DOLAR
OFICIAL $816.08
COMPRA
$875.65
VENTA
BLUE $1.18
COMPRA
$1.20
VENTA

Cambien el discurso, ¡por favor!

*Por Guillermo Badino. Un sinceramiento del lenguaje político acercaría a los dirigentes a la gente, que cada vez está más alejada, por palabras que nada dicen o que no concuerdan con lo que se hace.

Las recientes elecciones generan una multiplicidad de interpretaciones, dependiendo éstas de las convicciones ideologías, posturas filosóficas y -principalmente- de los modelos o mapas mentales de los opinantes.

La nuestra se centrará en el discurso político actual que demuestra -día a día- qué está fracasando y qué hace fracasar a los dirigentes políticos "profesionales", independientemente de sus posturas partidistas. Y de la habilidad de sus asesores de imagen de marketing y ghost writers.

Nos atrevemos a asegurar que la política argentina está dominada por lo que algunos expertos denominan "el discurso dominante" (ver Becker Carol y otros. Resolución de Conflictos. 2008) que influye decisivamente en las ideas, experiencias y observaciones que se juzgan normales o extravagantes, relevantes o irrelevantes... y amplían y convalidan ciertas experiencias desestimando e invalidando otras".

El discurso político , el "relato" como suele denominarse por estos tiempos, realiza una labor maniqueísta y polarizante, transformando en "buenos" a los "míos" y siempre "malos" a los "otros".

Un lenguaje dominado por los "nosotros" (buenos) y los "ellos" (malos).

Ser de los "nosotros", genera espacio y brinda apoyo. En especial si los "nosotros" detentan el poder y sus recursos. Esto nos permite, asimismo, descalificar sin miramientos a los "ellos", cuyos objetivos son, por definición, malévolos, destituyentes y egoístas.

Este blanco y negro genera no pocas disyuntivas a los adeptos, dado que muchas realidades son grises, tan grises que entendemos como totalmente perimidas las expresiones de izquierda y de derecha. Este claroscuro de la realidad, que obliga a más de uno a tragar grandes batracios, es el precio que hay que pagar por ser de los "nosotros".

Además, el discurso dominante se apropia de términos que describen ideas que son, diríamos universalmente adoptadas. Por ejemplo "progresismo". ¿Quién en su sano juicio no es progresista?, ¿quién no desea progresar y que progrese su familia, su país, todo el mundo? Lo mismo ocurre con el "ser nacional y popular". ¿Quién no lo es?

Este lenguaje político está cansando sobre manera al ciudadano común. Éste está harto (lo vemos en nuestras clases, seminarios, consultorías y en recientes elecciones) de ese "cantinflerismo de casete" soberbio, prometedor de utopías irrealizables, que buscan embaucar al elector diciéndole que harán cosas que luego no hacen.

Todos hablan de cambiar, pero como dicen algunos autores (Davis y García. Gestión por Valores. 1998), para realizar un cambio se necesita dominar ampliamente una herramienta: la comunicación. Y esta herramienta no podrá servirnos si no cambiamos sus propios contenidos.

A continuación aporto algunas sugerencias sobre un nuevo discurso político para las próximas campañas.

Me dicen que sería suicida para un político usar estas expresiones. ¿Lo sería?

* No vengo a prometer nada salvo una cosa. No me quedaré con nada ni permitiré que nadie se queda con nada que no le corresponda. Cero Corrupción.

* Tendremos las cuentas claras.

* Tendremos las puertas abiertas para todos.

* Haré lo que pueda con los recursos que tenemos, como hace doña María en su casa.

* El presupuesto lo proponemos desde la Casa de Gobierno, pero lo aprueban ustedes a través de sus representantes en la Legislatura.

* No vengo a mandarlos. Soy mandado por ustedes.

* Haré lo que me manden ustedes, que son los que me han elegido.

* No podré hablar con cada uno de los ciudadanos pero sí lo puedo hacer, y lo haré, con los representantes que ustedes han elegido.

* Compartimos con los candidatos de otros partidos algo muy importante: un inmenso amor por la tierra que es la que hemos nacido y queremos lo mejor para ella y todos lo que la habitamos. Los invito a que hagamos realidad ese amor, por encima de diferencias de modalidades o políticas.

* Trataré de hacer las cosas lo mejor posible. Seguramente me equivocaré. Espero que esas equivocaciones no repercutan demasiado en el bienestar de ustedes.

* La forma para decirme si estamos haciendo las cosas bien o mal son los votos. Úsenlos con responsabilidad.

* No me llamo Carlos Gardel sino... Solo no puedo hacer nada. Voy a elegir a gente capaz y honesta para que me acompañe en esta tarea de servirles. Si no pueden hacer lo que debemos hacer, pondremos otros en su reemplazo.

* Nuestra obligación es gobernar para todos. Lo haremos sin hacer distingos de razas, religiones, géneros u orientaciones sexuales.

* Debemos cumplir con las leyes... Daremos el ejemplo.

* No vengo para quedarme. Sólo para servir por cuatro años.

* La política de seguridad de cualquier gobierno fracasa en cuanto un delito se comete. Trataremos de hacer lo máximo posible para que sean los menos. Pero un solo delito, una sola muerte que el mismo provoque, nos hará pensar que estamos fracasando y que debemos redoblar los esfuerzos.

* Tengo la responsabilidad de gestionar, para eso me han elegido la mayoría de los ciudadanos. Los errores son mi responsabilidad.

A todas esas ideas, en el discurso del 1 de Mayo le agregaría las siguientes:

* No vengo a decir lo que hice. Todos lo saben. Vengo para hablar de lo que no hice, de lo que me equivoqué, darles las razones de ello y lo que pensamos hacer para solucionarlo.

* Esto me llevará sólo diez minutos. Luego vamos a celebrar nuestro día.