Auspicioso mensaje de la Presidente en el que llamó a la unidad nacional
El último domingo, Cristina Fernández de Kirchner se convirtió en el presidente con mayor caudal electoral desde 1983, cuando la Argentina recuperó la democracia. Ese resultado contundente, del 53,93%, es mucho más que un número.
Es el respaldo de más de 11 millones de personas reales, que optaron por su continuidad. Y es, sobre todo, la posibilidad de acrecentar considerablemente el poder del oficialismo, con influencia sobre casi todas las gobernaciones del país y el manejo de la mayoría en las dos cámaras del Congreso nacional.
Uno de los interrogantes centrales de cara al segundo mandato de la Presidenta es cómo usará semejante cuota de poder. Sus primeras expresiones luego de confirmarse la victoria que habían anunciado las encuestas, fueron en cierta forma alentadoras. Lejos de mostrarse desafiante, la Jefa de Estado efectuó un llamado a la unidad nacional e incluso pidió la colaboración del resto de los partidos políticos. Emocionada, con el recuerdo siempre vívido de su fallecido esposo, entregó un discurso bastante ecuménico, integrador.
"Seamos generosos. En la victoria siempre hay que ser más grande aún y más generosos y más comprensivos y más agradecidos", dijo la Jefa de Estado en su primer mensaje tras la elección del domingo. También habló de "evitar enfrentamientos inútiles".
Munida de la alta legitimidad que le dio el resultado electoral, sería altamente esperanzador que la jefa de Estado lleve a la práctica esa idea de concordia, de país sin confrontaciones permanentes, que planteó hace pocas horas. Y que, en rigor, no es una veta nueva de su discurso. Durante la campaña electoral también exploró la moderación discursiva, el llamado al trabajo en conjunto, la idea del diálogo.
Es un perfil distinto de la primera versión de la Presidenta, la que asumió en 2007 con modos más combativos, de choque. Quien tuvo, quizás, su pico de mayor confrontación verbal en aquella pelea con el sector rural por el proyecto de las retenciones móviles. Una bisagra en ese estilo duro pudo haber sido el fallecimiento de Néstor Kirchner, del que dentro de pocos días se cumple un año.
Es de esperar, entonces, que la Presidenta se vuelque a la moderación y al diálogo en el segundo mandato, que formalmente se iniciará en diciembre y en el que tendrá que lidiar con cuestiones urgentes. En especial vinculadas a la economía, como la evolución del dólar, la suba de precios, la permanencia o no de los altos subsidios que paga el Estado y la imparable fuga de capitales. Ya no estará la urgencia electoral para regir las decisiones que se tomen en esa área. El contexto internacional, que fue altamente favorable durante los primeros ocho años de kirchnerismo, tampoco será el mismo.
Desde su fortaleza política, que para muchos puede incitar a la tentación del desborde, es un momento ideal para que Cristina Fernández avance en la tanta veces prometida mejora de la calidad institucional. Dialogando, escuchando, compartiendo. Siendo generosa si es necesario, como aseguró el último domingo electoral.