Camaleones en movimiento
Puesto que desde las primarias de agosto todos entienden que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner ya ganó, los demás políticos están procurando adaptarse a lo que suponen será, hasta nuevo aviso, la realidad nacional.
Para muchos, en especial quienes de un modo u otro forman parte de un inmenso rejunte peronista, se trata de intentar acercarse a la dueña del poder. El caso más notorio es el protagonizado por el ya ex disidente Felipe Solá quien, luego de informarnos que ya no se siente opositor, se ha transformado en un kirchnerista más aunque, por una cuestión de orgullo, sigue afirmándose "independiente". Huelga decir que Solá dista de ser el único que ha optado por borocotizarse, para emplear una expresión que fue acuñada hace años cuando Néstor Kirchner captaba a dirigentes de agrupaciones ajenas en nombre de la transversalidad. No sólo en el peronismo, sino también en otros movimientos, entre ellos el radical, militantes antes fogosamente críticos del desempeño del gobierno nacional están migrando hacia el oficialismo, algunos porque sus distritos dependen de los fondos manejados por los kirchneristas, otros porque están acostumbrados a acompañar la mayoría política de turno. El fenómeno no es nuevo: abundan los políticos profesionales, funcionarios y jueces de cierta edad que han sido sucesivamente procesistas, alfonsinistas, menemistas, duhaldistas y kirchneristas, sin que las mutaciones ideológicas que han experimentado en el transcurso de su vida pública los hayan perturbado del todo.
Para Cristina, la voluntad de tantos políticos de rendirle pleitesía es sin duda muy gratificante, pero no puede sino entender que sólo se trata de manifestaciones de oportunismo. Los neokirchneristas o cristinistas están más interesados en defender su propio lugar en la corporación política que en ayudar al gobierno a concretar sus propuestas. Si por algún motivo se repitiera el escenario de hace dos años cuando, a raíz de la desaceleración de la economía, oponerse al gobierno nacional era un buen negocio, como comprobaron los peronistas disidentes en la provincia de Buenos Aires, los conversos no tardarían en proclamarse opositores principistas preocupados por el estado lamentable de las instituciones, por la corrupción endémica y por la desigualdad. Mientras tanto, tratarán de competir por puestos en el organigrama político con kirchneristas largamente acreditados que hasta hace poco habían sido sus contrincantes, garantizando así que en los meses próximos resulte muy agitada la siempre confusa interna oficialista.
Aunque la presidenta Cristina se ha visto beneficiada por el pragmatismo, para calificarlo de alguna manera, de muchos integrantes de la clase política nacional, sabrá que la adhesión superficial y tal vez pasajera a su causa de tantas personas impresionadas por el resultado de las primarias no contribuye a fortalecerla. Al contrario, es un síntoma de debilidad, ya que no se debe a convicciones compartidas sino a nada más que la conciencia de que para un "dirigente" el llano suele ser un lugar inhóspito. Por cierto, el movimientismo no puede sustituir las estructuras fuertes que en otros países brindan instituciones firmes e impersonales. Como la palabra insinúa, su gobierno tiene arenas movedizas como base de sustentación, lo que puede parecerle sin importancia en los tiempos buenos, pero le ocasionarían una multitud de dificultades si surgiera una crisis. Puesto que hay motivos de sobra para prever que a la economía internacional le espera una etapa tumultuosa que tendría repercusiones poderosas en nuestro país si como resultado bajara mucho más el precio de la soja y que, de todos modos, será necesario combatir la inflación con algo más que amenazas dirigidas a quienes duden de la veracidad de los datos confeccionados por el Indec, el apoyo masivo, tanto popular como político, que disfruta actualmente la presidenta podría esfumarse en un lapso muy breve.
Si el gobierno de Cristina contara con el respaldo de un partido más coherente que el PJ que efectivamente existe, además de instituciones que funcionen como es debido, el país estaría en mejores condiciones de hacer frente a una eventual crisis socioeconómica atribuible a las deficiencias del resto del mundo de lo que estaría con las estructuras raquíticas que efectivamente existen.