Bares ocultos de Buenos Aires: sorpresas y un viaje a más de 90 años atrás
El nacimiento de la coctelería se remota a 1920 cuando, en Estados Unidos, entra en vigencia la llamada "Ley Seca".
La coctelería nace en los años '20 entre Chicago y Nueva York en Estados Unidos. No es casual que los dos estados con mayor presencia de gansters sean la cuna de lo que se ha convertido en un arte gastronómico y que ha ido evolucionando en sus más de 90 años de vida.
Como bien dijimos, corría el año 1920 y la llamada Ley Seca había sido sancionada por un grupo de ciudadanos "anti-alcohol" y esto provocó un auge considerable del crimen organizado, uno de los más conocidos jefes en cuanto a esto fue Al Capone, jefe de la mafia que inspiró películas y series como Los intocables, por ejemplo.
Durante los 13 años que duró la Ley quedaron prohibidas la manufactura, venta, transporte, importación y exportación de licores intoxicantes para ser usados como bebida en los Estados Unidos y en todo territorio sometido a su jurisdicción. Fue por ello que se comenzó a fabricar estos licores "intoxicantes" en cocinas clandestinas y con nulas normas de control de calidad lo que provocaba que el producto saliera con un mal sabor. La bebida que más se fabricaba era el whisky que para disimular el mal gusto, comenzó a ser mezclado con bebidas analcohólicas. Con este método también se podía transportar la mercancía sin levantar sospechas frente a los controles policiales.
Así, en el anonimato, se gestaron bares ocultos, llamados "speakeasy", o clandestinos. A ellos se ingresaba con algún tipo de contraseña o estaban "camuflados" con otra fachada, algunos lucían como cafeterías donde los licores y aguardientes se servían en pocillos que combinados con la baja exigencia del control policial engañaban a los efectivos.
En Buenos Aires, existen bares ocultos que homenajean a esos años en los que la Ley Seca hacía estragos. Ir caminando por una calle de Palermo, abrir una puerta al azar que aparenta ser de una casa y de golpe, ¡encontrarse en un bar! Ruidos de copas, el murmullo de los clientes, gritos festivos en las barras, el tañido de una campana que avisa que alguien depositó una propina en el recipiente indicado. Todo un mundo nuevo que nace al abrir esa puerta al azar. Lejos parece quedar lo abúlico de la ciudad.
En Thames 878, se encuentra justamente "878". El establecimiento, armado coquetamente en una antigua casona de Palermo no da pistas de que cruzando la gran puerta un cóctel con base de ginger ale y whisky nos esté esperando en una carta variada y bastante exigente. Un buen sitio al cual recurrir para bajar la tensión luego de la oficina.
Franks. Cito en Arévalo 1445, es un bar speakeasy, que incluye un dato muy particular: se ingresa con una contraseña que se informa a través de las redes sociales. Sin esa contraseña es imposible el ingreso. La carta está compuesta por cócteles clásicos pero que bebidos en esa escenografía que nos remonta a los años 30 se disfrutan de otra manera.
Florería Atlántico, ubicada en pleno Retiro escondida en la calle Arroyo, detrás de una florería en la que además de flores se venden discos en vinilo y aquí el mágico dato: detrás de una puerta que simular ser una cámara frigorífica hay una escalera que bajándola, conduce a uno de los bares más encantadores de la ciudad. Con una carta separada por países hay coctelería inspirada en Francia, España, Italia e Inglaterra. Licores tradicionales de los sitios nombrados y hasta alguna fusión con elementos de la pastelería autóctona, componen los tragos con una elaboración que resulta muy particular.
Los platos son gourmet y están basados principalmente en pescados que son cocidos en el momento y a la vista de los comensales.
El precio es más elevado que el promedio de los bares, pero una visita a la Florería, es sin dudas una experiencia gastronómica inigualable.