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Argento decime que se siente: ¿Tenemos derecho a burlarnos de todos y no nos bancamos que nos gasten?

Le estamos legando a las nuevas generaciones una intolerancia genética que en nada los favorecerá. ¿Estamos a tiempo de revertir ese futuro de nebulosa cultural?

De golpe y porrazo, pareciera que la próspera Alemania de la señora Angela Merkel hizo una regresión terrorífica a los tiempos de Hitler. Sólo porque nos ganó un partido de fútbol y se burlaron de nosotros tal como la Argentina bardeó a todos sus adversarios en un simple deporte llamado fútbol.

Lo mejor que nos estaba ocurriendo, que los niños empezaran a sentir honor por nuestra bandera y nacionalidad, lo terminamos arruinando en un abrir y cerrar de ojos.

Si dijéramos -en broma, obvio- que los Fondos Buitres le pagaron al árbitro italiano para que nos tirara al bombo, o que el terrorífico juez Thomas Griesa fue el promotor de los desmanes en el Obelisco, no faltaría quien dijera que es la verdad revelada y ya estaríamos justificando el porqué de una derrota deportiva.

"No somos tan buena gente" es un hermoso libro escrito por el psicoanalista José Abadi y el escritor y periodista Diego Mileo.  La reseña de la obra reza: "¿Es posible afirmar que nos encontramos atrapados en un comportamiento repetitivo que nos lleva de una frustración a otra?"

El concepto de frustraciones repetitivas nos lleva a una sociedad deprimida que todo lo justifica, menos su conducta evasiva de la realidad.

Los argentinos vivimos algunas semanas llevándonos al mundo por delante bajo consignas folclóricas pero en el fondo envenenadas. Y terminamos como la serpiente que se muerde la cola y sufre su propia acción kármica. "Todo lo que va, vuelve" es la ley fundamental del comportamiento humano y en la Argentina de estos días esa realidad es inocultable.

Messi era un semidios y de pronto es la reencarnación de Lucifer., sólo porque no brilló el último partido como se esperaba de él. La maravilla galáctica hoy es descubierta como un autista que debe ser urgido de terapia.

Personalmente me interesa poco las personas mayores que tienen limado el cerebro por la más terrible de las drogas, la soberbia, pedantería y arrogancia.

Lo que nos debe de importar es la semilla cultural que le estamos dejando a las nuevas generaciones.  Y no vamos por buen camino si seguimos así.

Cargamos a Brasil, a Holanda (hubo piedad con Nigeria solo porque fuimos superiores, sino ya hubiéramos discriminado por su color de piel), pero si los jugadores alemanes gozan a su manera gastándonos creemos estar frente al nuevo Reich. No son nazis y punto. ¿Seremos los argentos acaso lo que les acusamos a los alemanes?

"El conocimiento vence los terrores que provoca la ignorancia", decían los antiguos esotéricos.

Joseph Campbell finaliza su gran obra "El héroe de las mil caras (Psicoanálisis del Mito)" con una frase que si la tenemos en cuenta quizás nos sirva para re direccionar el GPS de nuestra tolerancia. Este libro no es poca cosa, fue la obra que inspiró a que George Lucas siendo muy joven ideara "La guerra de las galaxias".

Dice Campbell: "Así, cada uno de nosotros comparte la prueba suprema, lleva la Cruz del Redentor. No en los brillantes momentos de las grandes victorias de su tribu, sino en los silencios de su desesperación personal".

Se refiere a la desesperación de no encontrarle sentido a la existencia,  no a la desesperaccional irracional de no ganar un Mundial, y es extremadamente peligroso infundirles a nuestros niños los preceptos de intolerancia solo por perder un partido de fútbol.

Aún estamos a tiempo de girar 180 grados. Hagamos el cambio cultural por los pibes, por su futuro, por su bien, por el de una Nación que tiene derecho a vivir sin las ruinas morales que se ve por estos días. Los alemanes no se volvieron nazis por burlarse de nosotros.

"Los hombres son dioses muertos, de templos ya derrumbados", nos dice Atahualpa Yupanqui en su canto siempre vigente.