Andrés Calamaro: medio siglo de música
El músico argentino y uno de los más destacados integrantes de la década del 80, cumplirá mañana 50 años, con una carrera prolífica y despareja que incluye: Los Abuelos de la Nada, Los Rodríguez y su discos solistas.
Andrés Calamaro (50) sigue los pasos de su principal inspiración Bob Dylan (70), autor del "Never Ending Tour" (Tour que nunca termina) y al igual que él, pese a décadas de rock, sigue fiel a los escenarios.
En vísperas de sus 50 años, Calamaro, mantiene una presencia constante en escenarios de ambos lados del Atlántico, como México, España o Perú. En tanto, en septiembre y octubre visitará Los Angeles, Las Vegas, Nueva York, Miami y Chicago.
Andrés Calamaro Masel llegó al mundo el 22 de agosto de 1961 y, desde muy pequeño mostró su vocación por la música.
Recorrió ensayos de muchas bandas menores y en 1981 pasó a formar parte de Los Abuelos de la Nada, grupo dirigido por uno de sus grandes referentes: Miguel Ángel Peralta.
Durante ese momento, también actuó como teclista en la banda de Charly García y publicó el primero de una serie de discos en solitario entre los que cabe destacar "Hotel Calamaro" (1984) o "Nadie sale vivo de aquí" (1989).A fines de los 90, luego de haber sido productor de grupos como Los Enanitos Verdes o Los Fabulosos Cadillacs, Calamaro conoció al joven guitarrista Ariel Rot, que por entonces ya era reconocido en España por grupo Tequila.
En 1990, ambos fundarían en Madrid la mítica banda Los Rodríguez, con la cual crearon álbumes como "Buena suerte", "Sin documentos" y "Palabras más, palabras menos". Seis años más tarde, la lucha de egos acabarían con la banda.En 1997 Calamaro comenzó su segunda etapa en solitario con "Alta suciedad", el disco que incluyó los ultra hits como "Loco", "Flaca", "Me arde" o "Crímenes perfectos".
Luego llegarían "Honestidad brutal" (1999) y "El salmón" (2000), previos a un bloque que sufrió y que lo mantuvo cinco años en silencio, hasta que Gustavo Cordera y la Bersuit lo convencieran de que volviera a grabar.En 2004 lanzó "El cantante", un disco de versiones de grandes clásicos del folclore suramericano ("Malena", "Volver", "Sus ojos se cerraron", "Algo contigo" o "Voy a perder la cabeza por tu amor").
Los dos siguientes trabajos del guitarrista continuaron con el estilo anterior: "El palacio de las flores" y "Tinta roja", ambos editados en 2006, en los que se podía apreciar un interés creciente por ritmos como la cumbia, la salsa o el tango.
En el 2008, luego de convertirse en padre de Charo, Calamaro compuso "La lengua popular" (2008), un disco de canciones tan pegadizas como "Los chicos", "Mi gin tonic", "Comedor piquetero", "Sexy & barrigón" o "La mitad del amor", a las que en 2010 se sumarían las del menos acertado "On the rock".