Borges es inocente
* Por Claudio Gómez. "Una tarde vinieron a casa las madres y abuelas de Plaza de Mayo a contarme lo que pasaba. Algunas serían histriónicas, pero yo sentí que muchas venían llorando sinceramente, porque uno siente la veracidad.
¡Pobres mujeres tan desdichadas! Eso no quiere decir que sus hijos fueran invariablemente inocentes, pero no importa. Todo acusado tiene derecho al menos a un fiscal, para no hablar de un defensor. Todo acusado tiene derecho a ser juzgado. Cuando me enteré de todo este asunto de los desaparecidos me sentí terriblemente mal. Me dijeron que un general había comentado que si entre cien personas secuestradas, cinco eran culpables, estaba justificada la matanza de las noventa y cinco restantes. ¡Debió ofrecerse él para ser secuestrado, torturado y muerto para probar esa teoría, para dar validez a su argumento! La guerrilla y el terrorismo existieron, desde luego, pero, al mismo tiempo, no creo que sean modelos aconsejables."
Los dichos son de Jorge Luis Borges y fueron publicados por el escritor en la edición del diario Clarín del 15 de mayo de 1980.
Borges ha vuelto a las voces de los medios de comunicación desde una lectura póstuma que desnuda dos cuestiones, aún cuando sea tratado con la mayor deferencia: Una, pocos saben acerca de la biografía de Borges; dos, él ya no puede defenderse.
Ocupando la simetría -con la que siempre jugó su literatura- con el paradigma de pensamiento de Mario Vargas Llosa desde los medios de comunicación oficialistas y antioficialistas, la versión que las nuevas generaciones reciben sobre el célebre escritor argentino es, cuanto menos, antojadiza.
A Borges y a Vargas Llosa no los une la eficacia literaria. Borges es inmensamente mejor escritor que el peruano. Prueba de ello es que al primero le negaron el Nobel sistemáticamente; en cambio, el segundo, sí recibió el galardón.
Sin embargo, esa distinción nada nos dice acerca de los prejuicios que ha recibido la obra de Borges.
Según dijo el filántropo sueco Alfred Nobel, el premio debe entregarse anualmente "a quien haya producido en el campo de la literatura la obra más destacada, en la dirección ideal". Hoy, para la Academia, la "dirección ideal" es la de Vargas Llosa, como en su momento, no fue la de Borges.
Ahora, el escritor peruano llega al país no sólo con sus propios laureles, sino con el antecedente de ser un cultor y defensor de la dialéctica de la derecha y el libre mercado.
No va excusarse si ese pensar se da de bruces con la pretensión de millones de argentinos de cambiar de raíz ese rumbo que no sólo reproduce lo peor de la historia económica argentina, sino y peor la más lamentable de su pasado cultural y político.
No importa. Que Vargas Llosa inaugure la Feria del Libro y que lo haga con total libertad.
Lo que no parece justo es que el escritor del capital abusivo aparezca en el estrado como si opinara igual que como opinó Borges.
Se trata de una imagen que es particularmente atemporal. Borges nunca supo de política, siempre fue antiperonista.
Cuando se enteró de todo ese "asunto de los desaparecidos" se sintió "terriblemente mal".
El mejor escritor, acaso, no supo expresar de otra manera su desdicha.
Que no sea la difamación postrera la que nos compare al parlanchín con el viejo ciego.