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Ante el comienzo de la etapa final

En la víspera del comienzo de la segunda etapa del año escolar 2011, podría decirse que todo parece anunciar que unas actividades por lo general de recomienzo problemático esta vez no tendrán motivos para ninguna incertidumbre.

La Fiesta del Poncho, apenas concluida después de 10 jornadas de exitoso desarrollo, del privilegio de un estado del tiempo por demás favorable y de una singular afluencia de turistas, sumado a la inexistencia de epidemias como la de la gripe A, a la confirmación de los docentes interinos con no menos de 3 años de antigüedad y sin límite de edad, y a los acuerdos salariales logrados entre los gremios de los educadores y el Gobierno son algunos de los datos que autorizan el optimismo del pronóstico.

Como el lector sabe, las clases serán normales en el nivel primario, en tanto que, en el secundario, esta primera semana se destinará a la toma de exámenes.

Claro está que el optimismo humano debe ser siempre prudente, porque los imponderables del futuro suelen burlar todas las previsiones, sobre todo en aquellos terrenos en que las contingencias de la realidad escapan de la voluntad humana, como las de la naturaleza física, que impone sus variaciones con absoluta independencia de los calendarios escolares.

Seguramente, apenas hayan transcurrido las primeras semanas, se empezarán a oír las quejas por las insuficiencias y carencias que nunca le han faltado al servicio escolar. Hay aspectos de la transformación educativa en marcha aún no definidos. Y hay, también, deficiencias materiales que se harán notorias, si el invierno, como parece, se dispusiese a mostrar su rigor sin las contemplaciones del lapso transcurrido.

Pero lo verdaderamente importante será la predisposición de los educadores y los estudiantes para afirmar en la segunda mitad del año lo logrado en la primera, e incluso para "salvar el año", si el tiempo anterior no hubiese sido todo lo positivo que hubiese podido ser.

No podría olvidarse que en los meses que aguardan, el país, y por cierto, también la provincia, serán escenario de la agitación política que, cuando gira en torno de la elección de una nueva cabeza gobernante del país, es particularmente alienante. Estas ocasiones deberían servir, en el ámbito educativo, para profundizar la reflexión sobre la importancia de la participación cívica responsable, sólo posible cuando los ciudadanos están plenamente formados como para apreciar el peso que tendrá, en este caso, la elección de octubre sobre el futuro de la República.

Desde luego, ya es mucho que pueda hablarse de un arranque sin grandes obstáculos de esta postrera fase del año escolar 2011. No ha sido siempre así en el pasado y puede creerse que el incremento de la inquietud estatal por la educación ha sido perceptible en estos años, como es hoy la certeza de que se seguirá avanzando en este rumbo, cualquiera sea el resultado de los comicios.

Lo que no debería ocurrir es que la segunda parte del año escolar se asumiese como período meramente formal, como etapa en que ya no hubiese posibilidad de ninguna incorporación conceptual y formativa, como tiempo de forzosa declinación y sin otro elemento motivador que su ya previsible final.

Por el contrario, se está en el momento más decisivo del año. En los días en que hay que determinar si el período iniciado en marzo podrá computarse como hito significativo de la vida o sólo como una estación indiferente, o como una trampa que debilitará la visión del propio destino.

Mañana comenzará la segunda parte del año escolar 2011. Que nadie baje los brazos.