco muy bien a alguien que con gusto le daría lecciones sobre todo. En dos minutos le va a explicar cómo tiene que gobernar Estados Unidos.
-No sea tan humilde, Santo Padre. Usted ha lanzado una verdadera revolución en la Iglesia Católica, y además me dicen que de joven era peronista. Usted es un hombre del poder.
-¿Un hombre del poder? Para que me escuchara el poder tuve que irme de la Argentina y hacerme papa.
-Dígame por favor cuáles son los principales pecados de nosotros, los gobernantes.
-No me gustaría generalizar... Pero bueno: la soberbia, el afán por perpetuarse, la corrupción, sembrar divisiones y odio, mentir, favorecer a la familia y a los amigos, no respetar la división de poderes, ignorar a la oposición, coartar las libertades, vivir buscando culpables, confundir gobierno con Estado, creerse dueños de la verdad... En fin, son muchas cosas. Por suerte no hay ningún gobernante que las tenga todas.
El encuentro terminó con un fuerte abrazo y el saludo a la multitud desde un balcón de la Casa Blanca. En la despedida me mantuve callado, pero tenía ganas de decirles a los dos: es increíble que hayan hablado tan poco de Cristina.