Brasil y nosotros
Las relaciones comerciales con el Brasil han estado signadas, desde siempre, por etapas de relativa armonía y otras de conflictos más o menos intensos. Hoy estamos en uno de estos últimos. Es imposible determinar si se prolongará mucho tiempo, si se puede afirmar que por las actividades económicas involucradas es de gran importancia.
En esta columna nos hemos ocupado, en varias oportunidades, tanto de las razones que impulsaban las restricciones de las importaciones en nuestro país, como de las consecuencia que podrían traer. Las restricciones, cuya manifestación mas seria, pero no la única, son las denominadas "licencias no automáticas" de importación. Adviértase que ante la expresión "no automáticas", podemos pensar en la existencia de una "licencia automática", expresión confusa o contradictoria.
Puesto en palabras claras, lo que debe decirse es que desde el 2002 en adelante, el comercio exterior argentino es un comercio administrado por el Estado. Se exporta y se importa lo que el Estado autoriza, de diversas maneras, sean normas explícitas y simples medidas fácticas de la Secretaría de Comercio, de la Dirección de Aduanas o de cualquier otro organismo que tenga injerencia en el intercambio.
Este es el fondo del asunto, Argentina no quiere una economía abierta al intercambio internacional, posición en la que coinciden el Gobierno actual, una buena parte de los empresarios y aún de los propios consumidores. La ilusión absurda de la autarquía aparece diariamente, tanto a escala nacional, provincial como municipal.
El "compre nacional", "vivir con lo "nuestro", tienen fuerte arraigo ideológico; y no muy sutiles grupos de presión que hacen "su negocio", siempre vendido como el "interés nacional". En este punto Argentina y Brasil no se diferencian demasiado, los industriales brasileños son tanto o mas proteccionistas, y lobystas, que los nuestros.
Es por ello que la constitución efectiva del Mercosur, encuentra tantas dificultades. A pesar de los años transcurridos, lejos estamos de alcanzar la meta de la libre circulación de bienes y factores de la producción entre nosotros y tener un arancel externo común, características básicas de un mercado común.
En este marco hay poner el conflicto actual, cuyo origen son las mentadas "licencias no automáticas", aplicadas por la argentina hace unos meses. Ese procedimiento limitó o impidió el ingreso de productos del Brasil y de otros países. El listado de productos industriales es amplio, desde artículos para el hogar, autopartes, automóviles, maquinarias, textiles.
La réplica del Brasil no se ha hecho esperar demasiado, también ha aplicado "licencias no automáticas", que afectan especialmente a la industria automotriz y de autopartes. Pero que como toda política de acción y reacción puede escalar a otros productos, donde Mendoza podría ver aumentar las dificultades para las exportaciones de vinos, aceite de oliva, aceitunas en conserva, ajos, frutas.
Brasil es el principal socio económico de Argentina, tiene una economía enorme, entre las diez más importantes del mundo. Nuestro país debe, por conveniencia propia, establecer una relación adulta, madura, estable con su vecino y socio. Esa relación no puede quedar librada ni a los humores de los funcionarios, ni a situaciones coyunturales de balance comercial entre nosotros, ni tampoco a las conveniencias particulares de algunos grupos o sectores económicos.
La economía agroindustrial de Mendoza necesita, para seguir creciendo, de Acuerdos internacionales de comercio, como los que ha concretado con tanto éxito nuestro vecino Chile.
Esos acuerdos sólo se pueden negociar en el marco del Mercosur, es decir en conjunto con nuestros socios. El Gobierno de Mendoza debe aplicar toda su capacidad para ayudar a destrabar el conflicto con Brasil e impulsar los acuerdos internacionales.
De ello depende en gran medida nuestro futuro económico.