Argentina y el camino a Chile
Por Leo Anzalone. Las crónicas periodísticas relatan con precisión que está pasando en el orden social: represión, muerte y la peor crisis post dictadura. Pero mi intención es que analicemos lo que ocurre en términos económicos.
Las atrocidades que están ocurriendo en Chile desbordan en las noticias. Cierto es que no son situaciones muy distintas a lo que pasa en otras latitudes del mundo, pero Chile era esbozada como el oasis liberal en una América Latina que, con vaivenes, intentó transitar, no sin duros escollos, un camino hacia la igualdad.
La historia mundial nos ha demostrado en reiteradas ocasiones que cuando la política en los países de “centro” necesita alguna clase de favor de la “periferia”, favores que siempre terminan en opresiones de las más diversas, siempre hay una corriente teórica del Mainstream que se utiliza para justificar esas acciones.
Henry A. Kissinger era el secretario de estado de Nixon, cuando habló del “ejemplo contagioso” que podía ser el Chile de Salvador Allende. Además, según documentos desclasificados hace pocos años, se supo que apenas ocho días después de la elección de Allende, Kissinger comenzó a tratar el tema de Chile con la CIA y afirmó, en un encuentro con el entonces director de la dependencia, Richard Helm, que “no dejaremos que Chile se vaya por el caño”.
Ante esta situación política, la “academia” hizo su inefable aporte para que en las casas de estudios más prestigiosas del mundo se pueda elaborar una teoría económica que justifque estas barbaridades.
Eh aquí lo que hoy conocemos como monetarismo, la ola liberal elaborada por Milton Friedman y que tuvo como sus tres grandes defensores políticos a Margaret Thatcher, Ronald Reagan y Augusto Pinochet. Claro que nuestro país tuvo lo suyo, con nuestra dictadura y Martínez de Hoz, pero eso quedará para otro artículo.
Firme defensor de las desregulaciones del mercado, Friedman se empeñó en demostrar la ineficiencia de la intervención de los gobiernos en la economía. Esta oposición acérrima a la intervención del Estado, a la inversión en educación pública, seguridad social y otras cuestiones lo llevó a dar su total apoyo al gobierno de Pinochet en Chile, calificando al golpe de Estado como “no más que un bache en la ruta”, “un período de transición” para lograr un crecimiento económico sostenido. Claro que, como dice la economista chilena Carolina Villalba, la dictadura de Pinochet también trajo miles de muertes, torturas, pocos que se hicieron más ricos y muchos que se hicieron más pobres … pero eso parece ser un “detalle” en la carrera acelerada hacia el crecimiento económico y la desregulación total.
Ese fue el punto de partida para llegar al Chile de hoy, el que vemos en las noticias, el Chile que hasta hace una semana era el ejemplo para los liberales locales que ensalzaban sus discursos hablando de las inigualables bondades que se encontraban tras los Andes.
Las crónicas periodísticas relatan con precisión que está pasando en el orden social: represión, muerte y la peor crisis post dictadura. Pero mi intención es que analicemos lo que ocurre en términos económicos.
Un grupo de “especialistas” o tecnócratas, decidieron recomendarle al presidente Piñera que subiera el precio del pasaje del subte a 1,17 dólares. Un metro que es de los más caros del mundo teniendo en cuenta el ingreso medio de la población. Se calcula que si una familia de “ingresos medios” quisiera utilizar el subte para transportase, dejaría el 30% de sus ingresos, mientras que los “ricos” solo gastarían el 2%. Esto fue la gota que rebalsó el vaso, pero el vaso se venía llenando hace mucho.
Según la CEPAL, en Chile, el 1% de la población más rica se quedó con el 25% de la riqueza en el 2017, mientras que el 50% de los hogares se quedaron con el 2% de esa riqueza, alguno podría pensar que eso es una inmoralidad, pero no parece importarle a aquellos que defienden el modelo del “sálvese quien pueda, así solo quedarán los mejores”.
El salario mínimo en el país trasandino es de 423 dólares, pero solo la mitad de los trabajadores ganan más de 500 dólares. Con ese salario, los chilenos debieron, además, enfrentar un aumento del 19,7% durante el año en las tarifas de la energía.
El sistema de pensiones es otro de los puntos que más rechazo concita en la sociedad chilena. El modelo se estableció 1980, durante la dictadura de Pinochet, y obliga a los trabajadores a depositar cada mes cerca del 12 % de su sueldo en cuentas individuales manejadas por entidades privadas conocidas como Administradoras de Fondos de Pensiones, similares a nuestras AFJP. Según cifras oficiales, el promedio de las pensiones de vejez es de unos 220 dólares, poco más de la mitad del sueldo mínimo, que está en 422 dólares mensuales.
En otro punto de herencia monetarista, la educación universitaria fue gratuita en Chile hasta 1981, el asesino dictador la aranceló, tal y como escuchamos en el debate presidencial local que alguno quería imitar. El resultado de ese modelo es una gran cantidad de universidades privadas y matrículas carísimas, que obligan a los estudiantes a pedir créditos para financiar sus estudios. Los estudiantes pasan años y años trabajando para pagar sus deudas con los bancos.
Por último, la salud, los trabajadores deben gastan en Chile por lo menos el 7 % de sus ingresos en planes de salud, unos 14 millones de trabajadores están afiliados a la salud pública -sí, la pagan-, y las críticas no infinitas respecto a su calidad.
Chile está entre los países más desiguales en las mediciones de la OCDE y si bien es cierto que esto mermó durante los últimos años, el pueblo chileno no resistió más. Podes congraciarte con el crecimiento económico, pero si eso queda en manos de muy poquitos, pero el aspiracional debe ser, como lo fue en nuestro país, una sociedad solidaria.
Estos modelos, que captan muchas luces en los medios de comunicación, que son fáciles de explicar, que son creados, difundidos y financiados por instituciones prestigiosas, son utilizados por algunos países para poner a su disposición recursos que de otra forma no tendrían. La paradoja de estos enunciados es que son expuestos por aquellos que no los practican. “Haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago”.
Creo que estamos lejos de ser Chile, por suerte, pero paso a paso podemos acercarnos a ese modelo que obnubila a varios de los candidatos que se disputan el poder este domingo. O podemos caminar la dirección opuesta, elegir educación y salud pública, ciencia y tecnología a disposición de la producción, tarifas para que las PYMES den trabajo; pero una vez puesto el voto en función de estas ideas, exigir que se cumpla.
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