Ayer y hoy del Carnaval
*Por Osvaldo Pepe. Estamos transitando el primero de los ocho feriados largos previstos para este año. "Vuelve el Carnaval, vuelve la alegría" comentó Cristina Kirchner al impulsar la idea, cuatro meses después de la multitudinaria celebración del Bicentenario.
Entonces, el Gobierno vislumbró el desfile de las muchedumbres rumorosas por la 9 de Julio como un eventual e inesperado aporte político para su caudal electoral. La Presidente fue sincera al explicar que el reordenamiento de los feriados, sin embargo, tenía como objetivo brindar un fuerte estímulo a la industria del turismo (Turismo a pleno en la vuelta de los feriados de carnaval), de efecto multiplicador en actividades como el transporte, la hotelería, la gastronomía y demás áreas de servicios afines.
El Carnaval, sobre todo en el noroeste del país, mostró siempre una riqueza antropológica y folclórica con identidad propia. Pero fue en Buenos Aires donde desplegó su sentido de espectáculo masivo. Pasó por la época de los carruajes y las comparsas en las primeras décadas del siglo XX. Siguió con los corsos y las murgas, fenómeno de los 40 y los 50, expresiones barriales genuinas, independientes de cualquier abrigo político. En los 60 se refugió más en los grandes bailes de los clubes, aunque ya sin sello tanguero de los "8 grandes bailes 8" de antaño.
Eran tiempos de una alegría colectiva en expansión, aún con el sello de una sociedad de fuerte movilidad social ascendente. Hasta que la dictadura de Videla condenó al Carnaval a muerte con el decreto 21.329/76, so pretexto de incrementar la productividad. Bienvenido, pues, su regreso como feriado. Pero su vuelta será parcial y fragmentada si no se comprende que la alegría no resurge ni por decreto ni por ley, sino con una sociedad que sienta que el trabajo, la seguridad y la idea del progreso no son sólo recuerdos lejanos de aquellos intensos Carnavales.