Autocrítica explícita
*Por Carlos Pagni. Cristina Kirchner resolvió racionalizar Aerolíneas Argentinas. La decisión no podría ser más correcta. Desde julio de 2008, cuando pasó a manos del Estado, Aerolíneas recibió subsidios por 2200 millones de dólares.
El presupuesto nacional del año próximo prevé asignarle 620 millones de dólares más, es decir, un promedio de 50 millones por mes. Es una ayuda solidaria de los contribuyentes a los pasajeros de la compañía, sobre todo a los que hacen largas travesías. Aun con ese auxilio, la empresa no ha salido de su crisis crónica. Al contrario, la ha agudizado.
La promesa formulada ayer por Julio De Vido y Mariano Recalde significa, en una de sus dimensiones, una autocrítica que el ministro hizo explícita: "Los resultados no son los óptimos", dijo. El giro es más pronunciado porque Aerolíneas ha sido el banco de pruebas político-administrativo de los jóvenes talibanes que rodean a la Presidenta y a su hijo, agrupados en La Cámpora. Sólo por esa identificación Recalde permanece en el cargo.
La nueva orientación sorprende por varios motivos. El primero es la demora. El Estado se hizo cargo de Aerolíneas hace tres años y medio, es decir, en julio de 2008. Para esa época la situación ya era escandalosa. Entre su privatización, en 1991, hasta diciembre próximo, la empresa se habrá tragado alrededor de US$ 7000 millones. Casi un millón de dólares por día.
La secuencia demuestra que la discusión sobre la propiedad estatal o privada de la compañía es accesoria respecto del debate sobre la racionalidad con que se la conduce. Es cierto, sin embargo, que las gestiones de Julio Alak y de Recalde empeoraron las cosas: ahora la ineficiencia cuesta dos millones de dólares diarios. Es un misterio por qué Cristina Kirchner se ufanó durante el discurso de apertura de sesiones del Congreso, el 1º de marzo pasado, de haber incrementado la planta de personal en 1000 agentes.
El otro motivo de asombro del giro de ayer es que recorrió 180 grados. Cuando se hablaba de que entre los directores de Aerolíneas habría marxistas, se suponía que era por Carlos, no por Groucho, creador del chiste "sepa que tengo mis principios y que, si no le gustan, tengo otros".
Para justificar el déficit, Recalde solía escudarse en que Aerolíneas llega a destinos poco rentables a los que las demás compañías se resisten. Sin embargo, ayer aseguró que iniciaría el recorte por los vuelos a Estados Unidos, Europa y Australia. Lo bien que hará. El 65% de los $ 2800 millones de pérdida anual corresponde a rutas internacionales, y al 24% de los pasajeros. Otro subsidio aberrante: el Estado abarata los tickets de quienes realizan viajes internacionales haciéndose cargo del 103% de su tarifa. La coartada de que el descalabro se justifica en el objetivo de conectar a todo el país se derrumbó ayer.
No es la única flexibilidad que se permite el kirchnerismo. Los compañeros trabajadores que, hace tres años, ayudarían a manejar la empresa, ahora son una aristocracia sindical. Y la "línea de bandera" que, para orgullo nacional, cruzaba los cielos del mundo por momentos sólo sirve para trasladar a compradores compulsivos de chucherías extranjeras que, como es obvio, además se llevan dólares. Ya lo dijo Octavio Paz: quien quiera hacer una revolución, que cambie el lenguaje.
Hay un vicio sobresaliente en Aerolíneas: desde que fue transferida al sector público no ha presentado balances. Es decir, no está sometida a ningún escrutinio externo. Esta carencia alimenta algunas incógnitas. Por ejemplo, de qué monto son los sueldos que se asignaron los directores y gerentes. La ventilación de esa cifra es la espada de Damocles que el técnico aeronáutico Ricardo Cirielli colgó sobre la cabeza de Recalde.
La nueva etapa que se anuncia sería la de otra relación con los gremios. Es una determinación crucial. La principal dificultad que enfrenta la estatización de la empresa es que el Estado es incapaz de sostener la operación. Cristina Kirchner reforzó ese déficit. En vez de confiar Aerolíneas a un cuerpo idóneo, con autonomía profesional respecto de los sindicatos, se la entregó a militantes amigos de su hijo Máximo, quien monitorea las decisiones de Recalde a través de Eduardo Wado De Pedro, su superior en La Cámpora.
A su vez, el control de calidad de la gestión de esa agrupación, que en los hechos está en manos del gremialismo, corresponde a la Administración Nacional de la Aviación Civil. Al frente de ese órgano hay otro militante de La Cámpora. Es Alejandro Granados, cuyo antecedente más notorio en materia aeronáutica es haberse criado viendo pasar los aviones sobre el techo de su casa. Es el hijo del intendente de Ezeiza.
Esta falta de antecedentes profundizó un mal antiguo. Los apóstoles aeronáuticos de la Presidenta ya deberían saber que su poder sobre la empresa es tan ficticio como el que ejercían sus antecesores madrileños. Privada o pública, Aerolíneas siempre fue un feudo de los gremios. Basta observar que de la calidad de las revisiones técnicas habla Cirielli, y el ordenamiento de los pilotos está, según explicó el propio Recalde en 6,7,8 , en manos de Jorge Pérez Tamayo. Recalde prometió ayer asumir para sí esas atribuciones.
El astuto De Vido dejó que fuera el titular de la compañía quien mostrara el rebenque a sus amigos, los sindicalistas. Recalde anunció que se reinterpretarán normas con las que Néstor Kirchner, durante la gestión de Cirielli como subsecretario de Transporte Aéreo, benefició a los trabajadores. Entre ellas, que los pilotos cobren las horas de trabajo diurno igual que las nocturnas.
Es evidente que Cristina Kirchner ha resuelto, en un 2012 que va a ser tenso para las relaciones laborales, tomar al sector aeronáutico como la mesa de arena de su vínculo sindical. Algunos observadores aventuraban anoche que la presentación de ayer se reduce a una venganza contra gremialistas. Los de Aerolíneas, con Pérez Tamayo a la cabeza, estuvieron entre los mayores beneficiarios de la administración que se inició en 2003. El de la Casa Rosada con esas organizaciones no es un conflicto. Es un divorcio. Sin embargo, De Vido y Recalde especificaron con fechas algunas determinaciones que hablan de un ajuste más severo. El reordenamiento de la flota, por ejemplo.
Como en el caso de los cargos tarifarios, el pregón de ayer ataca un problema fiscal pero no dice nada sobre la política aerocomercial. Una de las formas de subsidiar a Aerolíneas que, al parecer, seguirá vigente es la regulación de tarifas caras para todo el sector. Sólo así una compañía deficitaria puede enfrentar la competencia. El costo lo pagan los consumidores menos acomodados: el único país en el que la cantidad de pasajeros domésticos ha disminuido en los últimos 10 años es la Argentina.
Faltan muchas decisiones para que el giro copernicano de ayer sea creíble. Pero esa rotación es, en sí misma, una noticia que debe ser examinada. Habla de que el discurso oficial tiene mucho de cinismo. Pero podría estar anticipando que Cristina Kirchner está dispuesta a dar una vuelta de campana en otras políticas que han llegado al límite de la inconsistencia. ¿Habrá comenzado en Aerolíneas? Ojalá le salga.