Árbitros vs. televisión: una pelea desigual
Una vez más un árbitro es noticia privilegiada en los medios, no por sus aciertos sino por errores groseros en el campo de juego difundidos a través de la TV.
Se disputaba el partido Banfield-Godoy Cruz cuando un remate desde 30 metros hizo estrellar la pelota en el travesaño para luego picar casi un metro dentro del arco: GOL... El árbitro dudó y no lo convalidó.
Inmediatamente, los jugadores de Godoy Cruz intentaron persuadir a Saúl Laverni y a su asistente de línea que el gol se había consumado, aunque sin éxito. Acto seguido, el Sr. Laverni expulsó a un jugador por haberlo agraviado, dejando en inferioridad al equipo que resultó doblemente perjudicado. Más adelante, el juez ignoró un claro penal a favor de Godoy Cruz estando a escaso metro y medio de la jugada, un signo de que su mente se hallaba perturbada. Al día siguiente, el propio árbitro reconoció sus graves errores y pidió por el uso urgente de la tecnología para evitar que en el futuro un nuevo gol legítimo no sea convalidado.
Si nos detenemos a revisar los videos de la TV ante los yerros arbitrales sin profundizar en la problemática de los árbitros de fútbol, estaríamos simplificando el entramado de normas y situaciones que limitan la actividad de estos jueces deportivos.
El evidente y desigual avance de la tecnología aplicada al fútbol como espectáculo deportivo que convoca a una millonaria audiencia de TV es sólo una parte visible del problema. En el lado oculto se encuentra la precariedad laboral de quienes están vinculados en base a un contrato de servicios arbitrales aunque sin relación de dependencia tal como se desprende de los acuerdos celebrados entre la Asociación del Fútbol Argentino y ambos sindicatos AAA y SADRA.
La cuestión no es menor. Hoy existe una superposición de roles de los órganos responsables de contratar, designar, clasificar, supervisar, relegar o excluir a los árbitros por malos desempeños. Y todos habitan en una misma casa: A.F.A. Ello no contribuye a generar un marco de transparencia e independencia y, sumado a la ausencia de una ley reguladora conspira contra su labor.
Desde una mirada constructiva alertamos sobre la necesidad de reestructurar tanto el proceso de formación arbitral como la ligazón contractual con la máxima autoridad del fútbol; el mecanismo de designaciones y el entorno de quienes como veedores y asistentes deportivos deben informar sobre sus actuaciones. Se trata de trabajadores calificados que por efectos de la TV en vivo se transforman en figuras muy vulnerables y en el centro de durísimas críticas de hinchas, periodistas, jugadores, técnicos, dirigentes y televidentes. Esta desprotección nace desde el plano legal, desde el cual los sindicatos y el único empleador han concertado un contrato especial, dotado de una autonomía que ha sido reiteradamente declarada por los Tribunales como contraria a los principios básicos del Derecho del Trabajo. El referee no debe ser considerado como si fuera diferente al resto de las profesiones, más allá de la especificidad y límite de edad (48) de su tarea.
Se impone el debate parlamentario sobre un verdadero estatuto arbitral como el que rige en Francia desde 2006, donde los árbitros son considerados como deportistas a cargo de una misión de servicio público, con proyección al Código Penal que penaliza con prisión y multas a quienes los amenacen y agredan.
Los fallos arbitrales traen aparejados perjuicios deportivos y extra-deportivos, incidiendo en la economía de los clubes cuyos ingresos de hoy están estrechamente conectados a la TV. El fútbol-juego ha cedido su espacio al fútbol -espectáculo, ello luce tan cierto e irreversible como la necesidad de contar con el uso de la tecnología.
Los árbitros del futuro podrán hallarse más resguardados en aspectos tales como formación-capacitación, legal y tecnológico, no bastará con agregar dos jueces detrás de cada arco (UEFA-Eurocopa 2012), sino que deberán especializarse en el manejo de nuevos dispositivos audiovisuales que ayudarán a mejorar sus rendimientos dentro de las canchas y fuera de ellas, les permitirá elevarse al rango de actores principales del fútbol por TV. Mientras tanto, deberemos soportar la traumática convivencia con el error arbitral por influjo de aquel arcaico axioma que lo sitúa como si fuera parte del juego, sostenido por quienes se resisten a reflexionar sobre la realidad.
