Campaña contra la discriminación
Una encuesta de Unicef sobre la existencia de conductas discriminatorias en la escuela justifica la preocupación por combatirlas.
Quien discrimina separa a uno o algunos de un grupo o sector social. Al hacerlo, se vale de alguna diferencia que utiliza con malicia para ofender a personas o minorías con respecto a las cuales se siente en una posición superior; es el caso del que pertenece a una mayoría.
La discriminación posee una carga de agresividad expresa o latente que, en su fondo, encubre el temor de perder una situación de ventaja derivada, por ejemplo, de su condición mayoritaria. Lo opuesto es el proceso de integración que promueve la deseable convivencia que crece y se afirma a favor del contacto y la buena relación con los demás. Por lo tanto, mientras la integración rechaza los prejuicios que afectan los vínculos con los demás, la discriminación se alimenta y se sirve de ellos para usarlos de modo despectivo, burlón o violento.
El problema de la discriminación y los conflictos que desencadena siempre es actual, aunque hubo tiempos históricos de mayor crueldad en los modos de manifestarla y en los fines para los que se instrumentó. En atención a los graves males pretéritos vividos en el escenario mundial y los que persisten hoy, el acecho de las discriminaciones reclama una constante vigilia en los años de la formación de la minoridad, a fin de que no reaparezcan y lesionen la trama social.
Ese propósito preventivo está hondamente emparentado con la defensa de los derechos humanos, objetivo de carácter global prioritario a partir de la Declaración Universal que la Organización de las Naciones Unidas sancionó en 1948, luego de la terrible experiencia de la Segunda Guerra Mundial. De ahí que se justifica plenamente la preocupación por detectar desde edades tempranas la presencia de conductas discriminadoras a fin de combatirlas mediante una mejor integración social.
Un ejemplo de ese interés es la encuesta domiciliaria llevada a cabo por Unicef Argentina, en la franja de adolescentes entre 13 y 18 años que habitan en las ciudades que han servido de sedes en el torneo de la Copa América. El informe que resulta de las 900 entrevistas revela la existencia de conductas discriminadoras padecidas por el 40 por ciento de los interrogados, en tanto que un 70 observó hechos semejantes. Los actores de la discriminación fueron compañeros de escuela en el mayor número, luego amigos, agentes de policía, "patovicas" y, en un menor número de casos, maestros. No se especifican el tono ni la intención de las discriminaciones, que pueden fluctuar entre la broma o la segregación violenta, pero se señalan como principales determinantes de esos actos el color de la piel, el tamaño corporal o el sobrepeso; en menor grado, la nacionalidad. La escuela ha sido el lugar en que ocurrió el mayor número de esos comportamientos.
La encuesta realizada ratifica la necesidad de corregir precozmente las formas de discriminación que se presentan en la interacción de los menores, así como la manera en que los mayores las controlan. Padres y docentes conocen la misión que deben cumplir en el hogar y en la escuela para que las jóvenes generaciones avancen en formas de vida social plenamente integradas.