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Campaña electoral: más ideas y menos "poesía"

*Por Gabriela Azzoni. La autora, especialista en el análisis del discurso político, hace una crítica al modo en que generalmente se llevan a cabo las campañas electorales y postula opciones más sensatas.

Las campañas constituyen un espacio para que los candidatos se comuniquen con los votantes, es decir, mediante ellas los políticos tienen la oportunidad de establecer un verdadero diálogo con los ciudadanos. En esta interacción es tan importante escuchar con atención como proponer con moderación para no alentar suspicacias.

Para conectarse con la ciudadanía hay que romper la barrera del desinterés y la indiferencia que provocan los discursos políticos vacíos de contenido y de credibilidad.

Es que todos los lugares comunes se hacen presentes en las publicidades electorales. La mayoría de las promesas de campaña se enuncian de manera tan general que quedan reducidas a la mínima expresión de una sola palabra: un sustantivo abstracto.

¿Qué votante -a esta altura- puede creer en listas interminables de expresiones de deseos, despojadas totalmente de algún indicio de realización? Pura "poesía". Recitación de naderías. En el mismo sentido está el desmadre en las promesas. El exceso desmesurado conlleva ineludiblemente al incumplimiento de las mismas, minando definitivamente la credibilidad del que promete.

El candidato -para conquistar el voto- debe ser capaz de conectarse con los ciudadanos. Para ello es necesario que haga propuestas acerca de los temas que le interesan a la gente. En general, los electores no saben qué piensan los candidatos acerca de los problemas que les preocupan. Por lo tanto, no saben a quién votar.

El candidato debe transmitir con claridad la o las razones por las que el votante debe elegirlo y no a su rival. El ciudadano necesita saber qué van a hacer por él sus gobernantes: qué beneficio/s concreto/s obtendría votando a tal o cual candidato.

El votante necesita saber hacia dónde el candidato quiere dirigir los destinos de la provincia, con qué Mendoza sueña, cuáles van a ser -al menos- las dos prioridades de su gobierno que habrán de servir para canalizar las esfuerzos de las distintas áreas de gobierno.

¿Qué pueden transmitir los candidatos a los ciudadanos? Nadie puede transmitir lo que no siente. Nadie puede convencer si no tiene convicciones. Nadie puede entusiasmar si no está entusiasmado por un proyecto que debería ocuparse del bienestar y felicidad de los ciudadanos.

Por otra parte, son necesarios espacios en los que los candidatos puedan confrontar sus propuestas para que los ciudadanos se interioricen acerca de las mismas y, así, dispongan de elementos para la decisión de voto. Los formatos de estas instancias de comparecencia no pueden convertirlas en una mera puesta en escena, un simulacro en el que resulta imposible cualquier intercambio de ideas entre los postulantes.
 
Las instituciones que organizan estos encuentros deberían revisar la modalidad para que realmente resulten útiles a los electores.
Al respecto son muy importantes para el ejercicio democrático los debates televisivos ya que constituyen el último evento de campaña y la única oportunidad que tiene el telespectador votante de ver juntos a los candidatos.

La estructura del intercambio no debe quedar circunscripta sólo a la presentación de propuestas sobre los temas acordados sino que debe prever espacios para que los candidatos puedan confrontar las mismas de forma tal que se vean los diferentes posicionamientos en relación con las políticas públicas que presentan y se conozcan las formas en las que las van a llevar a cabo, ya que en la enunciación de las mismas nunca se explicita "el cómo" -que es lo que verdaderamente se tiene que discutir-.

De lo contrario, todos coinciden en "el qué" y nunca se pone en tela de juicio la viabilidad de las propuestas, que es justamente en lo que los candidatos deberán demostrar la consistencia de sus planteos.

Por su parte, el elector debe tomar conciencia de la importancia de informarse ya que en él recae la responsabilidad de decidir quién será el político al que le confiará su propio futuro y el de sus hijos y nietos.

El futuro gobernador tiene que ser un líder capaz de convencer -con verdaderas y sólidas razones- de que su proyecto de provincia es el mejor para los próximos cuatro años. Y -también- debe ser capaz de generar la confianza de que estará atento a los reclamos y sueños de los mendocinos para dar las respuestas necesarias.