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Cambiemos forzó las paces y se muestra unido

Esa reunión busca mostrar el avance del trabajo de los expertos de las fundaciones de los partidos que integran la coalición.

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El juego de Macri es levantar el precio de la alianza del PRO con radicales y peronistas; en el caso de estos, jugando con su necesidad de evitar la disputa territorial en ciertas geografías. Los radicales en distritos grandes como Buenos Aires pueden preferir ir a elecciones con fórmulas o listas mixtas, sin necesidad de defender la marca partidaria que puede limitar su expansión.

Esta marea del oficialismo pone en alerta a la oposición, que el miércoles hará la postergada reunión de la mesa nacional de autoridades de Juntos por el Cambio. La suspendieron por los roces que surgieron del pronunciamiento de Carrió sobre algunos aliados de JxC.

En las dos últimas semanas los caciques se esforzaron por suavizar las relaciones; se multiplicaron los chats y encuentros discretos que bajaron la presión. Hasta hubo reconciliaciones entre quienes habían amenazado en el Congreso con romperle la cara a trompazos a sus adversarios. Se levantan, por ahora, las amenazas de querellas.

El símbolo es un encuentro de pacificación que tuvieron, por casualidad, en la cochera de Diputados, los jefes de bloques del PRO y de la Coalición, Cristian Ritondo y Juan Manuel López. También se clausuró la amenaza de reabrir la pelea por la presidencia del interbloque. Después de todo no es un cargo, es una función, y la sigue cumpliendo de facto Mario Negri.

Un programa para evitar el apocalipsis 2023

Esa reunión busca mostrar el avance del trabajo de los expertos de las fundaciones de los partidos que integran la coalición. Es un esfuerzo de conciliación de posiciones, en particular entre los equipos de economistas, para mostrar un programa novedoso y coherente que saque a la oposición del discurso apocalíptico.

El gobierno hace un giro que lo despega del discurso cristinista de prometer una revolución. Admite en Economía a un ministro que se conforma con algo más modesto que la revolución, apenas mejorar la administración para conciliarla con la demanda de los mercados.

Massa cree que con eso puede prosperar hacia 2023. La oposición – seguramente por la intención de sus proto candidatos – alza por ahora un programa también revolucionario, que promete el apocalipsis 2023: una reforma fiscal, una reforma previsional, y una reforma laboral que consigan un vuelque de campana al sistema actual. ¿Tendrá los votos en el Congreso para reorganizar el país? Seguro que no.

Es víctima de la tentación del regeneracionismo, uno de los demonios de la política argentina, antesala del fracaso. Recrea la cadena del descontento y la promesa que describió Pedro Henríquez Ureña, pensador universal que murió en estas tierras: «Haré grandes cosas: lo que son no lo sé.»

Las palabras del rey loco son el mote que inscribimos, desde hace cien años, en nuestras banderas de revolución espiritual. ¿Venceremos el descontento que provoca tantas rebeliones sucesivas? ¿Cumpliremos la ambiciosa promesa?» Esa tentación responde al intento de monetizar en las urnas la indignación del público con la sucesión de desgracias encadenadas de un gobierno que se desangra en peleas tribales y sin programa.

La profecía del apocalipsis es tan estéril como la del ideologismo. Es una constante de la historia en todos los tiempos. En la versión judeo cristiana, apocalipsis significa «revelación» y vaticina «una transformación fundamental del mundo, incluido el fin de los tiempos y de la muerte». Una utopía.

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