Candidatura bonaerense, una interna en veremos
* Por Mariano Pèrez de Eulate. Mientras todo el mundillo político observa el desenlace de la novela por la reglamentación definitiva de la ley de reforma política, hacia adentro del peronismo bonaerense se espera otra definición, bien intestina.
Mientras todo el mundillo político observa el desenlace de la novela por la reglamentación definitiva de la ley de reforma política (alguna vez alguien deberá explicar oficialmente por qué se tardó casi un año y medio en firmarla), hacia adentro del peronismo bonaerense se espera otra definición, bien intestina: ¿el tigrense Sergio Massa persistirá con su idea de disputarle a Daniel Scioli la candidatura a gobernador del oficialismo en las elecciones internas del próximo 14 de agosto?
Las encuestas, ese oráculo al que se han hecho adictos los políticos, indican que, a cuatro meses de ese posible duelo electoral de agosto, Scioli sobrepasa holgadamente a Massa en intención de voto. De todos modos, el joven intendente, que este mes cumplirá 39 años, reúne un nada despreciable porcentaje de aceptación. Para sus voceros oficiosos, eso resulta suficiente para animarse a la epopeya de enfrentar al gobernador, dueño de una de las mayores maquinarias económicas del país y referente -aún sin despertar pasiones- de la mayoría de los intendentes bonaerenses del justicialismo.
Acaso sobreactuando el optimismo, fuentes del massimo dicen soñar con la repetición, este año, de la sorpresa en la célebre interna entre Antonio Cafiero y el entonces desconocido Carlos Menem, de 1988, donde el primero era el favorito pero el segundo terminó ganando. Fue la única interna seria que tuvo el justicialismo. Otros tiempos, otros actores.
Desde su salida del gobierno nacional -fue jefe de Gabinete de Cristina Fernández-, Massa se ha mostrado relativamente crítico del kirchnerismo que, digámoslo, ha cultivado esa tendencia a cerrarse sobre sí mismo que algunos definen como expulsiva.
El anuncio, en marzo pasado, de que tiene intenciones de disputar una interna con Scioli le ha servido al tigrense para mejorar aún más su posicionamiento en los medios. Pero, a la vez, parece haber desacelerado el entusiasmo inicial del grupete de intendentes díscolos que él lideraba, conocido en el ambiente político como el Grupo de los Ocho.
Acaso esto se deba, más allá de las encuestas que encumbran a Scioli, a que la lógica de enfrentamiento de Massa parece ir contra la única certeza que tiene el PJ oficial: que Scioli irá por su reelección. Y a que el Gobernador, paciente, se fue juntando con cada uno de los díscolos para contenerlos dentro del redil. Hoy por hoy, el más cebado parece ser Gilberto Alegre, de General Villegas, quien ha armado algunas reuniones seccionales en pos de la candidatura massista.
LA LOGICA DE LA BATALLA
Existieron reuniones entre Scioli y Massa y entre las segundas líneas de ambos en las que, efectivamente, se blanqueó la supuesta idea del intendente de ir a elecciones internas el 14 de agosto. Gesto de caballero, podría decir un romántico del peronismo. La lógica de la batalla sería que, aún perdiendo, el de Tigre se quedaría con un pedazo del PJ provincial y con cierto respeto de sus pares del conurbano. Ingredientes, siempre según esa lógica, que lo posicionarían bien a futuro. Es relativo porque en política nada es tan lineal.
Voceros oficiosos del PJ aseguran que el tigrese insistirá con la jugada hasta último momento. Tiene tiempo hasta junio. Explicaciones para argumentar un eventual retroceso le deben sobrar a Massa. Tal vez abrigue aquella esperanza que, según las fuentes consultadas, ya charló incluso con el propio Scioli: que Cristina no sea la candidata del oficialismo y que Scioli, en una suerte de consenso peronista, asuma la faena de postularse a la Presidencia. Supondría Massa que, en ese escenario, podría haber otro consenso, en este caso para que él mismo sea el candidato del oficialismo a la gobernación.
SILENCIO EN OLIVOS
Colabora en esa elucubración intramuros que la Presidenta no confirmó nada. Ella juega incluso con la idea de la no continuidad. Si hasta el operador Juan Carlos Mazzón, hace pocos días, recibió un misterioso "Yo todavía no dije que voy a jugar" cuando llegó al despacho presidencial con un esquema de campaña nacional para la mandataria.
En Balcarce 50 dicen que Cristina, tal vez sabiendo que sus adláteres tienen vocación por desperdigar secretos, bajó la línea de definir todo recién en junio, sobre el límite legal. No sorprende. El kirchnerismo, sobre todo con Néstor en vida, siempre ha jugado al misterio. ¿O en 2007 el diputado Carlos Kunkel no recibió un tremendo reto del entonces presidente Kirchner cuando reveló, prematuramente, que la candidata a la Rosada de ese año sería la entonces primera dama y no el mandatario en ejercicio?
El otro dato no menor que juega en contra de la credibilidad del desafío de Massa a Scioli es lo que dice la reformada ley electoral. Si el tigrense va a una interna como candidato a gobernador no puede presentarse como postulante a la reelección en Tigre.
Si ve que pierde con Scioli, ¿se arriesgará perder su territorio? O si encumbra un delfín en Tigre y éste gana pero él pierde a nivel provincial en la interna, ¿se arriesgará Massa a dejar el liderazgo territorial en manos de otra persona? Puestos ante esta disyuntiva, en el massismo se remiten a lo obvio. Miran a la Rosada. Si da el paso provincial, el intendente sólo se quedaría tranquilo si en su lugar va su esposa, Malena Galmarini.