Autores y coautores de una obra de terror
Por Christian Castillo. Las próximas elecciones del 27 de octubre se darán en un escenario diferente del de las PASO del 11 de agosto.
Las próximas elecciones del 27 de octubre se darán en un escenario diferente del de las PASO del 11 de agosto. En primer lugar ha quedado claro que la crisis que estamos atravesando es muy profunda, más allá de las medidas que tome el gobierno para contenerla hasta diciembre. Es una nueva crisis de deuda, como fue la que dejó la dictadura y terminó estallando con la hiperinflación de 1989 y 1990 o la que dejó el ciclo menemista de la “convertibilidad” y las privatizaciones generalizadas y culminó en la quiebra económica y social de diciembre de 2001. Más allá de la elección de octubre, lo que se está jugando es quien va a pagar los costos de un endeudamiento ilegal, fraudulento (entre otras cuestiones el acuerdo con el FMI no pasó por el Congreso) e impagable. Son USD 44.000 millones que hay que pagar en promedio entre 2020 y 2023, cuando no existe superávit fiscal y el comercial, en un año extraordinario (por la combinación de baja de importaciones por la recesión con cosecha récord), puede llegar a lo sumo a unos USD 14.000 millones. Todas las “salidas” con las que se viene especulando, “a la portuguesa”, “a la uruguaya”, significaron grandes ajustes contra el pueblo trabajador. En Uruguay en el 2003 fue una devaluación del 100% y una rebaja salarial nominal del 10% de los ingresos para el conjunto de los trabajadores, tanto del sector público como del sector privado. Pero, más allá de la opción que tome el próximo gobierno, decir que se puede cumplir con los acreedores y dar satisfacción a las demandas populares, como viene haciendo Alberto Fernández, no es más que un artilugio de campaña. Lo que tenemos por delante es determinar quién va a pagar los costos de la crisis, si el pueblo trabajador como ha ocurrido con las crisis anteriores, o los capitalistas, como planteamos desde el Frente de Izquierda.
La segunda diferencia con las PASO es que por el resultado de agosto la elección de octubre está definida en lo que hace a los dos cargos ejecutivos principales en disputa, el de Presidente de la Nación y el de Gobernador de la Provincia de Buenos Aires. Macri y Vidal ya fueron, pero el FMI, la deuda y la crisis se quedan. Ambos aspectos hacen que en octubre lo que se está definiendo es el diseño del pos macrismo y permiten mostrar más claramente la paradoja que dejó la votación de las PASO. Un repudio generalizado a Macri, Vidal y su política de ajuste y sometimiento al FMI pero canalizado en forma mayoritaria por una fuerza política que cuenta entre sus integrantes a muchos de quienes fueron co autores de la obra de terror de estos casi cuatro años: ¿o no fueron el bloque de los senadores que responden a los gobernadores del PJ, liderados por Pichetto hasta ayer nomás, y los diputados del Frente Renovador y el “PJ Federal” los que le votaron todas las leyes a un macrismo que siempre tuvo minoría parlamentaria? Lo mismo ocurrió en la legislatura bonaerense, donde los legisladores que responden a Sergio Massa prácticamente cogobernaron con María Eugenia Vidal, al punto de turnarse con Cambiemos en la presidencia de la Cámara de Diputados de la provincia. A ellos hay que agregar el rol de la burocracia sindical que, como acaba de reconocer el propio Antonio Caló de la UOM, le garantizó la gobernabilidad al macrismo. Hoy, mientras con la devaluación se pulverizan salarios y jubilaciones, y mientras Macri mediante un DNU rebaja el monto de las indemnizaciones por accidentes de trabajo, la CGT está protagonizando una más de sus borradas históricas.
La paradoja de la que hablamos se ha expresado al rojo vivo con los hechos de Chubut, donde es un gobernador aliado de Massa y Alberto Fernández como Arcioni quien viene enfrentando a los docentes y estatales que no cobran sus salarios. No solo esto, sino que propuso incrementar por cinco su ingreso mensual y envió una patota de la burocracia petrolera a reprimir a los docentes. Y llegó al colmo de utilizar un jet privado para asistir a un acto del Frente de Todos junto a Alberto Fernández por la campaña a la gobernación provincial en Mendoza. Así, el ex Jefe de Gabinete de Néstor Kirchner, pasó del silencio cómplice al aval explícito al gobernador de la provincia patagónica, a pesar de dos paros docentes nacionales en apoyo a quienes están luchando. A la vez sus dirigentes más cercanos, como Felipe Solá, aseguran que avalan una reforma laboral “a la Vaca Muerta”, es decir, mediante la modificación regresiva de los convenios colectivos de trabajo. Cuando los que se mencionan como miembros del futuro staff económico hablan de lo piensan hacer, mencionan el fracking en Vaca Muerta, la minería contaminante a cielo abierto, el desarrollo del agronegocios… Una agenda con muchos puntos en común con la que planteó el macrismo, aunque combinada con los planteos de protección a la industria local.
Todo esto plantea a los sectores progresistas y de izquierda que votaron la fórmula Fernández-Fernández como repudio a Macri una importante reflexión: si con su voto van a volver a apoyar a una opción integrada en gran medida por quienes fueron co autores de lo hecho por el macrismo o esta vez van a aportar para “marcarle la cancha” a las patronales, al FMI y al nuevo gobierno votando a la izquierda. Aunque aún no hay condiciones para que la izquierda agrupada en el FIT Unidad sea mayoritaria, sí puede obtener en octubre una mejora importante respecto de la votación lograda en las PASO del 11 de agosto. Esto sería un claro mensaje para quienes, aunque cambie el gobierno, y más allá de los matices, quieren continuar con las mismas políticas antipopulares, como los grandes empresarios que acompañaron todas las políticas antiobreras de Cambiemos y ahora están buscando que sea Alberto Fernández quien de una u otra forma las continúe. La izquierda es garantía en defensa de los intereses de lxs trabajadorxs, de las demandas del movimiento de mujeres, de la juventud, del medio ambiente contra la depredación capitalista. Para que esta crisis no vuelva a ser pagada por el pueblo trabajador no hay otro camino que la organización y la movilización. A esto puede aportar una izquierda más fuerte en el país, la provincia y el congreso. Una izquierda que, entre otros puntos, reclama un aumento de emergencia para salarios y jubilaciones para recuperar lo perdido en estos años y la actualización mensual de los ingresos de los trabajadores activos y pasivos, y de los planes sociales, de acuerdo con la inflación; anular las tarifas y que las empresas de servicios públicos sean públicas, bajo gestión de trabajadores y usuarios; un sistema bancario 100% público para frenar la timba financiera y la fuga de capitales; o que el petróleo y el gas dejen de estar manejados por las multinacionales. Una perspectiva que apunta a una cambio de fondo, que gobiernen las y los trabajadores para terminar con este sistema de explotación y opresión.
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