Inmediatamente, los jugadores de Godoy Cruz intentaron persuadir a Saúl Laverni y a su asistente de línea que el gol se había consumado, aunque sin éxito. Acto seguido, el Sr. Laverni expulsó a un jugador por haberlo agraviado, dejando en inferioridad al equipo que resultó doblemente perjudicado. Más adelante, el juez ignoró un claro penal a favor de Godoy Cruz estando a escaso metro y medio de la jugada, un signo de que su mente se hallaba perturbada. Al día siguiente, el propio árbitro reconoció sus graves errores y pidió por el uso urgente de la tecnología para evitar que en el futuro un nuevo gol legítimo no sea convalidado.
Si nos detenemos a revisar los videos de la TV ante los yerros arbitrales sin profundizar en la problemática de los árbitros de fútbol, estaríamos simplificando el entramado de normas y situaciones que limitan la actividad de estos jueces deportivos.
El evidente y desigual avance de la tecnología aplicada al fútbol como espectáculo deportivo que convoca a una millonaria audiencia de TV es sólo una parte visible del problema. En el lado oculto se encuentra la precariedad laboral de quienes están vinculados en base a un contrato de servicios arbitrales aunque sin relación de dependencia tal como se desprende de los acuerdos celebrados entre la Asociación del Fútbol Argentino y ambos sindicatos AAA y SADRA.
La cuestión no es menor. Hoy existe una superposición de roles de los órganos responsables de contratar, designar, clasificar, supervisar, relegar o excluir a los árbitros por malos desempeños. Y todos habitan en una misma casa: A.F.A. Ello no contribuye a generar un marco de transparencia e independencia y, sumado a la ausencia de una ley reguladora conspira contra su labor.
Desde una mirada constructiva alertamos sobre la necesidad de reestructurar tanto el proceso de formación arbitral como la ligazón contractual con la máxima autoridad del fútbol; el mecanismo de designaciones y el entorno de quienes como veedores y asistentes deportivos deben informar sobre sus actuaciones. Se trata de trabajadores calificados que por efectos de la TV en vivo se transforman en figuras muy vulnerables y en el centro de durísimas críticas de hinchas, periodistas, jugadores, técnicos, dirigentes y televidentes. Esta desprotección nace desde el plano legal, desde el cual los sindicatos y el único empleador han concertado un contrato especial, dotado de una autonomía que ha sido reiteradamente declarada por los Tribunales como contraria a los principios básicos del Derecho del Trabajo. El referee no debe ser considerado como si fuera diferente al resto de las profesiones, más allá de la especificidad y límite de edad (48) de su tarea.
Se impone el debate parlamentario sobre un verdadero estatuto arbitral como el que rige en Francia desde 2006, donde los árbitros son considerados como deportistas a cargo de una misión de servicio público, con proyección al Código Penal que penaliza con prisión y multas a quienes los amenacen y agredan.
Los fallos arbitrales traen aparejados perjuicios deportivos y extra-deportivos, incidiendo en la economía de los clubes cuyos ingresos de hoy están estrechamente conectados a la TV. El fútbol-juego ha cedido su espacio al fútbol -espectáculo, ello luce tan cierto e irreversible como la necesidad de contar con el uso de la tecnología.
Los árbitros del futuro podrán hallarse más resguardados en aspectos tales como formación-capacitación, legal y tecnológico, no bastará con agregar dos jueces detrás de cada arco (UEFA-Eurocopa 2012), sino que deberán especializarse en el manejo de nuevos dispositivos audiovisuales que ayudarán a mejorar sus rendimientos dentro de las canchas y fuera de ellas, les permitirá elevarse al rango de actores principales del fútbol por TV. Mientras tanto, deberemos soportar la traumática convivencia con el error arbitral por influjo de aquel arcaico axioma que lo sitúa como si fuera parte del juego, sostenido por quienes se resisten a reflexionar sobre la realidad.