Aprobar una materia, también un desafío para la economía familiar
*Por Alejandra Rey .Entre maestros particulares y apoyo psicológico, implica entre $ 1.000 y 2.000 mensuales.
Todo empieza a desmoronarse después de las vacaciones de invierno y para el mes de septiembre el futuro de los chicos con problemas para aprobar las materias comienza a tornarse peligrosamente oscuro. Y para sus padres dramáticamente caro.
Porque a aquellas penitencias iniciales (las de marzo), que contemplaban el embargo de los juegos electrónicos y la prohibición de ingresar a las redes sociales, se les suman a mitad de año las consultas a los psicólogos, las clases con maestras particulares, los psicodiagnósticos, las tutorías, hasta un examen cerebral por imágenes (para detectar la probable causa de las distracciones) y demás herramientas con que cuentan las escuelas para decir a los padres: "Y... bien, lo que se dice bien, no le va al chico. Y si sigue con esa dispersión podría repetir...".
Y la contrapartida de esa frase es poner una maestra particular (desde 30 pesos la hora hasta 80 pesos dos veces por semana), realizar un psicodiagnóstico (desde los 300 hasta los 700 pesos, más 200 o 300 la entrevista con los padres) o directamente un psicólogo, que arranca cómodo en los 150 pesos la sesión. Es decir, piense en unos 1000 a 2000 pesos per cápita por mes para los pequeños díscolos, además de la cuota escolar, el transporte, los campamentos y la sana diversión en el club los fines de semana.
Y ahí sí, comienza la búsqueda y el achique de otros gastos -siempre para los padres, nunca para los infantes-, las culpas paternas repartidas, la renovación de las penitencias -a veces impracticables- y un enorme estrés de adultos que se transmite a los chicos.
Andrea Vadagnel es maestra de quinto y sexto grado en una escuela primaria de la zona norte del Gran Buenos Aires y, en sus tiempos libres, da clases en un profesorado y es maestra particular.
"Es verdad que los chicos de primario tienen muchas dificultades para pasar de grado", afirma. "Yo veo esto a diario y el problema es que las escuelas no asumen que los chicos estén ocho horas o más en el colegio, después tengan tarea e igual no aprueben. Es normal que los nenes lleguen extenuados a mitad de año."
Pero, aclara: "Nosotros exigimos porque el mundo exige. Cuando un chico es analfabeto, ya no es sólo enseñarle a leer o escribir, sino alcanzar un nivel de información más amplio, entonces la escuela empieza a considerar lo evolutivo, esto es, qué puede y qué no puede hacer como institución y se descuidan otras cosas, como el tiempo personalizado del chico".
Y cuenta el caso de su hija, de cinco años, que en jardín de infantes no pudo engancharse con la lectoescritura y terminó angustiada, distraída y bloqueada. Y ahí nomás, como si fueran los bomberos, salieron a buscar contención en profesionales.
"Los chicos se evaden -añade- porque las escuelas les exigen cada vez más y se pierde la personalización. Y, el alumno siente, en un grupo de 30, que está a la deriva y se evade. Ahí es cuando el colegio propone una tutora, que no siempre es bueno para el alumno, porque puede sentirse disminuido." Esa tutora cuesta desde 80 pesos por día, en que asiste y se instala al lado del alumno para organizarlo, hasta 200.
En grupo, más barato
Paula es la madre de tres chicos, dos de los cuales se "cuelgan" en clase. "Lo primero que me pidieron fue un psicodiagnóstico para cada uno, que me salió 1000 entre los dos: les dio normal, pero tuve que ponerles psicopedagoga, que me cobra 700 por mes por los dos, pero porque somos conocidas. También me habían pedido un paneo cerebral, pero me negué: me parecía demasiado dinero, porque el chiquito, que todavía no empezó la primaria, va a la fonoaudióloga y me sale 200 por mes", cuenta esta madre que trabaja diez horas por día.
Ella cuenta que sabe de algunas madres que hacen pool y mandan a sus hijos, en grupos de tres o cuatro, a las mismas maestras particulares y logran que les cobren 20 o 30 pesos por hora, porque también quieren que hagan deportes (el club también hay que pagarlo) y que se diviertan fuera de la escuela.
La terapeuta familiar sistémica Norma D'Atoli explica que hay mucha consulta "y muchos malos diagnósticos, como los de ADD [niños hiperquinéticos], a los que es más cómodo medicarlos que tratarlos por parte de padres y maestros".
Y agrega: "La doble jornada no es para todos los chicos. Se creó por una necesidad de trabajo de los padres, pero no siempre contiene, y el alumno sufre mucho. Por eso hay que saber elegir bien la institución a la que se va a confiar la educación de nuestros hijos. Yo siempre digo que cuando se opta por un colegio, se firma la mitad de un cheque en blanco...".
D'Atoli finaliza: "Las maestras, que ahora trabajan en dos o tres colegios por día, no quieren problemas y tienden a derivar a los chicos a los psicólogos o psicopedagogos, sin darse cuenta de que pueden formarles una fobia escolar difícil de subsanar".