Candilejas del Nacional B
Simultáneas del Desconcertante Conductor. Massa. Equilibrio emocional del Bello Otero. Urtubey. Sabia resignación existencial del Lepenito. Pichetto.
escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsísDigital
Confirman gargantas que en una comida, transcurrida en el quincho de su casa de Tigre, Sergio Massa, El Desconcertante Conductor, planteó con tergiversada sinceridad su juego a los tres principales socios de Alternativa Federal, el Nacional B.
Juan Schiaretti, El Aleph; Miguel Pichetto, El Lepenito; y Juan Manuel Urtubey, El Bello Otero.
En la noche de Tigre no se registró el relativamente afectuoso desencuentro entre El Conductor y El Lepenito.
Había acontecido en el rápidamente célebre Roldán, restaurante de las elites y las estrellas.
Fue cuando Pichetto le recriminó a Massa su acercamiento instalado con La Doctora.
Pero le replicaron a Pichetto con la carga de la brigada ligera de la culpa.
Por su supuesta influencia, en el senado, se cumplía el exclusivo encargo del macrismo.
Consistía en mantenerle los fueros a La Doctora, por conveniencia estratégica dictaminada por la sabiduría del pensador Jaime Durán Barba, El Equeco.
Aquí corresponde destacar la presencia, en Roldán, de los empresarios sensatos (que invitaban).
Circunspectos exploradores de la «tercera vía». Derivada del cansancio absoluto de la polarización. El reparto de los dos grandes que jugaban en la SuperLiga.
Mauricio, El (declinante) Ángel Exterminador, presidente del Tercer Gobierno Radical y líder (cuestionado) del Colectivo Cambiemos.
Y La Doctora, reina total del Frente Patriótico. Lo compone la «cáscara vacía» del Partido Justicialista, junto al «frepasito tardío» de Unidad Ciudadana.
Corresponde destacar, además, a tres comensales venerables, llamados por apuro "outsiders". Prestigiosos en sus actividades que se asomaban al universo dinámico de la política.
Rodolfo D'Onofrio, El Gallardista. Facundo Manes, Cisura de Rolando. Y Marcelo Tinelli, Rey del Amague.
Los tres atemperaban los márgenes virulentos de la discusión. Que sólo volvió a calentarse cuando El Gallardista subrayó que hubiera preferido encontrar en la mesa a Roberto Lavagna, La Esfinge.
La mera mención del ausente inspiró la reacción instintiva de otro comensal airado. No vaciló en calificar con un aplazo a La Esfinge.
Como Schiaretti también estaba ausente, la compostura quedó reservaba para Urtubey. Era quien solía exhibir, como un trofeo, el reconocido equilibrio emocional.
En el quincho fraternal de Tigre, en pleno arrebato de franqueza, El Desconcertante Conductor les blanqueó a los "competidores de ruta", que recibía ofrecimientos del kirchnerismo (lo que irritaba a Lepenito).
Fue pocos días antes que la Doctora, de su tácita galera, sacara el conejo operativo de Alberto Fernández, El Poeta Impopular.
Para reservarse la vice y dormir, con magníficos Rivotriles, al resto del proscenio encantado que recibía las luces de candilejas.
Además El Conductor blanqueó que recibía sugerencias del vidalismo. Tendientes a colgar, de su candidatura presidencial, como gobernadora a la señora Sor Vidal, La Chica de Flores de Girondo.
Siempre y cuando no se le propinara un merecido puntapié, en la retaguardia, al pobre Mauricio. Y colocaran, en su lugar, a Sor Vidal.
Lo pedía el pudor sin recato del "círculo rojo". Lo pensaban sin decirlo los leales del «mejor equipo». Lo pedían radicales insolentes y Los Buscapinas de Wall Street.
Pero El Lepenito ya "lo tenía calado" al Conductor. Confirmó, siempre resignado, que el dueño de casa no jugaba sólo con ellos y con el kirchnerismo.
Agregaba, incluso, al macrismo. Un genio. Como también jugaban el mismo Lepenito y El Bello Otero.
Porque el exterminador Mauricio les elevaba el precio, ante la sociedad, a Pichetto y a Urtubey. Pero detestaba al Conductor.
