Arte urbano para prevenir la violencia
* Por Martín Appiolaza y Alejandro Fernández. Los jóvenes están en la mira cuando se habla de violencia y por eso se busca controlarlos. También se silencian expresiones culturales que forman ciudadanos, como el hip hop.
Hay grupos de niños, niñas y jóvenes con aspectos, gustos y códigos comunes. Sobresalen sobre la media de la rutina diaria: los hubo petiteros y tangueros, los hay hip hoperos y rolingas.
Son las culturas urbanas, comunidades emocionales y de agregación. Son respuestas al modo de construcción de ciudadanía en la sociedad post industrial, que integra a partir de las expectativas de consumo pero excluye ante la evidencia que no todos pueden comprar lo que se les invita a desear.
Es la sociedad bulímica que devora culturalmente pero vomita desde lo económico. La tensión entre deseos y medios disponibles para satisfacerlas (como la educación y el trabajo) genera conductas que pueden ser consideradas transgresoras; tomar atajos que a veces llevan a lo delictivo.
Las culturas urbanas pueden ayudar a satisfacer los deseos de reconocimientos y respeto evitando lo ilícito, aunque a veces son perseguidas y consideradas criminales. Pueden ser una respuesta que facilite la cohesión frente a la bulimia social, creando subjetividades, articulando grupos juveniles capaces de gestionar conflictos y conquistar sus propios derechos. Éste es su gran valor.
Los jóvenes animan las culturas urbanas. La juventud no existe desde siempre ni siempre ha sido igual: es una construcción social que va tomando forma en las disputas entre jóvenes y adultos. Es decir, la juventud no es una creación divina sino el producto de tensiones y luchas por derechos entre grupos sociales diversos. Algunos grupos y culturas urbanas están cargados con estos conflictos que incluso movilizaron a algunos de nuestros próceres y ayudan a los jóvenes a sobreponerse a un orden de lo social en el que generalmente quedan postergados.
El arte del cambio
El hip hop es un movimiento cultural urbano surgido en los entornos segregados de Nueva York en los años '70, que expulsaba hacia la marginalidad geográfica y económica a las comunidades migrantes más pobres y a distintos grupos raciales. Nació en el Bronx cuando ya habían sido asesinados los referentes del movimiento por los derechos de los negros como Martin Luther King y Malcolm X, en medio de una fuerte política gubernamental de control racial y social implementada en nombre de la "seguridad".
Como cuenta Afrika Baambaata, el padrino del hip hop, el movimiento surgió en el contexto de encierro en los guetos con alto nivel de violencia entre los grupos juveniles. Aprendieron de los movimientos por los derechos civiles. Así, se transformó en una herramienta que les permitió resolver las peleas y conflictos sin violencia, reafirmar las identidades y tomar conciencia sobre los problemas de las comunidades. Los jóvenes empujaron los cambios valiéndose del movimiento cultural.
Muchos de los principios que rigen la cultura del hip hop están en la llamada "declaración de paz". Sostiene que: el hip hop representa la conciencia independiente, respeta la vida y se opone a la discriminación de cualquier tipo, respeta las leyes y culturas, apuesta por el auto reconocimiento y la autoestima. Los hip hoperos deben compartir recursos entre ellos. La esencia de la cultura va más allá del entretenimiento, por eso se declara en contra de formas de delitos, violencias y guerras.
El hip hop, como género cultural, está compuesto por cuatro elementos: el break-dance que es el baile; el rap como expresión poética musical; el DJ que genera ritmos y melodías fragmentando y combinando grabaciones musicales y el graffiti, que es la expresión pictórica.
El relato oficial en voz de Baambaata cuenta que los elementos fueron evolucionando en las calles de los barrios bajos, en las fiestas improvisadas en tiempos en que las comunidades estaban sitiadas por las políticas segregacionistas similares a las que se producen en muchas de nuestras ciudades.
Culturas urbanas para prevenir la violencia
El hip hop se ha extendido por el mundo y se ha diversificado: se combinó con otros géneros, se convirtió en negocio discográfico, en movimiento social, en motivo de persecuciones, en símbolo de juventudes, en fenómeno contracultural y a veces en producto de diseño para el mercado que demanda violencia estereotipada. Tiene un aspecto que es muy importante para entender por qué puede contribuir a prevenir la violencia y el delito: el hip hop apuesta a la conciencia social.
