Boudou y Mariotto, dos caras de la misma obsesión autoritaria
Los elegidos de la Presidente representan la obsecuencia ilimitada y la capacidad para justificar hasta lo más grotesco.
La designación por parte de Cristina Fernández de Kirchner del ministro de Economía, Amado Boudou , como su compañero de fórmula y la imposición presidencial del titular de la Administración Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (Afsca), Gabriel Mariotto , a Daniel Scioli como candidato a vicegobernador bonaerense -otra señal de lo poco que importa el federalismo- demuestran no sólo un estilo personalista y autoritario de la jefa del Estado.
Esas elecciones particulares también dan cuenta de los valores que pesan en el oficialismo y de las características peculiares que la primera mandataria espera que tengan sus colaboradores.
Boudou y Mariotto no tienen, por cierto, iguales orígenes políticos. El titular del Palacio de Hacienda militó, como se sabe, en la Ucedé de Alvaro Alsogaray durante su juventud y se formó académicamente en una universidad cuyos docentes se destacan mayoritariamente por su adhesión al liberalismo económico, como la Ucema.
En cambio, quien hoy ocupa el ex Comfer fue militante estudiantil en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, donde presidió un centro de estudiantes y llegó a ser decano de su Facultad de Ciencias Sociales; él y su grupo político estuvieron cerca del duhaldismo, hasta que hacia 2002 Mariotto se fue a España por un año y, a su regreso, se vinculó al kirchnerismo.
Se advierte en estos dos dirigentes, que rondan los 50 años de edad, una especial habilidad para escalar posiciones en el poder político y también en la pirámide socioeconómica, por lo que se desprende de su nivel de vida y, en el caso de Boudou, por un llamativo y condenable grado de ostentación.
Constituye casi una constante en los funcionarios del Gobierno que dan mayores muestras de una fidelidad que se confunde con obsecuencia y que no trepidan en disfrazar la realidad en función de los objetivos políticos del grupo gobernante, al tiempo que desprecian a la prensa que no se somete a los designios del sector gobernante.
Desde el Ministerio de Economía, Boudou hizo todo lo posible por disimular la inflación. No sólo es corresponsable, junto al secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, del falseamiento de las estadísticas del Indec, sino también de pretender engañar a la población, esgrimiendo razonamientos inauditos, como cuando dijo que la inflación sólo preocupaba a la clase media alta, cuando son los sectores más empobrecidos de la sociedad los que más sufren el aumento del costo de vida.
Mariotto, por su parte, ha propuesto la creación de una medidora de audiencia de medios audiovisuales más confiable que las existentes, probablemente con la intención de que otorgue números de rating más elevados para el canal de televisión oficial y los programas de tinte oficialista.
Tanto Boudou como Mariotto habrían sido premiados por la Presidenta por haber jugado fuerte frente a grupos empresariales que no son del agrado de la jefa del Estado. El ministro de Economía lo ha hecho en la pugna con Techint y el titular de la Afsca, en la guerra que el Gobierno les ha declarado a Clarín y a Papel Prensa.
Es un premio a la obsecuencia y también al descaro, si se tiene en cuenta que, cuando estaba al frente de la Anses, poco antes de las elecciones legislativas del 28 de junio de 2009, Boudou dirigió cartas a unos 5.400.000 jubilados, en las cuales los instaba a votar por el oficialismo. Esas escandalosas misivas tuvieron un costo para el Estado de aproximadamente 14 millones de pesos y provocaron denuncias judiciales. Mientras tanto, poco y nada hizo desde aquel lugar para ejecutar las sentencias que benefician a cientos de miles de jubilados con recomposiciones en sus haberes.
Boudou y Mariotto también compartieron escenarios con Sergio Schoklender en actos organizados por la Fundación Madres de Plaza de Mayo.
Todo lo que hacen tiene la venia presidencial. Así como la Anses ha sido en tiempos de Boudou y sigue siendo ahora un apéndice del poder político, cuyos recursos hace mucho tiempo dejaron de ser de los jubilados para estar sujetos a las necesidades del Gobierno, la Afsca que conduce Mariotto, supuestamente un órgano autárquico y descentralizado, se ha convertido en un ente férreamente disciplinado bajo el control presidencial.
Obsecuencia ilimitada, uso de los recursos del Estado con fines partidarios y capacidad para justificar hasta lo más grotesco son las características de los elegidos por la Presidenta. Nada escapa a la lógica del autoritarismo gobernante.