En efecto el Ángel, en sus excesos, calificaba a Pichetto de «gran estadista». Y sin quererlo, Lepenito le resultaba, desde el congreso, más útil que la inconcebible manga de inútiles con tonitos y refinada educación, que lo rodeaba.
Era público que a Urtubey, por su prestancia y equilibrio emocional, Mauricio quería tenerlo a su lado.
Sus periodistas de cabecera, los voceros indirectos, confirmaban que lo mantenía, en sus pensamientos hondos, como compañero de fórmula.
Para la reelección que le retaceaban los cretinos del círculo rojo. Los que se prendían fascinados a los atributos enternecedores de Sor Vidal.
Cabe consignar, aparte, que Urtubey y Pichetto estaban también doblemente valorados por el empecinamiento del correligionario Alfredo Cornejo, El Guapo de Cuyo.
Cornejo planteaba la demencial idea de incorporarlos al TGR. Como también a Schiaretti. Aunque a ninguno de los tres le interesara el privilegio de pegar el garrochazo.
Era un mero apriete de los radicales sostenidos por la potencia persuasiva de la Red Link, para atormentar al pobre Ángel fragilizado. Temía que quisieran abandonarlo de verdad.
Aunque los radicales no tenían, en realidad, a dónde demonios irse.
Cierto teórico se atrevió a parafrasear el notable aforismo de Julio Bárbaro, pensador contemporáneo.
"Dejar a Macri por Lavagna es como separarse de la mujer para casarse con la suegra".
Un deseo infortunadamente no correspondido.
Es un acontecimiento que Mauricio se entreviste tres veces, en diez días, a solas, con un gobernador.
Y que se quede, incluso, hasta a dormir en su provincia. Un milagro que supera a los de la Virgen de Megdujorge.
Sólo lo sostiene al Ángel el sustancial caprichito de niño rico de hacerlo, al Bello Otero, compañero de fórmula.
Sin esmerarse, sin siquiera proponérselo, Urtubey asiste, sin perplejidad, a la ceremonia del fortalecimiento.
Por el aplomo que transmite en sus viajes semanales al Artificio Autónomo de la Capital. Por la simpatía que despierta al vestirse de gaucho.
Lo celebra su bella esposa en las excelentes historias de Instagram. Como si fuera el continuador de don Martín Miguel de Güemes.
Le bastó, para blindarse, el efecto comparativo. Con dos de las primeras figuras del Nacional B.
Enfrentaron situaciones tensas. Como La Esfinge. O contradictoriamente intensas, como El Desconcertante Conductor. Jugador de simultáneas.
La Esfinge se redujo al caracol del consenso personal, acompañado de la señora Margarita Stolbizer, La Vecina Perfecta, y de Miguel Lifschitz, El Mormón del Socialismo.
Los protagonistas de la fotografía de Seita volvieron a juntarse otra vez en Córdoba. Convocados por un Schiaretti precipitado por sacarse de encima a los tres pesados e irse de vacaciones secretas. Su trabajo lo había hecho.
De los cuatro habitantes de la fotografía, Schiaretti es el único que no estimula ambiciones presidenciales. «El compromiso es con el pueblo de Córdoba".
Con el patrocinio moral del Aleph, y con el beneplácito republicano del "pueblo de Córdoba", los tres presidenciables se comprometieron a disputar las PASO obligatorias, en el ámbito del Nacional B de Alternativa Federal.
Dos de los tres son codiciados, ostensiblemente, por El Ángel, y no para exterminarlos.
Entonces Urtubey sube su precio. Los intentos de seducción de Macri se transforman, por insistencia, en acoso.
Igualmente codiciado, Pichetto se dispone a cumplir «con la palabra empeñada» y participar del Nacional B.
Con la resignación existencial de no saber "qué va a hacer Sergio, si va a cumplir con lo firmado dos días atrás".
Pasa que Massa es el único de los Alternativos que mantiene una fuerza nacional. Exhibió su presencia en el congreso que supone que lo instala en otro nivel.
Y aparte es codiciado, desde los medios, por Alberto.
Al cierre del despacho, El Poeta Impopular desafía al Desconcertante Conductor. Para que compita en la fosforescencia de la SuperLiga.
Para que Massa, con su admirable estructura, no persista entre las candilejas del Nacional B.