¿Audaces se elevan en vuelo triunfal?
Sólo dos actos hacen falta para admirar la belleza de Buenos Aires: desacelerar el paso y mirar para arriba. Suficiente no sólo para cuidarse de alguna desagradable experiencia con una paloma (aunque dicen que trae suerte) sino para descubrir cinco águilas rematando edificios históricos. Pero no todos estos señores del aire están a salvo por estos días.
Escuchamos hablar mucho de halcones y palomas en este año de elecciones pero pocos son quienes registraron otras aves coronando edificios de Buenos Aires. En este caso, haremos referencia a águilas imponentes que se recortan sobre el cielo de los barrios porteños.
Estos emblemas de los dioses fueron muy usados en ornamentación edilicia. Pero más allá de la pericia para la caza de estas aves, en Córdoba y Dorrego, Palermo, hay una que, lamentablemente, tiene los días contados.
Está posada en lo mas alto de "Villa Virginillo", un edificio centenario que está tapiado y que pronto será demolido para hacer una torre con viviendas y locales comerciales. Parece no haber ecologistas para estas aves y la súplica de los vecinos comprometidos con la causa no parece ser demasiado atendida.
A propósito, la Asociación Basta de Demoler puso el foco en Villa Virginillo y se movilizará a la Legislatura porteña el 30 de octubre a las 16.00 junto a otras organizaciones vecinales.
La asociación dedicada a la conservación del patrimonio arquitectónico, urbano y ambiental resalta en un comunicado que “en este inmueble se filmó buena parte de la película 'Sólo por hoy' (2001) dirigida por Ariel Rotter y musicalizada por un disco inédito de Gustavo Cerati”.
“El disco se grabó exclusivamente para el filme que transcurre dentro de Villa Virginillo. Algunas escenas muestran la esquina de Córdoba y Dorrego como telón de fondo, imagen que fue elegida para el afiche de la película”, agrega.
En Perón y Larrea, Balvanera, hay otro águila interesante. Está sobre el Palacio Rossini, antiguo Edificio de la Societa Italia Unita donde hoy funciona un restaurante tanguero. El edificio fue pintado de color negro y dorado (sobre gustos no hay nada escrito). Los fierreros dirían que está re “tuneado” el pobre bicho, pero a estas alturas, podemos rescatar que al menos sobrevive.
En Gurruchaga y Loyola, Villa Crespo, como vigilando a la gente que busca ropa de outlet, hay otro ejemplar de este ave que fue insignia del poder imperial.
En Avenida de Mayo entre Bolívar y Perú, Monserrat, hay un águila que simboliza “al periodismo que todo lo ve” sobre el primer edificio inteligente que tuvo la República y que fuera sede del Diario La Prensa.
Pero quizás el mas famoso y fotografiado de todos está en Herrera, entre Brandsen y Suárez. Allí arranca otra historia de un inmigrante que se hizo la América, en este caso, a puro chocolate. La fábrica ya no está, pero aún queda en Barracas ese águila de cemento que es testigo y prueba de un tiempo de progreso que el viento se llevó.
No son los únicos ejemplares y en absoluto son un invento argentino. En Nueva York, en el piso 61 del edificio Chrysler se pueden ver gárgolas con forma de cabezas de águila en acero inoxidable y estilo art decó para replicar el distintivo que los coches de la marca llevaban sobre el capot.
Paradójicamente, en nuestro país, algunas de estas aves que simbolizan la fuerza podrían estar en peligro de extinción frente a los avances de una incontrolable ola de demoliciones de edificios de gran valor patrimonial.
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