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Cantan unidos notas diferentes

*Por Arnaldo Paganetti. En la reunión del Consejo Nacional del partido Justicialista, donde el jueves se aceitó la maquinaria para respaldar la continuidad de Cristina Fernández de Kirchner, no se escuchó volar una mosca.

El secretario general de la CGT, Hugo Moyano, y sus adláteres fueron moderadamente irreverentes con la "conductora" en una sesión previa, en la que advirtieron que no serían obsecuentes ni provocadores de puntos de fricción. Pero en la casa del gobernador Daniel Scioli, siendo minoritarios en un cuerpo con hegemonía política K, metieron violín en bolsa y acompañaron el repertorio oficial, en el que predominó el concepto de mantener el rumbo "con responsabilidad y racionalidad".

Moyano y Julio Piumato no dijeron esta boca es mía cuando el gobernador del Chaco, Jorge Capitanich, leyó un documento (redactado con la supervisión del secretario Legal y Técnico de la Presidencia, Carlos Zannini), en el que se hizo un balance altamente positivo de ocho años de gestión kirchnerista. Todas fueron loas y exaltación de logros. Con su silencio, los sindicalistas consintieron el irrefrenable fenómeno "cristinista", pese a que previamente avisaron que no cesarán de insistir con ampliar su poder, lo que incluye más recursos económicos y puestos en cargos legislativos y/o ejecutivos.

Preocupado por la posibilidad de terminar en la cárcel, Moyano ordenó bajar el nivel de confrontación. Ni él ni Cristina quieren llegar a una ruptura, pero ambos están exhibiendo posiciones de fuerza. Claro que la primera mandataria es la representante del conjunto, y el gremialista el de una corporación que si bien sostiene al "modelo" a veces confunde como toda "corpo" sus intereses con los del país.

Los dirigentes que se quedaron a cenar en la residencia del mandatario bonaerense, luego de que se fueran los sindicalistas, señalaron que cometen éstos "un error de cálculo" cuando motorizan protestas salvajes al ver afectados a sus principales exponentes. Las situaciones en las que se vieron involucrados el ferroviario José Pedraza, el jefe de los peones rurales Gerónimo Venegas y el propio Moyano por una investigación iniciada en Suiza, derivaron en la afectación del servicio de trenes, cortes de ruta y la amenaza no cumplida de concentrarse frente a la Casa Rosada. "Así no se puede seguir sin provocar un derrumbe", se quejó Cristina antes de colocar blanco sobre negro la relación dando pábulo a las hostilidades.

Primeras figuras como Scioli, Juan Manuel Urtubey, Capitanich, Gildo Insfrán, José Luis Gioja, Agustín Rossi, Miguel Pichetto y Juan Manuel Abal Medina, entre otros, hicieron referencia a lo que consideran un "enceguecimiento" de los sindicalistas que no les permite visualizar correctamente la estrategia presidencial.

"Tendrán sus lugares en el reparto legislativo, pero la última palabra en todos los distritos será de Cristina. Nadie les impide que hablen con la prensa, aunque tanta exposición mediática y reclamos para lograr vicegobernaciones y la vicepresidencia no ayuda entre la clase media que los mira espantados", señaló uno de los comensales, empeñado en poner paños fríos.

Otro, más ofuscado por la sobreactuación gremial, llegó a insinuar que si Moyano tiene tantas aspiraciones de ser número uno, debería formar su propio partido y presentarse a las elecciones.

"El peronismo -dijo- abarca un universo mayor. Los trabajadores constituyen su columna vertebral, pero el movimiento es policlasista y multisocial, y da cobijo a otras franjas: independientes, organismos de derechos humanos, clase media, comunidades de una sexualidad diferente".

Lo que mencionó Gioja, haciendo referencia a una iniciativa del extinto Néstor Kirchner, fue la incorporación de los jóvenes, que por decisión de la presidenta ocuparán lugares expectantes en las próximas elecciones. Juan Cabandié es el mejor ejemplo en la ciudad de Buenos Aires.

Cristina tiene sus preferencias, pero a la hora de inclinar el fiel de la balanza -aseguran sus principales colaboradores- lo hará "con frialdad y raciocinio". Por eso se decidió por la fórmula Daniel Filmus-Carlos Tomada, y dejó a Amado Boudou en la gateras para cumplir un rol sobresaliente en su próximo eventual mandato.

Un tema conflictivo será la pretensión de Facundo Moyano de ir al Congreso. El hijo del secretario general de la CGT no abdicará fácilmente, pero el mango de la sartén lo tiene Cristina.

La diferenciación de la Rosada con la CGT llevó a la Unión Industrial a suspender el diálogo con la central obrera. En el medio, hubo una imprudente declaración del viceministro Roberto Feletti, quien dijo que un triunfo de Cristina la llevará a "profundizar sin límites el modelo populista". Eso provocó alarma entre los empresarios. El mimado ministro Boudou desautorizó a su colaborador y les garantizó en nombre de la presidenta que ahondar en las reformas iniciadas en 2003 entrañará mantener los superávit gemelos, la solvencia fiscal, la acumulación de las reservas y un tipo de cambio competitivo.

"La nuestra es una economía capitalista, sin intervención extrema del Estado, que defiende, eso sí, la proporcionalidad de la participación pública en sociedades privadas", aclaró un vocero K.

Cristina lo puntualizó el viernes en el 420 aniversario de La Rioja: "Hay que cuidar lo logrado. No con espíritu conservador, sino para seguir adelante con lo que todavía falta por hacer".