Antes que lomos de burro debiera promoverse una mayor educación vial
La instalación de lomos de burro en nuestra zona volvió a suscitar polémicas, acerca de las ventajas o desventajas que representan.
Y ahora se planteó el problema de que uno de ellos, reclamado por los vecinos para que sirviera como freno a la velocidad con que circulan los vehículos, debió ser retirado poco tiempo después, a pedido de los mismos frentistas.
En este caso se trataba de un reductor de policarbonato, colocado en la zona de Tolosa, y el pedido de retiro obedeció al ruido permanente que causaba el paso de los vehículos sobre ese lomo de burro. Sin embargo, la controversia gira sobre la cuestión de fondo, es decir acerca de si cumplen con una función positiva, que sería la de ofrecer mayores márgenes de seguridad vial, o si, por el contrario, agudizan la inseguridad.
Entre los especialistas hay opiniones encontradas respecto a la conveniencia o no de colocar lomos de burro. A favor de ella se dice que obligan a reducir la velocidad de los automotores. Sin embargo, no son pocos quienes advierten sobre los peligros que para los automovilistas representan esos elementos.
Inclusive, desde la propia Comuna se aseguró que la utilización de lomos de burro es desaconsejada en todo el mundo, justamente por los riesgos que generan.
El director municipal de Transporte y Tránsito sostuvo que el lomo de burro es una alternativa coyuntural y que su uso es objetado por los especialistas en el tema vial.
Se alude también a los graves inconvenientes que los lomos de burros plantean para la circulación normal de las ambulancias -que transportan enfermos en estado delicado, obligados a soportar los golpes y cimbronazos propios de los lomos de burro- y las autobombas y vehículos de los Bomberos. Pero, además, en muchos lugares, como en el camino Belgrano, ni siquiera están bien señalizados. En términos igualmente críticos se expresaron directivos del Comité de Seguridad en el Tránsito.
Lo que está claro es que los lomos de burro no son suficiente solución, frente a un problema que presenta múltiples aristas. En realidad, las mismas objeciones suelen formularse con los radares, los inspectores y las multas fotográficas. Pero a la vez, no puede dejar de mencionarse el pésimo estado de muchos caminos, sembrados de baches y ondulaciones, a los que se suma la gravosa incidencia de los lomos de burro.
Es evidente que no existe reductor de velocidad confiable, en la medida en que no se eduque, controle y sancione con severidad a los conductores que con su irresponsabilidad ponen en riesgo la vida de terceros, pero también hay que educar a los peatones, ciclistas y motociclistas.
Una política de fondo en materia de tránsito es aquella que contempla todos estos aspectos, sin cuya presencia se continuará dilatando las soluciones de fondo. Los accidentes constituyen una epidemia urbana a la que hay que poner fin y debería constituir una prioridad para las autoridades. Y para ello, sólo una mayor educación vial de los protagonistas del tránsito podrá ofrecer respuestas valederas.