Bajo el volcán
*Por Jorge Gadano. Antes de escribir, acerca de mi principal preocupación de estos días, quiero dedicar unas palabras al título de esta nota, sólo para reconocer que su propiedad intelectual es de Malcolm Lowry y corresponde a una novela de la que es autor.
Lowry, británico de nacimiento, fue un alcohólico incurable y escribió esa novela, tenida como una de las mejores del siglo XX, en México. El relato está ubicado en ese país, en los años de la nacionalización del petróleo (1938-39) durante la presidencia de Lázaro Cárdenas.
Valiéndose de las omnímodas facultades que otorga al presidente de la república mexicana el artículo 33 de la Constitución, Cárdenas expulsó del país al escandaloso borracho en 1939. Cometió así un flagrante acto discriminatorio, inaplicable a los mexicanos, no sólo porque la norma vale únicamente para los extranjeros sino también porque si se aplicara a los mexicanos el efecto sería incalculable.
De la novela –que no leí– dijo Lowry que era una comedia sobre la vida y la presencia continua de la muerte. ¿Por qué ese título? Me parece a mí que la búsqueda del título lo encontró envuelto en una nube alcohólica, propicia para imaginarse la vida sometida a un volcán que escupe sobre nosotros el fuego del infierno.
O, si no el fuego, las cenizas. El material, depositado sobre estas planicies norpatagónicas antes de que lleguen los chinos a sembrar soja, viene siendo prolijamente analizado por los expertos. Un informe parcialmente publicado en este diario anteayer, que leí completo, dice en una parte y en tipografía destacada que la caída de material piroplástico (cenizas) es "el peligro directo de mayor alcance" derivado de una erupción volcánica.
Si bien el "paper" aclara a renglón seguido que el fenómeno puede ser beneficioso pasados unos miles de años (algo que no le importa a nadie), lo primero en que uno puede pensar después de leer eso e inspirado por el pavor, es en la huida. No sirve de mucho que nos enteren de que algo parecido sucedió dentro de los últimos diez mil años, como no sea el saber que bastante antes de los tiempos en que se ha situado la Creación divina, había vida, volcánica al menos, por aquí.
Sirve, en cambio, a la predicación pastoral de los grupos evangélicos que, como las cenizas, se esparcieron sobre estas tierras en abierta competencia con los salesianos (al extremo de que uno de ellos forma parte del gobierno municipal, en lo que concierne a las almas). Se podría sostener que el Puyehue es el agente de algún dios que castiga a los pecadores inmigrantes llegados del este e instalados en las tierras ganadas a los aborígenes por la arrasadora Conquista del Desierto. ¿No ha advertido nadie, todavía, que tanto los mapuches como las cenizas vienen del otro lado de la cordillera? Justamente allí, en ese otro lado, los hoteles de turismo funcionan "con total normalidad", según una publicación en internet que trasunta cierto tono triunfal.
El informe termina con un capítulo de "conclusiones y recomendaciones". La conclusión número diez aporta algún alivio cuando dice que "la ceniza volcánica no es tóxica en su composición". Pero –y sí, siempre hay un pero– "sin embargo contiene atrapados en forma de microburbujas gases como el Flúor, Azufre y el Cloro (las iniciales mayúsculas son de los autores), que aun en pequeñas concentraciones reaccionan formando ácido clorhídrico, sulfhídrico y fluorhídrico". Como se ve, una gran variedad de gases, bien que con nombres que generan cierto temor.
Por eso, "hay que preservar las fuentes de agua potable del contacto con las cenizas". Bien. En la ciudad de Neuquén, donde resido, esas fuentes son el lago Mari Menuco y los ríos Limay y Neuquén. Como no alcanzaba a imaginar cómo se puede evitar ese contacto, de nuevo pensé en iniciar un viaje hacia el Este, diría que un retorno hacia las tierras sin volcanes de donde vinieron mis abuelos. Por fortuna, llegaron antes las palabras del presidente del Ente Provincial de Agua y Saneamiento, Nelson Damiani. Dijo: "Todos los estudios de calidad que estamos haciendo diariamente indican que el agua, tanto en las redes como en los ríos, es perfectamente apta para el consumo humano". Eso da confianza. Y daría mucho más si él, junto con el gobernador Sapag y todo su gabinete, aparecieran en los medios brindando por el triunfo electoral con agua de la canilla.