Armar una oposición fuerte
*Por Felix Loñ. Están estrangulando a la República. Cotidianamente, el Poder Ejecutivo produce hechos que la vejan. Los más recientes han sido, en primer lugar, la integración del Tribunal Fiscal con la designación de siete vocales sin cumplir con lo dispuesto por la ley 15.265, de creación del aludido tribunal, que impone como requisito ineludible la realización de un concurso de antecedentes de los postulantes. Tales nombramientos son insanablemente nulos.
En segundo término, se han dictado, luego de una injustificada demora, tres decretos de reglamentación de la ley 26.571 de primarias abiertas por los que, entre otros aspectos, se restringe significativamente el acceso de la oposición a los espacios televisivos, al asignar, para el horario de mayor audiencia, solamente el diez por ciento de lo destinado a ese fin durante el resto del día. Es evidente la desventaja en que se coloca a la oposición si se repara en que el Gobierno, interesado directo en el resultado de los comicios, por medio de la publicidad oficial en los medios bajo su dominio -la televisión pública- o influencia, carece de límites horarios para realizar su propaganda con fines proselitistas.
Es imprescindible frenar esta caída hacia el vacío. Con esa finalidad, los componentes del arco opositor deben deponer la rigidez y utilizar la ductilidad.
Ello no significa desconocer la importancia de las afinidades de principios y valores, sino, simplemente, aceptar que la meta principal consiste en consolidar una radiante democracia que hoy se halla sumergida en la penuria.
Las decisiones y acciones por emprender -ya con urgencia, ante la perentoriedad de los plazos electorales- deben orientarse al logro de la finalidad superior mencionada. Ello máxime si el oficialismo, al que no se debe subestimar, recurre, con absoluta inescrupulosidad, como se ha mostrado respecto de los servicios televisivos, a todos los medios a su alcance para asegurar su continuidad en el gobierno.
Es necesario comprender que si en la próxima elección no se obtiene el recambio del poder, la Nación seguirá postergando la feliz posibilidad que brindan nuestra fecunda tierra y un marco exterior muy favorable -que está siendo incomprensiblemente despilfarrado por la gestión kirchnerista- para conseguir el desarrollo humano garantizando el acceso a la educación, la salud, la alimentación y la vivienda digna.
Las posiciones extremas del blanco o negro son incompatibles con la infinita gama de grises que impregna a la existencia de los pueblos y de las personas. La vida es una inagotable fuente de complejidades y matices, cuya armonización requiere sensibilidad, ingenio y buena disposición para ensamblar las diferencias. El consenso es un sutil entramado que se plasma por medio de la seducción del diálogo. Se da algo para recibir un poco.
Es imprescindible no dejarse carcomer por la sospecha sobre las personas y construir la confianza en torno al objetivo prioritario de alcanzar el poder para, desde allí, con todos los que estén de acuerdo, liberar las iniciativas y construir la democracia venturosa del siglo XXI, sustentada en la preservación de la vida y el goce de la paz. Esto exige abandonar la intolerancia y cristalizar la unión de los esfuerzos para armar una oposición poderosa.