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Argentina frente al mundo del futuro

*Por Salvador Treber. Los beneficios logrados, no pasajeros sino permanentes, se consolidarán. Se debe diversificar la producción y completar la integración vertical.

En la discusión interna, se suele tratar de disminuir el significado y las perspectivas de continuidad de la coyuntura favorable que vive nuestro país desde 2003. Se menciona al efecto, casi de manera despectiva, que todo es atribuible a "un favorable viento de cola". Apelar a semejante expresión sólo puede explicarse bajo dos alternativas: la primera, de total desconocimiento de la realidad mundial; la otra, más preocupante aún, a actuar de mala fe.

No hace tanto era admitido que no se debía discutir sobre temas internos cuando se viaja al exterior, pues los "trapos sucios se lavan en casa". Peor aún era la calificación para quienes expusieran opiniones que perjudicaran al país.

Un caso paradigmático de cuánto hemos retrocedido son las recientes declaraciones de Claudio Loser, segundo responsable para América latina del Fondo Monetario Internacional (FMI), quien no vaciló en respaldar a los "fondos buitres", en sus abusivas y usurarias pretensiones que, de ser satisfechas, perjudicarán seriamente a toda la población.

A ese nivel, no puede suponerse errores o confusiones, ni que ignora la catadura moral y las prácticas de esos desacreditados operadores que, entre otras cosas, tratan de influir ante el gobierno norteamericano para que fracase el acuerdo en gestión con el Club de París. Lo más grave es que Loser es ¡argentino!

No es un "veranito". A los que creen que estamos transitando un mero "veranito", vale la pena explicarles que no es así. Los precios de las commodities –entre ellas, cereales y oleaginosas– han superado los índices de precios relativos de los productos industriales por primera vez desde la década de 1950, debido a que viene creciendo –y lo seguirá haciendo– una ancha franja de la población mundial que ahora está en condiciones de acceder a raciones diarias de alimentos, que les provee la cantidad de calorías necesarias para desarrollar una vida sana y productiva. Y esto no volverá para atrás sino, muy por el contrario, se irá ampliando.

El Informe sobre el Desarrollo Mundial 2010 del Banco Mundial, página 92, revela que desde 1980 hasta 2005, sólo en China se redujo de 835 millones a 208 millones el número de habitantes que subsiste con menos de 1,25 dólar por día.

Ello significa que 627 millones de seres humanos, que representan 68,1 por ciento de su población total, requiere más bienes de primera necesidad. No sólo eso: también informa que, en igual lapso, 498 millones lograron dejar atrás la línea de los dos dólares por día, y anticipa que para 2015 no quedará nadie en esos escalones en China.

Esa nueva realidad, aunque no a un ritmo tan acelerado, se verifica en buena parte de los países de menores ingresos. En consecuencia, el desafío se traslada a la urgencia por incrementar la producción de alimentos para atender en forma debida ese proceso de mejoría generalizada en las condiciones de vida.

Aprovechar la demanda. En cuanto a los precios, la tendencia seguirá siendo alcista y en nuestro caso, para aprovecharlos debidamente, será indispensable incorporar otras tierras y elevar el rendimiento por hectárea introduciendo los adelantos de la tecnología.

Esta aseveración no implica apostar a ser otra vez, como nos impusieron hace 100 años, "el granero del mundo". En situación semejante a la nuestra están los Estados Unidos, Canadá, Brasil, Australia, Rusia, Ucrania, Francia y Polonia, pese a lo cual ninguno de esos países piensa en "primarizarse".

Los beneficios logrados, que no aparecen como pasajeros sino permanentes, se consolidarán cada vez más. Lo esencial será formar equipos técnicos que elaboren planes y programas para aprovechar al máximo lo que nos depara la época actual. Perder el tren en tan especial y favorable instancia equivaldría a un inexplicable suicidio.

No podemos olvidar que una prédica por la libre empresa llevó a un enorme retroceso y desmantelamiento generalizado hacia fines del siglo 20, al permitir, por caso, que la extracción de petróleo por parte de compañías extranjeras maximizara sus ganancias sin invertir en la localización y explotación de nuevos yacimientos, obligándonos a apelar en forma creciente a la importación. Nadie ha formulado un proyecto integral que esté dispuesto a llevar adelante para revertir este asfixiante "cuello de botella".

Estamos transitando un año de los que se califican como "electorales", que no se suelen caracterizar por ser pródigos en ideas para mejorar el país. En este caso, es indispensable no perder tiempo; urge archivar enconos, deponer agravios, sustituyendo ese tipo de planteos y de ambiciones egoístas por la exposición detallada, que obedezca a un riguroso cotejo de las distintas vías que se consideren aptas para optimizar la gestión.

Los años próximos permitirán concretar buenos logros y la economía nacional necesita aprovechar esta instancia única para diversificar la producción y completar la integración vertical de las ramas que se elijan como necesarias, en el objetivo mayor de sustentar la expansión futura.

Ningún país que en el siglo 20 alcanzó su industrialización lo hizo sin que el Estado jugara un rol esencial. Estados Unidos, primera potencia mundial, desplegó una política fuertemente proteccionista, hasta que alcanzó un elevado grado de desarrollo; lo mismo pasó en Japón y Alemania. Incluso, algunos han coordinado políticas y concedido subsidios para respaldar actividades en las que producen a mayores costos; por caso, la actividad agropecuaria. ¿Qué autoridad tienen para cuestionar que no queramos desperdiciar divisas en comprarles autos de alta gama y otros artículos suntuarios o prescindibles?