Carlos Carrascosa relató sus días en la cárcel a través de una carta íntima: "Conocí un mundo terrible"
El asesino de María Marta García Belsunce expresó todas sus sensaciones luego de iniciar una nueva vida.
Tras alcanzar su libertad el 5 de febrero, Carlos Carrascosa relató la experiencia que vivió en la cárcel luego de ser condenado por el asesinato de su esposa, María Marta García Belsunce. En un tono íntimo, el criminal narró: "No voy a sentir más el ruido de las puertas de hierro, el cerrar y abrir candados, el estar esperando largos minutos para que abran la puerta para salir del pabellón".
En un texto publicado en su propio blog, el asesino de María Marta plasmó todas las sensaciones que lo inundaron tras recuperar su libertad. A través sus palabras, Carrascosa aseguró que dedicará el resto de su vida a "ser una mejor persona", misión que, según su opinión, sólo podrá alcanzar gracias al "legado" que le dejó "María".
El texto completo.
"Qué rara sensación, después de tantos años, hace unas horas me mandaron a casa y aún no tomé conciencia. Se me cruzan cosas insólitas, no voy a sentir más el ruido de las puertas de hierro, el cerrar y abrir candados, el estar esperando largos minutos para que abran la puerta para salir del pabellón, y si logro salir, ¿a qué? A vagar por ahí, a escuchar historias de presos, a tomar las horas de mate, horas que se estiran y no te agregan nada. A cocinar antes de que cierren las celdas, a esconder lo poco bueno que podés tener, para que no te roben.
¡La visita!, recibir en este living, por Dios, música, sol, calor, y por fin cuando llegan a la mesa con una cara que, por más que disimulen, se ve la vejación que recibieron.
Todo eso va a quedar atrás, y hoy no lo puedo creer, es como que me imagino un volver a lo que nunca tuve que dejar, pero el destino me hizo conocer.
Nada va quedar en el olvido, conocí un mundo terrible y eso creo haberlo sabido agregar y capitalizar en mi persona.
Cambie mi visión del mundo, descubrí otro, historias tétricas, miserias humanas, hombres de carne y hueso como yo, pero derraparon en sus vidas.
Y dentro de ese panorama tétrico, puedo decir como rescatable de todo eso que conocí la parte buena de muchos hombres malos, y eso es lo que traté en todo momento de capitalizar.
Dejé para el final lo más importante, los amigos y amigas, los viejos, los nuevos, los que me conocieron porque estaba acá, lo que queda de mis parientes buenos, los de ley, los fieles, los otros los borré de mi vida. Por suerte son pocos.
A todos ellos mil gracias, no porque me hayan acompañado, les digo gracias porque soy de los pocos mortales que nos podemos ir de este mundo sabiendo quiénes son sus amigos. Salgo enriquecido, no me cabe duda .
No seré Mandela, como dice mi amigo, pero crecí.
Espero en los años que me quedan poder seguir creciendo y tratar de ser mejor persona.
Quiero tomar este conocimiento que me dio la vida para enfocar el legado que me dejó María de seguir con su obra.
Mis amigos, los quiero.
Besos.