Conocer la propia cultura y la situación social en el barrio o la comunidad es un valor importante en la tradición de este movimiento cultural. Pero, además, permite expresarse a través del arte a cualquiera ya que no se necesita más que talento y esfuerzo. Tiene compromiso con el cambio: los niños, niñas y jóvenes artistas demuestran capacidad para organizar eventos, proyectos y se movilizan por causas que van más allá de la diversión.
Resumiendo: el arte urbano permite expresarse al que quiere. Los jóvenes artistas son recompensados en su grupo con reconocimiento y respeto. Se van construyendo como ciudadanos aprendiendo y asumiendo compromisos por solucionar los problemas de sus comunidades y propios; entienden que todo logro es a partir del esfuerzo individual pero en cooperación con otros. Lo pueden decir quienes trabajan con comunidades vulnerables: estos aportes compensan necesidades frecuentes entre los más afectados por la violencia.
El potencial incluyente de la cultura y sus posibilidades para resolver conflictos es una herramienta de transformación en aquellas comunidades más afectadas por la violencia, expresadas a través de las privaciones económicas, la segregación y la violencia institucional. Existen muchas iniciativas que desde el hip hop trabajan para el cambio de esas condiciones de exclusión violenta, apostando a construir una juventud protagonista. Proyectos como el de Fundación Ayara en Bogotá; Afroreggae en Río de Janeiro, Manifesto en Canadá, son buenos ejemplos.
Una historia local
La conversación en un seminario sobre prevención de la violencia juvenil llegó al café de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNCuyo originando un documental. "Hip Hop: el 5to elemento" buscó dar visibilidad a los jóvenes artistas urbanos de Mendoza que se desarrollan en barrios pobres, que no son reconocidos adecuadamente por sus talentos y sus obras. El proceso de producción del documental movilizó el compromiso de muchos artistas callejeros y llevó a crear la Cooperativa del Hip Hop: organización cultural que enseña arte y derechos humanos en sus barrios populares como herramientas de transformación social.
Arrancó con fondos de Extensión Universitaria de la UNCuyo para consolidar el grupo, sus conocimientos, organizar talleres comunitarios y hacer incidencia social intentando revertir las prácticas discriminatorias contra niños, niñas y jóvenes. Sumó alianzas con cuatro municipios del Gran Mendoza, la Dirección de Derechos Humanos de Mendoza y el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo.
El movimiento del hip hop en Mendoza tiene dos décadas de vigencia. Ha tenido momentos de alto despliegue y otros de vida latente. Los grupos o crew tienen un fuerte arraigo territorial, con discursos centrados en la denuncia de la injusticia, la representación del barrio pero con dificultades para articular proyectos comunes. Subyace en muchos la esperanza de "triunfar", de convertirse en artistas reconocidos y ganar dinero. Otros adhieren con más énfasis a los principios de la cultura y al compromiso por el cambio social.
El hip hop es una herramienta valiosa para los niños, niñas y jóvenes en la sociedad excluyente. La cultura reflexiona sobre las condiciones de exclusión, contribuye a prevenir la violencia entre los miembros, tiene capacidad de articular y movilizar por el cambio. En la tradición de políticas orientadas a las juventudes, especialmente las que se ocupan de los grupos afectados por la violencia, predomina el enfoque de control.
Es frecuente que los grupos de artistas urbanos sean considerados "sospechosos" y detenidos por las fuerzas de seguridad o expulsadas de los espacios públicos (aunque, como en cualquier grupo no es un santuario). Pero hay posibilidades de cambiar las políticas hacia la juventud. Se puede construir juventudes emancipadas considerándolas personas plenas, con derechos y comprometiéndolos como actores de la mejora de la sociedad.
Esto es posible reconociéndolos y fortaleciéndolos como individuos y como organizaciones con compromisos colectivos, contribuyendo a crear las condiciones para la real inclusión. Así estaremos ayudando a prevenir la violencia y el delito.