Candela: Estado ausente y sociedad inerme
*Por Norberto Rodríguez. El luctuoso suceso del asesinato de Candela ha disparado una suerte de catarsis social y una sensación de impunidad e ineficacia que asusta.
La comunidad comienza a percibir que su desprotección aumenta de manera exponencial y la psicosis de que cualquiera puede padecer un hecho delictivo traumático también se ha potenciado. Ya no es el riesgo de un arrebato, hurto o robo. Lo que se teme es de la pérdida de la vida en un episodio violento. Es decir, que ya hay categorías en los delitos y algunos de ellos comienzan a no ser tan preocupantes por cuanto al menos se salvó la vida.
Esta comprobación tiene un altísimo grado de perversidad y consecuencias que podrían transformarse en irreversibles. Decir que asistimos a un Estado ausente cuando de garantizar la seguridad normal de cualquier sociedad se trata, no agregaría nada nuevo a una certeza que el conjunto de la sociedad tiene totalmente asumida. Lo paradojal, a la vez que dramático, es observar a funcionarios convertidos en comentaristas de lo que sucede en lugar de asumir plenamente el rol de transformadores de una realidad que abruma a la ciudadanía .
La premonición de que la impunidad gana terreno se llevaría todos los votos en una encuesta.
Lo propio acontecería con la presunción de connivencias varias que hacen que el delito más pesado y rentable no se erradique. Bastaría con indagar cómo se financian determinadas acciones de la política en el amplio arco de fuerzas partidarias que siembran nuestro territorio.
La política acumula enormes deudas con la sociedad y ésta, todos nosotros, debemos reclamar con mayor vigor y rigor.
Por un lado, alarman los actos exultantes de una supuesta bonanza que no incluye, al menos lo suficiente. La escenografía del éxito y las promesas de un futuro sin nubes son propios de la inmadurez que almacenamos en nuestra naturaleza social. Por otro, una dirigencia política que se dice opositora y que parece incapaz de mostrar cursos de acción que sumen a la riqueza de un debate que siempre es bueno cuando la convocatoria es a ponderar propuestas e ideas.
La Argentina no cuida a sus niños ni adolescentes.
La pobreza que no decrece es un factor decisivo e irresuelto. La educación pública, y mucho menos la de calidad, aun en la rica Capital Federal, no llega a los sectores inmersos en la desigualdad.
¿Y el Estado? Lleno de diagnósticos y de promesas incumplidas.
La ausencia de una concepción sistémica esteriliza muchos de los procesos, seguramente nacidos de la buena voluntad. Ésta, por sí sola, no es garantía de éxito. El Estado también tiene que revisar su visión de la gestión, un problema enorme que dinamita las mejores intenciones.
La sociedad civil, con sus organizaciones, muchas de ellas con muy buena organización y cuadros profesionales y voluntarios de valía y trayectoria, es nuevamente llamada a ejercer un rol decisivo, aunque no sustitutivo del Estado.
El ejercicio político no partidista se impone para evitar un mayor desmadre. El Estado debe reconocer este potencial y trabajar codo a codo con esas organizaciones.
Trabajar en conjunto es tener claro que las identidades no se compran ni se venden.
El Estado debe entender que su tarea no es competir con las organizaciones de la sociedad civil sino asumir la importancia de la complementación.
* SECRETARIO GENERAL ASOCIACION CRISTIANA DE JOVENES (YMCA)