Bienvenidos a la deshonrada Cámara de Diputados
Necesitamos de dirigentes políticos que estén a la altura de determinante responsabilidad.
Carlos Heller habla en la Cámara Baja. Mientras tanto, se observa que no muchos de sus compañeros lo están escuchando. A algunos se los ve mirando hacia otro lado, otros ni siquiera aparecen en cámara y no se sabe qué están haciendo. Pero hay uno que resaltó, y lo vio muy claro todo el país: el diputado Juan Emilio Ameri, quien deja de lado el trabajo parlamentario para darle un beso a uno de los pechos recién operados de su joven novia.
Mirá que es difícil ser echado de la banca del Congreso, donde sobreviven incluso senadores con graves denuncias de abuso sexual, como el senador José Alperovich. Pero Ameri lo logró en apenas diez segundos.
Lo que se debatía en ese momento era un tema que concierne a muchos jubilados: un cambio en el mecanismo de financiamiento del pago a los que adhirieron a la ley de Reparación Histórica, con el fin de evitar que se vendan los activos que tiene en su poder el Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la ANSES. Pero a Ameri le aburrió el tema y se puso a testear con su boca el estado de las prótesis nuevas de su pareja, ante la vista de todos y sin importarle el decoro que merece, a pesar de tantas manchas que hoy posee, la honorable Cámara de Diputados.
En pleno siglo XXI, un acto como el de Ameri no puede verse como algo tabú: el tema es el contexto y el lugar. Todavía queremos conservar la corrección política. Ese absurdo momento virtual le costó el trabajo a un diputado, que había asumido en 2019 a pesar de tener denuncias de acoso sexual a una menor en su agrupación política salteña. Si nos ponemos a comparar, el “Tetagate” es algo minúsculo.
Obviamente, fue sí más bochornoso que otros hechos vividos por el Congreso en tiempos de sesiones virtuales, como las del diputado Luciano Laspina que se cambió de ropa con la cámara encendida en plena exposición del ministro Martín Guzmán o como la del senador Esteban Bullrich, que puso una imagen suya “congelada” de fondo para simular que estaba atento a la sesión del Senado cuando en realidad estaba haciendo vaya saber uno qué.
La solución no es que vuelvan las sesiones presenciales, porque no es culpa de una cámara o una conexión. Tampoco lo es la antipolítica: el sistema democrático necesita de los que gobiernen a nombre del pueblo. Es cuestión de que ellos no revienten la poca confianza que hoy le tienen a la política. Tan solo tenemos que exigir representantes a la altura de lo que precisa el pueblo.
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