Auspiciosa ubicación de nuestro país en el ranking sobre donación de órganos
La ubicación de la Argentina en el primer lugar de América latina, en un ranking sobre donación de órganos, al haber alcanzado una tasa de 14,5 donantes por millón de habitantes, constituye una nota auspiciosa y marca no sólo un mayor grado de conciencia existente en la población sino una corroboración de la mejor formación en los equipos médicos, así como de la efectividad de las campañas puestas en práctica en distintos centros de salud.
Tal como se acaba de informar en un medio metropolitano, la tasa de 14,5 donantes por millón de habitantes supera en dos puntos la que se alcanzaba en nuestro país el año pasado y coloca a nuestro país por encima de Uruguay (14,4), seguido por Colombia (12,3), Brasil y Cuba con 9,9, y Chile con 5,4.
Cabe señalar que las cantidades de donación y trasplante figuran en el Newsletter Transplant 2011, que publica el Consejo de Europa. En el orden mundial, sobresale Estados Unidos, que supera la tasa de 25 donantes por cada millón de habitante, aún cuando el ranking lo lidera España, con 32 donantes por millón, mientras que Gran Bretaña exhibe una tasa de 16,4, apenas encima de la de nuestro país.
Según apreciaron directivos del Incucai, la tasa de donantes en la Argentina comenzó a subir desde que comenzó a aplicarse el denominado programa federal de procuración de órganos que, entre otras novedades, creó la figura del coordinador hospitalario de trasplantes en los hospitales y un programa de generación de donantes.
Se conoce, por caso, que según datos oficiales, la donación de órganos en la Provincia creció un 37 por ciento en lo que va de 2011 con respecto a igual período del año anterior. Meses atrás el titular del área de Salud provincial destacó que lo que se busca es capacitar a los directores de hospitales en la gestión de la procuración de órganos con la meta, de que todo el equipo de salud incorpore la donación como una práctica habitual en el hospital, permitiéndose de ese modo la salvación de vidas y el mejoramiento de las condiciones de salud de personas afectadas por enfermedades graves, tales como insuficiencia renal, cirrosis, hepatitis y ceguera, entre muchas otras.
También resulta evidente que la sanción en 2006 de la ley nacional del donante presunto, según la cual todo ciudadano mayor de 18 años se considera donante a menos que declare su intención de no serlo, significó un adelanto trascendente, más allá de que la misma ley determina que los familiares serán consultados y deberán dar testimonio sobre la última voluntad de la persona fallecida. Esta suerte de condicionamiento del mandato legal no impidió que, a poco de regir la ley, se hubiera experimentado un ostensible crecimiento en la disponibilidad de órganos y, subsiguientemente, de los trasplantes realizados.
La experiencia argentina, exitosa en los últimos años y, además, reveladora del alto espíritu solidario de sus habitantes, obliga a no dejarse estar y a profundizar por este camino. Es evidente que el mayor déficit persiste en la falta de suficientes campañas encaminadas a exhibir los enormes beneficios sociales que apareja la donación de órganos. El Estado debiera redoblar esfuerzos en este sentido.