Brasil contraataca
Por ser Brasil un país de tradiciones proteccionistas muy fuertes, siempre motivó cierta sorpresa la presunta voluntad...
... del ahora ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva y su sucesora, la presidenta Dilma Rousseff, de tolerar las trabas a sus exportaciones ordenadas por el gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, acaso por entender que no les convendría una guerra comercial en el seno del Mercosur, pero parecería que últimamente han cambiado de opinión, de ahí los golpes que la nación vecina acaba de asestar a nuestros productores de alimentos.
A sabiendas de que se trata de bienes perecederos que, a diferencia de los industriales, pueden perder todo su valor en una cuestión de días si se ven demorados en la frontera, los brasileños se han puesto a bloquear la entrada de las manzanas y peras del Alto Valle, privando así a los productores frutícolas de la zona, que ya se han visto perjudicados por la crisis que está afectando a Estados Unidos y la Unión Europea, de uno de sus mercados principales. También han sufrido el impacto de la reacción tardía pero contundente de Brasil la planta de papas congeladas de la multinacional de origen canadiense McCain, en Balcarce, de la que dependen directa o indirectamente varios millares de personas, los productores de vino de Cuyo y la industria pesquera.
Por mucho que proteste el gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner contra la decisión brasileña de suspender el otorgamiento automático de licencias de importación, sus esfuerzos en tal sentido servirán para poco. Al fin y al cabo, Dilma se ha limitado a emularla, aplicando su propia versión del ya mundialmente famoso método Moreno que consiste en frenar las importaciones bajo pretextos que a menudo son tan grotescos como el usado para impedir pasajeramente el ingreso de libros foráneos por supuestamente contener tinta venenosa. Para poner fin a esta farsa, los dos gobiernos tendrían que llegar a un acuerdo mutuamente satisfactorio, pero a esta altura la posibilidad de una solución negociada parece escasa porque supondría el inicio de una "invasión" incontenible de electrodomésticos y otros productos industriales brasileños. Así las cosas, Cristina y sus asesores se ven frente a un dilema muy espinoso; para rescatar a los productores rurales excluidos del mercado brasileño podrían verse obligados a sacrificar a algunos fabricantes nada competitivos, además de correr el riesgo de resignarse a un déficit comercial creciente con nuestro socio más importante.
Las represalias que acaba de tomar el gobierno de Dilma a las medidas proteccionistas inconsultas que han sido propuestas e instrumentadas por el secretario de Comercio Guillermo Moreno no podrán sino tener consecuencias penosas. Las economías de casi todas las provincias del interior del país ya están en graves dificultades y por lo tanto no están en condiciones de soportar lo que en otras circunstancias podría considerarse un golpe totalmente injustificable pero que, en vista de la conducta comercial de nuestro gobierno, era previsible.
En esta oportunidad se trata no tanto del fruto de las presiones constantes del poderoso lobby industrial paulista que desde hace décadas domina el pensamiento económico de Brasil cuanto de la resistencia de Dilma a seguir permitiendo que su homóloga argentina continúe mofándose con impunidad de los acuerdos bilaterales y de las reglas, escritas o no, que en teoría deberían imperar en el Mercosur, una organización zombie que ya no se asemeja para nada a la unión aduanera imaginada por sus fundadores. Por lo demás, la economía brasileña está perdiendo aliento con rapidez, razón por la que Dilma se ha visto constreñida a devaluar gradualmente el real –en lo que va del año ha bajado casi el 9% frente al dólar estadounidense– con el propósito de estimular la industria alicaída.
Dicha estrategia hace aún más difícil la situación en que se encuentra el gobierno de nuestro país que, por motivos notorios, no quiere acompañar a su socio comercial principal devaluando progresivamente el peso por temor a las consecuencias inflacionarias, peligro éste que no preocupa tanto a Dilma, ella misma una economista, porque, a diferencia de Cristina, siempre ha sido consciente de la importancia fundamental de defender la estabilidad monetaria
A sabiendas de que se trata de bienes perecederos que, a diferencia de los industriales, pueden perder todo su valor en una cuestión de días si se ven demorados en la frontera, los brasileños se han puesto a bloquear la entrada de las manzanas y peras del Alto Valle, privando así a los productores frutícolas de la zona, que ya se han visto perjudicados por la crisis que está afectando a Estados Unidos y la Unión Europea, de uno de sus mercados principales. También han sufrido el impacto de la reacción tardía pero contundente de Brasil la planta de papas congeladas de la multinacional de origen canadiense McCain, en Balcarce, de la que dependen directa o indirectamente varios millares de personas, los productores de vino de Cuyo y la industria pesquera.
Por mucho que proteste el gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner contra la decisión brasileña de suspender el otorgamiento automático de licencias de importación, sus esfuerzos en tal sentido servirán para poco. Al fin y al cabo, Dilma se ha limitado a emularla, aplicando su propia versión del ya mundialmente famoso método Moreno que consiste en frenar las importaciones bajo pretextos que a menudo son tan grotescos como el usado para impedir pasajeramente el ingreso de libros foráneos por supuestamente contener tinta venenosa. Para poner fin a esta farsa, los dos gobiernos tendrían que llegar a un acuerdo mutuamente satisfactorio, pero a esta altura la posibilidad de una solución negociada parece escasa porque supondría el inicio de una "invasión" incontenible de electrodomésticos y otros productos industriales brasileños. Así las cosas, Cristina y sus asesores se ven frente a un dilema muy espinoso; para rescatar a los productores rurales excluidos del mercado brasileño podrían verse obligados a sacrificar a algunos fabricantes nada competitivos, además de correr el riesgo de resignarse a un déficit comercial creciente con nuestro socio más importante.
Las represalias que acaba de tomar el gobierno de Dilma a las medidas proteccionistas inconsultas que han sido propuestas e instrumentadas por el secretario de Comercio Guillermo Moreno no podrán sino tener consecuencias penosas. Las economías de casi todas las provincias del interior del país ya están en graves dificultades y por lo tanto no están en condiciones de soportar lo que en otras circunstancias podría considerarse un golpe totalmente injustificable pero que, en vista de la conducta comercial de nuestro gobierno, era previsible.
En esta oportunidad se trata no tanto del fruto de las presiones constantes del poderoso lobby industrial paulista que desde hace décadas domina el pensamiento económico de Brasil cuanto de la resistencia de Dilma a seguir permitiendo que su homóloga argentina continúe mofándose con impunidad de los acuerdos bilaterales y de las reglas, escritas o no, que en teoría deberían imperar en el Mercosur, una organización zombie que ya no se asemeja para nada a la unión aduanera imaginada por sus fundadores. Por lo demás, la economía brasileña está perdiendo aliento con rapidez, razón por la que Dilma se ha visto constreñida a devaluar gradualmente el real –en lo que va del año ha bajado casi el 9% frente al dólar estadounidense– con el propósito de estimular la industria alicaída.
Dicha estrategia hace aún más difícil la situación en que se encuentra el gobierno de nuestro país que, por motivos notorios, no quiere acompañar a su socio comercial principal devaluando progresivamente el peso por temor a las consecuencias inflacionarias, peligro éste que no preocupa tanto a Dilma, ella misma una economista, porque, a diferencia de Cristina, siempre ha sido consciente de la importancia fundamental de defender la estabilidad monetaria